La Jornada Semanal, 18 de enero de 1998
Octavio Bajonero, maestro fundador del Taller del Molino de Santo Domingo, recuerda que en su infancia, en su natal Charo, Michoacán, unas cuantas personas hablaban el pirinda, lengua nacida casi seis siglos atrás con la alianza de los mexicas y los tarascos. Ya en la ciudad de México, mientras trabajaba en su taller de grabado y escuchaba música en Radio UNAM, una voz interrumpió la programación para dar la noticia de que ese día una lengua indígena había muerto. El último hablante del pirinda, don Manuel García, había fallecido, y con él un idioma. Bajonero nunca sospechó que su anciano vecino fuera tan importante y que el final de la lengua de sus ancestros estuviera en la proximidad. El artista michoacano reconoce también en el grabado un lenguaje vigoroso, pero algunas de sus técnicas son percibidas como especies en peligroÊde extinción. Las posibilidades de reproducir imágenes hechas por artistas y de masificarlas mediante tecnologías electrónicas, colocan, paradójicamente, a las viejas técnicas del grabado en una posición elitista. Lo que nació como un recurso para hacer más accesible el arte a los bolsillos de un mayor número de gente, hoy de nueva cuenta se vuelve un privilegio. Bajonero sostiene que las técnicas del grabado, especialmente las de color, viven un momento difícil de permanencia.
Huellas del grabado en México
Las influencias en la gráfica mexicana responden a diversos orígenes culturales y geográficos; así lo refleja la exposición en la Galería Siglo XXI, del Centro Médico del mismo nombre, que permanecerá abierta todo enero de 1998: ``La marcha del grabado mexicano en el siglo XX''. Octavio Bajonero es representante activo de las principales escuelas de la gráfica mexicana: El Taller de Gráfica Popular y el Taller de Grabado del Molino de Santo Domingo (TGMSD), además de ser maestro de varias generaciones de artistas plásticos, coleccionista de obras de arte y pintor.
¿Cuáles son las raíces prehispánicas y de qué modo se amalgamaron con las europeas para producir el grabado que actualmente se trabaja en México?
-En el México prehispánico se inventó un sistema de estampación distinto al que trajeron los europeos. Los sellos o pintaderas eran piezas de barro que se empleaban en la cosmética para decorar el cuerpo en las grandes festividades y para estampar textiles. Hay pruebas de que además se utilizaba en el papel. Jorge Enciso dejó una investigación muy interesante y completa: recopiló unos mil sellos. Esa técnica es, justamente, la causa de que el grabado proveniente de Europa fuese asimilado con rapidez. Los primeros grabados llegaron entre los utensilios de los conquistadores: los naipes. Enseguida vinieron las imágenes de los santos. La conquista de México se hizo con la cruz y con la espada, pero la imprenta fue el instrumento que la consumó.
Una de las primeras escuelas donde se hizo y se enseñó grabado fue la de San José de los Naturales. A fray Pedro de Gante se deben tales enseñanzas. El primer grabador mexicano, alumnoÊdel anterior, fue Diego de Valadés, quien era hijo del conquistador Diego de Valadés y de una indígena tlaxcalteca. Sin embargo, hay versiones de que su origen es una leyenda y de que en realidad era criollo. Así pues, con la imprenta en México, en 1539, Juan Pablos comenzó a imprimir libros y grabados.
En el siglo XVII fue introducido el grabado en metal, y hacia fines del siglo XVIII, 1785, Gerónimo Antonio Gil fundó la Real Academia de San Carlos. Este personaje venía en realidad a hacerse cargo de los relieves de las monedas, es decir, de los grabados en buril. En el siglo XIX, hacia 1822, Claudio Linati de Prevost introdujo la litografía, después de lo cual aparecieron una serie de litógrafos que nos heredaron, en libros ilustrados, incontables imágenes de la ciudad de México y de sus alrededores. En ese siglo nació alguien que marcó de manera muy personal la historia del grabado en México, José Guadalupe Posada. Algunos críticos calculan que su producción fluctúa alrededor de los 20 mil grabados. Esos son los antecedentes más importantes para llegar al grabado actual.
-¿Qué talleres antecedieron al del Molino de Santo Domingo y cuál fue su herencia?
-En este siglo podemos reconocer un momento, considerado como el renacimiento del grabado mexicano: los años veinte, que coincide con el nacimiento de la escuela mexicana de la pintura. Por esos años llegó a México Jean Charlot, y en torno a él se reunieron varios artistas que más tarde serían grabadores, como Díaz de León, Fernández Ledezma, Roberto Montenegro. El primero de ellos se convirtió en uno de los grabadores más importantes, sobre todo en ilustraciones para libros. En 1937 tuvo lugar un gran acontecimiento: la creación del Taller de la Gráfica Popular, fundado por Leopoldo Méndez, Pablo O'Higgins y Luis Arenal; más tarde, se agregaron çngel Bracho, Ignacio Aguirre, Alfredo Salce y Castro Pacheco. En 1947 se fundó la Sociedad Mexicana de Grabadores, que puede ser considerada como contrapunto del Taller de la Gráfica Popular, pues sus miembros ya no querían seguir la técnica tradicional del grabado en linóleo, sino incluir técnicas diferentes y novedosas. No obstante, sus propuestas no lograron despojarse de la influencia del Taller de la Gráfica Popular, y terminaron pareciendo una mala copia de éste.
En los años cincuenta llegó Guillermo Silva Santamaría y le imprimió un fuerte impulso al grabado en color. Antes de ese año puede decirse que la historia del grabado en México fue una época en blanco y negro, pues es muy escaso el material en color que se produjo. Celia Calderón, una de las grandes grabadoras mexicanas, estudió en Inglaterra y en China diversas técnicas que luego enseñaría en la Academia de San Carlos, de donde egresamos numerosos grabadores.
En 1958 se inauguró la primera Exposición Bienal Interamericana de Grabado. Hubo artistas provenientes de todo el continente, desde Alaska hasta la Patagonia. En 1960 se repitió la bienal, pero ya un poco desairada. A partir de esto, el grabador Miguel çlvarez Acosta, en el periodo de Adolfo López Mateos, fundó el Organismo de Promoción Cultural Interamericana (OPCI), que le dio un fuerte impulso al grabado. En 1962 se organizó un convivio al cual asistió la mayoría de los grabadores mexicanos, además de dos japoneses. En 1964 se organizó un taller de grabado de dicho organismo en la calle Fray Servando Teresa de Mier. En 1969, por fin se inauguró el Taller de Grabado del Molino de Santo Domingo.
Un taller olvidado, un taller presente
-¿Cuál es el significado del TGMSD para las generaciones actuales, además del histórico, por supuesto?
-El taller se fundó en el edificio que albergó al primer molino de trigo en América, en el siglo XVI, en Tacubaya. A finales de la década de los setenta era ya un centro cultural en el que se reunieron, alrededor del taller de grabado original, otros talleres de grabado, pintura y escultura.
Casi tres decenios después, dentro de la magna exposición ``La marcha del grabado en el siglo XX'' -cuya museografía ofrece al espectador siete tiempos de nuestra producción gráfica-, en la sala Grabadores contemporáneos con trayectoria de taller, encontramos que varios grabadores del Molino de Santo Domingo están reunidos en ella porque su carrera se encuentra marcada por las inquietudes de transmitir conocimientos y realizar actividades en pro de la difusión del grabado.
Allí, en la entrada a la derecha, aparece una muestra de mi obra, como maestro fundador; hay obra de los primeros alumnos, como es el caso de Nunik Sauret, Juan Manuel de la Rosa, Flora Goldberg, Juan José Beltrán, Julio Chico -director del TGMSD de 1977 a 1979- y José Luis Farías.
En otras salas se encuentra obra de diversos grabadores del MSD, como José Lascarro -director del TGMSD de 1976 a 1977-, María Luisa Parraguirre, Eduardo Lozano, Philip Bragar, Alfredo Cardona -quien es director de la galería del Hospital Siglo XXI del IMSS-, Kijano (Carlos Maciel), Lucía Maya, Benito Messeguer, Teresa Olabuenaga, Elena Villaseñor, Adolfo Quintero. Casi todos estos grabadores estuvieron en el curso de grabado que organicé antes de abandonar el TGMSD, y que fue impartido por el maestro Mauricio Lasanski durante su estancia en México.
El grabado, de popular a elitista
-¿La xilografía ha evolucionado?
-No, únicamente se modifican los modos de utilizar la xilografía. Las técnicas del grabado llegaron a sus límites, son las mismas desde que éste nació. Lo que se ha transformado son los temas o motivos de cada época.
-¿Cómo ves la presencia de una técnica tan rudimentaria o artesanal frente a las posibilidades que abren los aparatos electrónicos, como el scanner, las impresoras de color y toda esa parafernalia que hoy en día emplean los diseñadores gráficos?
-Es un problema muy fuerte para quien está metido en la reproducción. Esa misma sensación, pero en otro nivel de espectacularidad, la tuvimos cuando apareció el offset, una técnica muy avanzada respecto de las del grabado. Las nuevas técnicas nos desplazan, eso es indudable, como alternativa de arte popular. Inevitablemente, nos convierten en una actividad estética de corte elitista. Nuestra crisis es existencial, porque el grabado es nuestra vida y nos resulta muy difícil abandonarlo para emplear nuevas tecnologías de reproducción que seguramente nos darán otros resultados. La xilografía es una técnica sumamente complicada y laboriosa, absolutamente artesanal, que obliga a una relación muy particular con el objeto de trabajo, con la obra, e impone un ritual que nos conduce por una experiencia personal. El contacto físico con el material es absolutamente íntimo, auténtico, cosa que no puedes tener con la computadora o, en su defecto, con el offset. Yo no invalido los resultados de las tecnologías electrónicas y su capacidad para masificar las ediciones, pero un grabado seguirá siendo el producto de la relación personal del artista con el material y con su técnica. Espero que aún falten muchos años para el anuncio de la desaparición de esta expresión estética: el grabado. Lo cierto es que es un lenguaje, un idioma, que cada día hablamos y entendemos menos personas.