Sin embargo, es inevitable pensar en el PRD y en la enorme manifestación prozapatista del pasado lunes, no sólo porque éste ha sido el hecho público importante más cercano a la emisión de las condenatorias frases presidenciales sino, además, por la postura asumida por el priísmo en la sesión de ayer de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, en la que los representantes del tricolor censuraron con especial énfasis los viajes de perredistas al extranjero, en especial a Europa, para denunciar la de por sí ampliamente conocida crisis que se vive en Chiapas, con sus explosiones violentas como la masacre de Acteal.
Con el talante y el tono que hacen plenamente transparentes sus sentimientos en ocasiones como la comentada, el presidente Ernesto Zedillo dijo que no es legítimo aprovechar un conflicto o un problema para intentar debilitar a las instituciones y dividir a los mexicanos, como tampoco es legítimo minimizar los esfuerzos que buscan resolver problemas que se reconocen justos. Además, demandó dejar de lado enconos y recriminaciones, así como los ataques que utilizan la indignación para disfrazar intereses de grupo o partido.
La inferencia del PRD y los zapatistas como destinatarios del mensaje presidencial pronunciado ayer durante el acto de presentación del programa educativo para el año que corre se apoya, además, en ciertos referentes oratorios claros: ``en los últimos días, algunas voces, para favorecer posiciones de grupo o intereses de partido, han buscado aprovechar problemas que preocupan a todos los mexicanos'' y que la Presidencia atiende incansablemente, dijo el doctor Zedillo.
Enunciados genéricos
Por desgracia, la alocución del presidente Zedillo no resiste la confrontación con los hechos de su propio gobierno y, además, se queda en el nebuloso nivel oratorio de las buenas intenciones.
Ciertamente no es legítimo aprovecharse de un conflicto para debilitar instituciones y dividir a los mexicanos, pero tal aserto podría fácilmente aplicarse a algunos segmentos gubernamentales que al moverse con espíritu faccioso, y al pretender aprovecharse de las circunstancias, han creado debilidades y divisiones como las mencionadas por el presidente Zedillo.
Es cierto, también, que no deben minimizarse los esfuerzos que buscan solucionar problemas, pero tampoco deben magnificarse tales empujes ni concederse automáticamente calificaciones positivas a ellos, mucho menos si, como en el caso de la cruzada sanitaria, descansan en la simulación o, como en el forcejeo respecto a los acuerdos de San Andrés, implican el incumplimiento de una firma y un compromiso oficiales.
Hay además, en el discurso presidencial comentado, imprecisiones que aun cuando tuviesen atenuantes adjudicables a la elaboración improvisada, resultan preocupantes: No es legítimo, dijo, ``que ante hechos que a todos nos duelen y a todos nos indignan, se busque obtener una ganancia política''. Es posible que el Presidente quisiese referirse a una ganancia partidista o electoral, pero de ninguna manera a la política. Esa ganancia política es altamente deseable y no es otra sino la restitución del estado de derecho, la consecución de la paz y la reinstalación de la concordia entre los mexicanos.
Otro punto discutible es aquel en el que el doctor Zedillo dijo que se debe evitar ``el encono y la recriminación, el ataque que se vale de la muy válida indignación colectiva frente a la violencia y la injusticia para impulsar el interés de grupo o de partido''. Calificar de encono, recriminación o ataque la pública expresión de inconformidad por la manera como el Estado ha enfrentado el problema de Chiapas es una simple consideración subjetiva, y son los grupos y los partidos políticos justamente las vías pacíficas para que los ciudadanos expresen tales disidencias. Sólo en un régimen de libertades abolidas, o de excepción, se podría pretender que los grupos y los partidos no se valgan de la ``muy válida'' indignación colectiva para impulsar sus puntos de vista e intereses legitimados por la Constitución federal.
Pero, aparte de la polémica que se podría desarrollar en torno a este inoportuno discurso presidencial, resulta más preocupante constatar que la amplia, imaginativa y promisoria movilización ciudadana del pasado lunes 12 no haya encontrado en el ánimo presidencial la misma actitud que, por ejemplo, la marcha contra la inseguridad pública que de tan peculiar manera se organizó e integró el sábado 29 de noviembre del año pasado, y a cuyas propuestas respondió el presidente Zedillo el lunes 3 de diciembre con un mensaje televisado de 20 minutos en el que compartió, como ciudadano y como titular del Ejecutivo, las proclamas de aquellos manifestantes, y en el que además anunció una Cruzada Nacional contra el Crimen y la Violencia que de inmediato pasó a engordar el listado de las buenas intenciones oratorias.
No puede dejarse de lado tampoco el hecho de que las palabras presidenciales parecen provenir más de la angustia y la insatisfacción que de un análisis y una perspectiva políticas prudentes y mesuradas. En un cuadro generalizado de válida indignación nacional por la masacre de Acteal, y por el drama chiapaneco en general, el Presidente de la República no puede darse el lujo de las correcciones didácticas ni de la apertura de más frentes de discusión y encono.
Historias de Bucareli
Roberto Zavala Echavarría, nuevo subsecretario de Seguridad y Readaptación Social es, aparte de paisano, un hombre de máxima confianza del secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa (FLO), pues con él ocupó el mismo cargo en el gobierno de aquella entidad.
Además, como lo recordó ayer la columna Algo más sobre, de Martín Pablo Soto, en El Debate de Culiacán, el citado Zavala, fue ``precisamente uno de los principales actores en aquella histórica concertacesión de 1989 que dejó al PAN sin la presidencia municipal de Culiacán, a cambio de la de Mazatlán, a petición expresa del otro jurista Diego Fernández de Cevallos''.
La misma columna asegura que el subsecretario Zavala ``fue una de las piezas claves del labastidismo en Sinaloa, y de manera especial en materia electoral''. Del nuevo director de Gobierno, Sergio Orozco, sinaloense también y labastidista comprobado, se dice en el mismo espacio periodístico que durante el gobierno de FLO le tocó inclusive realizar ``negociaciones en focos donde los monitores del gobierno detectan subversiones''.
Astillas:
¿Parte del enojo presidencial sería motivado por la reaparición de los ex legisladores que formaron parte de la Cocopa los tres años anteriores? Pronto abordaremos esta línea de investigación... Más luces sobre los nuevos funcionarios de Gobernación: el subsecretario Jorge Alcocer trabajaba todavía el sábado anterior a su designación en los preparativos para anunciar la creación de un nuevo partido político, según menciona Raúl Trejo Delarbre en su columna de La Crónica. En ese partido, de centroizquierda, participaría Gilberto Rincón Gallardo... El coordinador de asesores de Labastida Ochoa, Adolfo Orive Berlinguer, ha sido amigo de Carlos y Raúl Salinas de Gortari, de Hugo Andrés Araujo y de Gustavo Gordillo, y fue fundador del grupo maoísta denominado Política Popular. Cuando se sembró en las Cañadas de Chiapas la semilla de la insurrección actual, Orive Berlinguer conoció con precisión lo suficiente como para ser ahora el nuevo estratega político (el jurídico y declarativo será Emilio Rabasa Gamboa) del gobierno federal para enfrentar al zapatismo..
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