La sin razón de Don Quijote hizo de una venta del camino altiva fortaleza almenada y de un ventero burlón su alcalde y caballero. En la misma forma que de una moza labradora formó a la soberana Dulcinea y también a las dos mosas del partido, de dos princesas de la hermosura. Y la exaltada fantasía de Don Alonso, señor nuestro por todos los siglos, vio como alcurniada señora le calzaba la espuela y otra le ceñía la espada. Nadie puede avergonzarse después de esto de ver alguna vez los sueños más inverosímiles, porque también los vio el más grande soñador que vieron los nacidos.
Si Don Quijote tuvo desbocada la fantasía y el juicio desquiciado, también acabó sus días en posesión del más cabal conocimiento, cuando hizo famosas aquellas palabras, casi las últimas, según las cuales (en la nidos de antaño no hay pájaros hogaño) siguiendo su ejemplo, también los locos de juventud, pueden acabar santamente en paz. Eloy Cavazos es un ejemplo de lo anterior, después de inventar el toreo, sin que existiera tal, terminó haciendo un toreo de verdad con cuatro pases por alto y el remate hundiendo la cabeza del burel en la arena que ahí quedó.
Así, Eloy Cavazos hipnotiza a la afición e hizo de novillos de mazapán de Don Fernando de la Mora, que le deparó la suerte, toros con trapío, leña, casta, y muerte en los pitones y de un toreo picaresco y ventajista una faena al final de su segundo toro que pasará a la historia. Eloy envolvía a la plaza con su toreo trapasero como si toreara en la perpendicular de testuz del toro y de frente. En la misma forma que detrás del misterio, de (eso sí) su arrolladora simpatía, forjaba en la mente del aficionado su toreo al gusto de su fantasía, cascabelero y bullidor que nos ayuda a medio cubrir la depresión que nos envuelve a los mexicanos.
Eloy Cavazos, experto en sintonizarse con el público, le abre la imaginación desmesuradamente, al igual que se la abre él, y le hace ver lo que no existe; extrañas alucinaciones, en las que pareciera cita a toros cinqueños de muerte a la distancia justa, dando el medio pecho, entre los pitones, desde la cual se trae toreado al burel en la bamba de la muleta con la mano izquierda de dentro afuera y de fuera a dentro, cuando en realidad hace un toreo perfilero de medios pases, con el pico de la muleta.
Eloy Cavazos, simpatía a raudales es el pícaro más grande que pisa los ruedos (con un sitio y un medida de las distancias de los toros a los que muy pocos acceden) y despide a los públicos soñando de sus propias fantasías en sueños en que Eloy les trasmite su entusisamo como gran maestro de los títeres pero... (oh sorpresa) al final de la faena su segundo toro le ha dado cuatro pases por alto llevando al toro muy toreado que fueron torería pura; cuatro lamentos, cuatro agonías, cuatro cantos de muerte !cuatro ayudados por alto, negros más negros que la oscuridad de la plaza! y como remate el estoconazo en todo lo alto paseando a la perfección al torillo para que surgiera el grito tronador de ``torero torero'', las orejas y el rabo... la apoteosis cavacista borrando del ruedo a sus alternantes.