Víctor Pérez Grovas*
Los círculos perversos
Hace unos días pudimos observar por la televisión al presidente Zedillo con el rostro serio, al comunicarnos que existe un ``círculo perverso'' provocado por los grupos que obstaculizan sistemáticamente la presencia del gobierno federal para luego culparlo de falta de atención a la población más necesitada y de omisión en la matanza de Acteal. Pareciera que el mensaje dirigido a los grupos de desplazados trata de señalar su complicidad en la matanza, y deja entrever la acusación de que su penosa situación actual es sólo un gesto realizado de manera deliberada para desprestigiar a un gobierno magnánimo.
Ante comentarios así, es inevitable pensar que la información que tiene la Presidencia de la República es bastante parcial, o bien, que sus analistas han de basarse solamente en los absurdos y repetitivos reportes de TV Azteca. No es posible imaginar a ese grupo de desplazados sobreviviendo en las peores condiciones, que han sido obligados por los grupos paramilitares a abandonar todo para mantenerse vivos, maquinando una estrategia de desprestigio internacional a costa de su vida.
El presidente Zedillo y el procurador Madrazo podrán hacer muchas declaraciones más, pero para los cerca de 8 mil desplazados está claro que la única acción convincente que podrá hacer el gobierno para evitar su sufrimiento es el desarme efectivo de los grupos paramilitares, y la aprehensión de los dirigentes que se encuentran enseñoreados en los parajes abandonados, para tener así la posibilidad de retorno a la vida comunitaria.
Enviar, como hasta ahora, ayuda humanitaria por medio de los miembros del Ejército, sólo provoca mayor terror y desconfianza entre los indígenas, más aún cuando los campamentos militares se han establecido en los manantiales y pozos de donde se surten de agua, cuando los soldados utilizan como balneario el líquido que ha de consumir la población, y las fortificaciones y emplazamientos militares apuntan hacia los desplazados.
Tiene razón el presidente Zedillo cuando menciona que en la región de los Altos de Chiapas existe un círculo perverso, pero falla radicalmente en ubicarlo. Sería mucho más sencillo para sus analistas escuchar los testimonios de los desplazados, aunque sólo fueran los que aparecen en los reportajes de Ricardo Rocha por televisión, o los múltiples testimonios recogidos por los reporteros de La Jornada y otros diarios. El círculo perverso es otro: se inicia con el terrorismo armado dentro de las comunidades, se incrementa con la expulsión y matanza de indígenas, continúa con el éxodo de miles de personas a buscar refugio a lugares seguros y se cierra con la impunidad de los principales actores y guionistas del caso.
La manera de romper este círculo perverso no es llevando ayuda humanitaria ``con todos los medios del Estado'', como señaló el Presidente. Así lo han recalcado en infinidad de ocasiones los mismos indígenas. Este círculo perverso se romperá con la desarticulación, desarme y encarcelamiento de los miembros de las bandas paramilitares, con la detención de quien las propició o toleró, y con el castigo claro a los que están detrás del telón.
Cabría, por último, preguntarle al procurador Madrazo si no sería viable abrir una línea de investigación que aportara mayores datos para el esclarecimiento de los hechos violentos en el municipio de Chenalhó, retomando las declaraciones de Manuel Anzaldo (dirigente en Chiapas del Partido Cardenista, algunos de cuyos miembros fueron detenidos como responsables de la matanza de Acteal) sobre la reunión que sostuvo con el general Mario Renán Castillo, entonces jefe de la Séptima Región Militar, para informarle que los campesinos comenzarían a armarse desde hace tiempo en brigadas de ``autodefensa''. Aunque, a lo mejor, para el procurador es suficiente con la declaración de Rafael Aguilar Talamantes de que él ``metía las manos al fuego'' por la inocencia de sus dirigentes y compañeros en Chiapas.
* Asesor de la Unión de Ejidos Majomut, organización de pequeños * productores de café del municipio de Chenalhó