Luis González Souza
¿Defensores de la soberanía?

Qué bueno que el trágico conflicto de Chiapas al menos sirva para reactivar la preocupación en torno a la soberanía de México. Porque, sin duda alguna, el futuro del país --transición democrática incluida-- depende de una solución creativa a ese conflicto.

Qué malo, en cambio, que ello sea aprovechado por los maestros de la soberanía-rollo: 1) Para acrecentar la confusión en torno a las causas y soluciones del conflicto. 2) Para erigirse en los defensores de la soberanía, y de esa forma lucrar con un conflicto que ya tiene visos de genocidio, algo peor que una guerra. (Los tanques y las masacres vienen de un solo lado que no es, por cierto, el de los indígenas zapatistas.) 3) Para, gracias a la confusión y al espurio capital así acrecentados, dar continuidad a una política que, esa sí, conduce a la extinción de nuestra soberanía.

Así Chiapas sólo sirve para engrosar la lista de los mayores absurdos y para confirmar eso de que si Kafka hubiese nacido en México, habría sido costumbrista en vez de surrealista. Ahora Chiapas también sirve para que los más entreguistas del país se vistan de defensores de la soberanía. Sirve para que los más fervientes abogados de la globalización se erijan en los más tozudos opositores a cualquier intervención extranjera... excepto la del FMI y Estados Unidos en materia económica; o de la DEA en materia de narcotráfico; o de la CIA en materia de seguridad (bi)nacional; o del Pentágono en la educación de militares mexicanos; o del Departamento de Estado en cuestiones de política exterior; o de Hollywood y anexas en el indoctrinamiento cultural. ¡Muera todo intervencionismo... salvo el que ayuda a mantener en el poder al neoliberalismo desnacionalizador!

Por absurdo que parezca, así es. Antier mismo, tanto personeros del PRI como del PAN tuvieron a bien desgarrarse las vestiduras y envolverse en la bandera nacional ante la ``intervencionista'' resolución del Parlamento Europeo en la que, indignado por la masacre de Acteal, insta a que el gobierno mexicano busque una salida pacífica y negociada al conflicto en Chiapas; avance en la desmilitarización del estado; disuelva los grupos paramilitares; respete los derechos y las culturas de los pueblos indígenas (Acuerdos de San Andrés). Y, ¡vaya osadía!, mantenga ``sus compromisos con la profundización de la democracia y con el respeto a los derechos humanos'' (La Jornada, 16/I/98).

Tal vez por el mareo de su inigualable patriotismo, los maestros de la soberanía-rollo olvidaron que la preocupación por los derechos humanos está perfectamente ``globalizada'', al menos desde que se firmó (México incluido) la Declaración Universal correspondiente (1948). Por lo mismo, no vale escudarse en la soberanía para impedir acciones internacionales a favor de tales derechos, y de paso proteger tropelías como el virtual genocidio en curso contra los pueblos indios de México. También olvidaron que al firmar el Tratado de Cooperación Económica y Concertación Política con la Unión Europea, el gobierno mexicano se obliga a cumplir la cláusula que vela por la democracia y los derechos humanos.

Reveladoramente, tales patriotas son los mismos que se horrorizan ante la demanda indígena de autonomía. ¿Adivinen cuál es su argumento? Sí: la ``salvaguarda de la soberanía''. Lo que aquí mañosamente olvidan es que autonomía no equivale a separación del país. Simplemente equivale a un margen de libertad necesario para sobrevivir y recrearse como comunidades con identidad, voz y voto. ¿Es eso algo que estorba o más bien ayuda a una democracia real y, codo a codo, una soberanía tan fuerte como capaz de abrir paso a la participación de todos y desde abajo?

Los esgrimistas de la soberanía-rollo prefieren sumar a su lista otro inconmensurable absurdo.

Si en tantos años, siglos, no han sido capaces ni les ha interesado garantizar una vida digna a nuestras comunidades indígenas, ¿por qué no dejar que se gobiernen ellas mismas? ¿O acaso se trata de mantenerlas en el peor de los mundos, donde no hay dignidad ni autonomía? ¿Para qué? Pues será para seguir lucrando con su marginación y miseria.

Pero así no se defiende la soberanía de nación alguna. Mejor que los patriotas postizos hablen claro y dejen a otros la defensa de nuestra soberanía. Eso sí sería un gran servicio a la nación.

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