Las más bajas temperaturas de la década registradas en los meses de noviembre y diciembre en Chihuahua, que disminuyeron en lo general a por lo menos 10 grados bajo cero, han puesto al descubierto una faceta más del régimen de oprobio que nos gobierna: más de dos centenas de fallecimientos cuya causa, además de las inclemencias del clima, la constituyó su pobreza.

Inermes ante las bajas temperaturas debido a una muy mala calefacción, cuando la poseen, las más de las veces a base de ``calentones'' improvisados de última hora y sujetos a temperaturas bajo cero, o teniendo que limitar el uso de los combustibles, por sus elevados precios, ``ajustados'' por los gobernantes en el confort de sus oficinas, muy lejos de los estragos del frío que se convirtió en uno más de los enemigos de los pobres del norte del país.

Poco más de 200 muertes (60 por congelamiento o intoxicación con gas butano o monóxido de carbono y el resto a causa de padecimientos respiratorios), centenas de intoxicados y cerca de 800 mil chihuahuenses con padecimientos respiratorios, es el saldo trágico, no de una temporada invernal que apenas empieza, sino de un régimen incapaz de otorgar a la sociedad condiciones adecuadas para sobrevivir a las inclemencias del clima.

Al factor frío habría que sumar otro no menos importante: las viviendas de interés social se construyeron bajo criterios mercantilistas, al más bajo costo, con materiales que en temporada de calor acumulan más temperatura y en la temporada invernal, más frío, para convertirse en los congeladores más eficaces para exterminar pobres.

La elevación de los precios de los combustibles aprobada recientemente por el Congreso de la Unión, ya tiene su saldo trágico: en Chihuahua, en la segunda quincena de diciembre, justo al término de la onda gélida más fuerte del último quinquenio, el gas butano se agotó y al iniciar el año el precio se incrementó de acuerdo con lo aprobado por los legisladores federales. Miles de chihuahuenses, ateridos de frío, tuvieron que realizar largas colas a la intemperie, con temperaturas de varios grados bajo cero, para obtener el gas necesario para calentar, así fuera durante unas cuantas horas, sus humildes casas.

Todo porque, entre otras cosas, ¡oh modernidad!, a los funcionarios federales se les ocurrió la brillante idea de cancelar la producción de petróleo diáfano que consumían los tradicionales calentones. Las justificaciones abarcaron todo el universo. Aseguraron que se canceló la producción de diáfano, porque de él los narcotraficantes podían obtener ¡gas avión!

Rápido resolvieron el asunto: no más diáfano, aunque los calentones de los chihuahenses tengan que ``jubilarse'', pues el combustible sustituto, el gasóleo, no tiene la misma capacidad calorífica ni sirve para los quinqués con que se alumbran los rarámuris, pimas y tepehuanos en la sierra, en donde, además de faltar comunicaciones, y la nieve alcanzó alturas de 1.35 metros con temperaturas que llegaron a 25 bajo cero, falta también el fluido eléctrico, y cuando éste existe, los pobladores temen usarlo a raíz de los ``ajustes'' acordados por los burócratas que gobiernan el país.

Y además de frío, nieve e incomunicación, los serranos se enfrentaron a la aguda escasez de alimentos y la imposibilidad de obtenerlos.

Las muertes son variadas, a cual más de trágicas: el papá de 56 años que improvisó un calentón con un tambo que rellenara de papel y madera para defenderse del frío, y que se convirtiera en la causa de su muerte y la de su hija de 16 años intoxicados por monóxido de carbono; la niña y la abuela que la cuidaba mientras la madre trabajaba en la maquila, muertas por intoxicación con gas butano, desprendido de la estufa que encendieran para intentar calentar la vivienda de interés social; o el anciano atrapado por el frío, ése que cala los huesos, y al que ninguna instancia aceptara trasladar a un centro hospitalario ``porque no es una urgencia'', muerto por hipotermia; o los más de 30 que murieron en la calle a causa del congelamiento.

No cabe duda, existen las clases sociales.

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