¿Internacionalizar? Chiapas
Tan incómodo como inevitable es que la prensa y diversos organismos internacionales se ocupen de lo que sucede en el país. La matanza de Acteal ha recorrido el mundo y ha merecido toda clase de reacciones, desde la condena más elemental y generalizada, hasta pronunciamientos con otro tipo de intenciones. Frente a esos hechos inevitables, preocupa la falta de sensatez de algunos actores domésticos. La sensibilidad internacional habría que tomarla como un dato de la realidad. Ahora bien, tan condenables son aquéllos a quienes les causa alergia cualquier mención de México y consideran que ello es prueba de intervencionismo, como aquéllos que promueven en el extranjero castigos y medidas cuyas consecuencias podemos llegar a padecer todos.
Los primeros parecen seguir atados a un mundo que operaba sus relaciones bajo otras reglas; hacer un exhorto al diálogo y a la construcción de una paz digna en Chiapas, como el que hizo el parlamento europeo, no me parece que sea una tragedia. Hay sí, por supuesto, matices que se pueden introducir, y en efecto la prensa reporta intervenciones de algunos eurodiputados que denotan una posición tomada en el conflicto en favor de alguna de las partes, y planteamientos inaceptables, pero el comunicado, como corresponde al de un órgano colegiado, no se caracteriza por su beligerancia. Acaso en la arena internacional también se han extrañado explicaciones que se hagan cargo de la complejidad de la circunstancia chiapaneca.
Sin embargo quienes promueven la idea de llevar la condena internacional a otros derroteros y sugieren sanciones, cancelación de acuerdos o revisión de tratados, me parece que comulgan con una visión muy limitada de la diplomacia en la que los objetivos de corto plazo impiden ver las consecuencias en el largo plazo de sus acciones. ¿Qué beneficios podría traer al país, por ejemplo, la cancelación de acuerdo con la Unión Europea que no fuera perder oportunidades comerciales y exacerbar aún más los ánimos internos? Me parece que la sensibilización internacional del problema ya se ha producido, y que de hecho esa presión ha jugado en sentido positivo al urgir a las partes a buscar una pronta solución.
Pero llevar más allá la crisis chiapaneca en la arena internacional puede traer consecuencias indeseables. Lo que seguiría a una suerte de bloqueo comercial por razones políticas serían las propuestas de internacionalización de la mediación. Creo que todos perdemos; no sólo habría un claro retroceso diplomático en el que la voz de nuestro país perdería autoridad en cualquier foro internacional; no sólo se abriría la posibilidad de convertir a Chiapas en la coartada perfecta para prácticas proteccionistas de muchos de nuestros socios, sino sobre todo implicaría asumir la incapacidad política para resolver los asuntos importantes.
En ese sentido me parece que las energías habrá que dirigirlas justamente a propiciar internamente las condiciones que hagan viable una solución al problema en Chiapas, más que a convocar a que la comunidad internacional haga eco de la visión de paz que tiene una de las partes. La construcción de la paz, de nuestra paz, nos compete en exclusiva a nosotros. Concentrémonos en ello, lo otro puede ser jugar con fuego.