Jorge Hernández R.*
Quimeras y realidades

Ahora que el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) se ha abierto a la comunidad científica nacional, estamos seguros de que recibirá un talud de opiniones y críticas, eruditas y prolijas. Quizá tenga que formar comisiones evaluadoras y dictaminadoras sobre las opiniones que reciba. De todas ellas, ¿cuántas y cuáles ya conocerá? De si sus procedimientos evaluatorios son justos o equívocos; si se cuantifica, se califica o las dos cosas; si el número de citas es normal, anormal o sublime, o si las reglas deben ser las mismas para todas las áreas de investigación: la básica, por llamarle de algún modo, y la tecnológica, de otro. Y como ha provocado desgastes esa diferencia artificiosa, pues la investigación científica se debe apegar a los preceptos ligados con la ciencia, y ésta es universal, un estilo de pensar y abordar los problemas de la vida, tecnológicos o no. El mismo valor científico debe tener un trabajo de investigación que resuelve una pregunta de orden técnico como el que aborda un problema puramente teórico, y ambos pueden tener influencias recíprocas. En principio, lo que debe evaluarse son las características intrínsecas de un proyecto: originalidad, enfoque metodológico e importancia de sus planteamientos y resultados, que lo definen como científico, enfocado o no a la solución de un problema teórico o técnico o un híbrido.

Muy relacionado con esos criterios de evaluación está otro punto derivado de lo que podría definirse como chauvinismo a la inversa, agudizado durante el hiperálgido periodo alzatiano. Me refiero a la cuasi satanización de las revistas nacionales como vehículos para la publicación de artículos de investigación. Huelga el comentario ya muy trillado, pero cierto: revistas patito hay en México y en el extranjero. Afortunadamente, en ambos casos hay honrosas excepciones que cumplen su cometido de hacer llegar la información a grupos especializados en el país y algunas fuera de él, especialmente en Latinoamérica. Pero, ¿a quién se dirige la evaluación? ¿A la revista o al investigador? El examen debe concentrarse específicamente en la calidad del trabajo publicado. Si es bueno, debe dar puntos al o a los autores, independientemente del carácter de la revista, que no está en este caso a juicio. Existen trabajos muy buenos que se publican en los boletines de algunas sociedades. Ya será a criterio del investigador y su grupo o de la recomendación del comité si se publica en otro tipo de revistas.

Esa apertura hace que surja otro tipo de preguntas. ¿Es el SNI actual, esencialmente en infraestructura y objetivos, diferente al inicial de 1984? Si es así, ¿podrá realmente enfrentarse a retos que no se planteó al principio, como ser una instancia ``rectora de la política científica del país''? Cito palabras de su actual directora en una reunión con investigadores, de esas en las que el tiempo se agota en presentaciones de cómo llenar los formatos, si el lenguaje del disco es el apropiado o no y en describir criterios de evaluación que no siempre se aplican.

Es bien sabido y aceptado que el SNI nació con forceps bajo la presión de la penuria de la comunidad científica mexicana, con el carácter de una agencia oficial de prestaciones económicas y la encomienda de implantar un sistema de mejoramiento de los ingresos de los investigadores. Se cumplió. Primer punto bueno. Pero alguien diría: ``Quítate el ordinal, único punto bueno''. ¿Por qué? Pues porque se abrió la ventanilla de prestaciones, se pusieron los evaluadores y, de acuerdo con el cristal del monóculo y el brillo de la pieza a evaluar, se autorizaba (y se autoriza) un apoyo económico suplementario al salario, grande, mediano o chico, con el nombramiento de enrolado en el sistema. Todo eso provocó una reacción tetravalente: 1. ¡Qué bueno que me tocó! 2. ¡Chin, no me tocó y me debería tocar! 3. ¡Esto no es salario y puede desaparecer mañana! 4. ¿Qué quiere decir investigador nacional? ¿Por qué no regional, estatal, local? ¿O sería que este nombramiento implicaba posibilidades como tener más facilidades para trabajar, colaborar y desarrollar proyectos a nivel nacional?

El SNI está entrando a la pubertad, cronológicamente hablando, pero curiosamente su estructura y función siguen igual que en su periodo neonatal. Recibe solicitudes, las evalúa y aprueba o no si las apoya. Cumple su definición inicial, sigue siendo un sistema de administración de prestaciones. Todos sabemos que ha tenido influencia en las actividades de la comunidad científica. Ha generado algo característico en la historia natural de todo financiamiento: fuerza política. Un dividendo nada despreciable para los políticos de la ciencia. Probablemente durante su desarrollo haya adquirido otros rasgos que podrían serle útiles para un supuesto cambio y descubrir, si se llevara a cabo un análisis autocrítico serio, el impacto que demostrablemente haya tenido en el quehacer científico nacional durante su corta existencia. Y entonces no sólo preguntar ¿cómo me ven?, sino plantear sus propios cuestionamientos y mostrar que conoce sus posibilidades reales de cambio para transformarse en ``rector de la política científica''. Esta es una pretensión seria que implica un salto importante en su desarrollo neotécnico, que necesitaría cambios radicales en sus objetivos y estructura. Mantener dicha pretensión sin los cambios necesarios convertiría al SNI en una quimera.

* Investigador del Cinvestav