Muchos mexicanos pensamos que, debido a que tenemos una gran extensión de litorales, deberíamos tener una enorme riqueza marina; sin embargo, esa apreciación responde a una falta de conocimiento sobre nuestra realidad pesquera. Además, como es costumbre en nuestro país, el gobierno poco había hecho para determinar con precisión cuál es su potencial pesquero y qué flota se requiere para poderlo aprovechar. Desde luego, como se aprecia en el texto central de esta sección, existen más barcos y plantas procesadoras que los recursos con que contamos.
Dentro de la problemática de la investigación que pudiera impulsar el aprovechamiento adecuado de dicha riqueza, los actuales sistemas de evaluación de investigadores tienden a minimizar y menospreciar el trabajo que los especialistas en pesca realizan. Organizaciones como el Sistema Nacional de Investigadores o los programas de incentivos a la productividad académica tienden a desconocer los esfuerzos de investigación aplicados a la resolución de problemas prácticos y necesarios para el país, dado que no encajan dentro de los cánones de excelencia establecidos por esas instituciones.
En resumen, a la investigación pesquera se le han aglutinado dos
errores que ponen en serio peligro el futuro de esa disciplina. El
primero es una falta de atención del gobierno en cuanto a la necesidad
de evaluar adecuadamente la riqueza y aprovechamiento de nuestra
fuerza pesquera, la cual desde hace muy poco se ha intentado
determinar; el segundo, por parte de las comisiones dictaminadoras del
Conacyt, el SNI, etc., que evalúan negativamente los trabajos de
investigación aplicados a resolver problemas cuya solución inmediata
podría redituar grandes beneficios a la sociedad mexicana en su
conjunto. Valdría la pena reflexionar sobre la necesidad de atribuirle
el mismo rango de importancia a la investigación aplicada a problemas
nacionales que a aquella que tradicionalmente se le ha llamado