La agudización del conflicto chiapaneco hace necesario que todos los actores que pueden ayudar a construir una paz verdadera evalúen cómo llegar más rápido a la consecución de ese objetivo. Sobre todo cuando empieza a brotar por todas partes la mediatitis, que en lugar de contribuir al acercamiento de la partes pudiera obstaculizar el reinicio de negociaciones definitivas entre el EZLN y el gobierno federal.
Me parece que tanto la Conai como la Cocopa tienen que recibir el mayor respaldo que sea posible por los diversos sectores de la sociedad mexicana. En las actuales circunstancias es un claro sabotaje a la consecución de la paz el intento castrense por desacreditar al presidente de la Comisión Nacional de Intermediación. Por su parte, la nueva Comisión de Concordia y Pacificación, fortalecida con el ingreso de Gilberto López y Rivas y Carlos Payán Velver, puede muy bien revitalizar su tarea mediadora si continúa insistiendo en que el gobierno federal cumpla lo que ya había firmado. Tal vez la creencia de que la actual Cocopa no está haciendo lo que debe, fue lo que estimuló a los diputados de la pasada legislatura, y que fueron integrantes de la instancia mediadora, a nuclearse en el Colectivo en favor de la paz en Chiapas. Su objetivo es construir un ``grupo encaminado a coadyuvar a solucionar el conflicto chiapaneco'', respaldar al organismo del que formaron parte, la Cocopa, ofrecer su experiencia de tres años como mediadores, pero no ``rivalizar con los nuevos integrantes de la Cocopa'' (La Jornada, 15 de enero). Es decir, ex-cocopos hacen una comisión para apoyar a los actuales cocopos, y para hacerlo mejor se ofrecen como otro organismo mediador. ¿No sería mejor permitir que la nueva Cocopa haga lo que tiene que hacer?
El ominoso panorama político existente en Chiapas puede revertirse. No cabe duda de que la mayoría del pueblo mexicano quiere la paz . Es por ello que se requiere una especial sensibilidad por parte de las instancias mediadoras para leer adecuadamente por dónde hay que abrir nuevos caminos. El reciente pronunciamiento de la Conai es certero en demandar del gobierno señales claras que evidencien voluntad de negociar con los zapatistas. Pero, tal vez, esta misma Comisión debiera evaluar cómo acrecentar su autoridad con sectores que en Chiapas son ambivalentes con respecto a ella. Me refiero a la posibilidad de incluir en la Conai a un evangélico, dado que en las zonas indígenas de Chiapas la presencia de las iglesias protestantes no puede pasar inadvertida. El censo de 1990 daba cifras sorprendentes de afiliación no católica en la región: en Oxchuc 36.4; Tenejapa 33.8; Palenque 25.4; Chilón 30.6; Sabanilla 37.2; Salto de Agua 37.1; Yajalón 20, y Tumbalá 45 por ciento.
La crisis de Chiapas no es religiosa. La masacre de Acteal fue posible gracias al clima de impunidad en que se han movido las bandas armadas. Pero lo religioso es un componente que está presente y hay que ponerle diques antes de que se desborde. En este sentido la Conai podría mandarle una señal clara a los indígenas protestantes al invitar a uno de ellos a su seno, o a quienes éstos elijan, y mostraría que aunque en estos momentos el factor principal de la cuestión chiapaneca es político, al mismo tiempo está visualizando un componente que desde ópticas no indias se minimiza. De darse la invitación, se estaría aislando al grupo de católicos tradicionalistas cuya militancia político-armada se expresa en Paz y Justicia, los Chinchulines, Máscara Roja y asociaciones similares. Una señal de que los sucesos políticos pudieran estar contaminando lo religioso, la tenemos en la suspensión de la ceremonia ecuménica del 6 de febrero, a realizarse en Chenalhó. Para ese día estaba programada la entrega de la Biblia en tzotzil. A la ceremonia iban a asistir representantes de las iglesias evangélicas, Sociedades Bíblicas Unidas y de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas. Después de casi diez años de labor, los traductores indígenas, presbiterianos en su mayoría, iban a ver el fruto de su trabajo. Se imprimieron diez mil ejemplares para los protestantes, y cinco mil para los católicos. Aunque la suspensión se debió a razones de seguridad, un importante sector de los indígenas evangélicos quiere que la ceremonia de entrega deje de ser ecuménica y en lo que a ellos respecta se haga con un culto evangélico. Esto podría ser un factor disruptor que abone el crecimiento de diferencias que harían todavía más complejo el problema de Chiapas. Una acción a tiempo, que refuerce la mayoritaria vocación pacífica de los protestantes indígenas, la tiene la Conai en sus manos si da cabida en sus filas de mediación a un evangélico.