La Jornada Semanal, 18 de enero de 1998
Cazador Georges Perec
C1 17 RCP
Compañía C-2o sección
Campo d'Idron
Pau
Pirineos bajos
Querido señor,
Marchas, carreras, deportes, técnicas de combate cuerpo a cuerpo, armas blancas, PM, FM, granadas, camuflaje, el agradable y pacífico civil que era se ha transformado poco a poco en un hipócrita comando de combate.
No hablo del contexto ideológico (el ideal del Para*), hablaré cuando ya no esté aquí (a propósito, al responderme evita utilizar un sobre membreteado de Lettres Nouvelles; no se necesita gran cosa para ser sospechoso de comunista con los inconvenientes comúnmente asociados a tal renombre).
Aquí reina un clima bastante asombroso -uno se acostumbra. Acepto mi novedosa condición porque sería poco inteligente, viendo los argumentos generalmente utilizados por mis interlocutores, oponerse de manera sistemática; simplemente me contento con enumerar los principales mitos con los que mis colegas se alimentan: superioridad de la raza blanca, el valor de un puñetazo en la boca, de un culatazo en la boca, de un botellazo en el vientre, de un taburetazo en los omóplatos, de una patada en la tibia -por no mencionar otras locuras.
Bah, no pasa un día sin pena -tengo la cabeza vacía, las ideas nimbadas y el cuerpo muerto.
Intento vanamente leer Go Down Moses de Faulkner.
Mi libro se hace como un café filtrado: gota a gota; las frases vienen, se olvidan, vuelven, se graban poco a poco. Se llamará La Noche, será una historia bastante inquietante, bastante trágica. Quizá del género de las películas de Ingmar Bergman (Sonrisas de una noche de verano, La noche de los extraños). La historia de dos jóvenes que se encuentran, viven un tiempo en una suerte de simbiosis, después se destruyen inexorablemente. Cuento con tener un plan un poco más completo y haber escrito pasajes esenciales hacía fines del año.
Aquí la única belleza presente es la de los árboles, del cielo -las hierbas húmedas, los charcos, el agua que ofrece a mis ojos ávidos de recuerdos los reflejos de Fautrier o de Zao-Wou-Ki.
Extraño la música, los amigos -vivo solitario, un poco protegido por mi silencio-, mis compañeros me conocen huérfano: aceptan que soy reservado -me presto al juego.
Aún no he escrito a Duvignaud. Ni a París.
Es casi todo.
Hasta pronto.
Recuerdos a la revista.
* Paracaidista militar [N. de la T.].