La Jornada jueves 15 de enero de 1998

Francisco Ramos

¿Cuál es el ``círculo perverso''?

El presidente Zedillo afirma que ``un círculo perverso obstaculiza deliberada y sistemáticamente la presencia del gobierno federal, para luego culparlo tanto de la falta de atención a la población más necesitada como de omisión en tragedias como la de Acteal'' (La Jornada, 11 de enero, 9). Responsablemente tenemos que preguntarnos en dónde está ese círculo perverso y cómo romperlo.

Por la circunstancia en que el Presidente pronunció estas palabras, pareciera que el círculo está sitiando a las comunidades indígenas de Chiapas que se niegan a recibir ayuda entregada por miembros del Ejército mexicano o por funcionarios públicos. Pero hay suficientes razones para explicar la desconfianza de las comunidades indígenas ante las instituciones gubernamentales, como para no creer en sus buenas intenciones.

El gobierno estatal está totalmente desacreditado. Basta una mirada a la recomendación1/98 de la CNDH, para darle la plena razón de desconfianza a los indígenas chiapanecos.

El Ejército mexicano también se ha ganado la desconfianza de los indígenas. Desde hace cuatro años, sus territorios en casi todo el país han sido militarizados, y la presencia militar no ha traído más paz a estas regiones. Esto es especialmente grave en Chiapas. Es el estado con más presencia militar, es en donde se presenta con mayor fuerza el fortalecimiento de grupos paramilitares. Y aunque Sedena rechaza su relación con estos grupos, nos queda la pregunta sobre la efectividad de su presencia y acciones en Chiapas. Triste papel va jugando el Ejército mexicano encontrando arsenales de ``una pistola, un rifle y ocho cartuchos calibre 22'', y golpeando a mujeres: ``Según todos los testimonios, les echaron encima un camión, les arrojaron piedras, las apalearon, las patearon, tomaron a algunas de los cabellos y las azotaron contra el piso, les pisaron pies y piernas con sus botas'' (La Jornada, 12 de enero, 6).

El gobierno federal también ha hecho lo suyo para que los indígenas no le tengan confianza. En las culturas indígenas, la inconsistencia de la palabra con las acciones, es razón más que suficiente para ganarse la desconfianza. Pero en la cultura de la globalización, el incumplimiento de los convenios firmados es inaceptable. Y el gobierno ha firmado el acuerdo 169 de la OIT y los acuerdos de la primera ronda de negociaciones de San Andrés.

Pero la mayor fuente de desconfianza ante el gobierno federal proviene del sistema económico neoliberal. Se han privatizado los beneficios y se han socializado los costos. Para lograr esto, la política social ha cambiado. La potencialidad de la fuerza comunitaria de las culturas indígenas se ve como un obstáculo a la implantación de este sistema excluyente.

Programas como ``Niños en Solidaridad'' han sido diseñados con criterios individuales e individualizantes. Sólo 24 niños de cada comunidad tienen derecho a una beca y a mejor atención médica; con la contraparte de que sus padres tendrán que hacer más faenas para las escuelas. Y aunque la comunidad podía opinar, o llegar a acuerdos sobre la asignación de las becas, las diferencias van provocando de una manera intencionada la división en las comunidades.

El programa ``Progresa'' va más allá. Este programa salta toda estructura comunitaria. Ni las autoridades municipales ni las comunales tienen injerencia alguna. Los promotores de ``Progresa'' deciden en qué comunidades se aplica el programa y en cuáles no. Dentro de cada comunidad van llamando individualmente a los beneficiarios escogidos por los propios promotores. Se trata de un programa que cuidadosamente reparte sus beneficios de manera aleatoria.

Si el circuito perverso no está sitiando a las comunidades, podemos pensar la hipótesis de que ese círculo perverso esté sitiando a las instituciones gubernamentales.

Acteal pone de manifiesto que no ha habido voluntad política para resolver los problemas de Chiapas. El recambio de funcionarios no garantiza que haya un cambio en esta voluntad. El círculo perverso de la lucha por el poder es el que hay que romper para que las instituciones sean verdaderamente republicanas.

Pero Acteal tiene un contenido humano que ha tocado el corazón de miles de mexicanos y de ciudadanos de este planeta. Acteal son muchos muertos; somos muchos muertos. La suerte de nuestros hermanos indígenas es nuestra suerte.

El pasado lunes 12, miles de personas marcharon con una sola petición: queremos paz con justicia. La sociedad civil le mandó un mensaje claro al jefe del Ejecutivo de la República: hemos aprendido de los indígenas que la fuerza es hacernos comunidad.