Necesario, revalorar la investigación y aplicarla para resolver problemas nacionales inmediatos

Sobrexplotación de los recursos pesqueros

Pensar que porque tenemos 11 mil kilómetros de litoral, 2 millones 900 mil kilómetros cuadrados de zona económica exclusiva en mar abierto y 7.5 millones de acres en aguas interiores nuestros recursos pesqueros son inagotables nos ha conducido a generar una expectativa muy grande respecto de nuestra riqueza marina. Es un error de apreciación y una falta de conocimiento biológico-pesquero de nuestra realidad. Es cierto que México está entre los primeros cinco países a nivel mundial en biodiversidad marina, pero la variedad es más difícil de comercializar, reponer y aprovechar.

Por otro lado, apenas hace unos cuatro años se empezó a cuantificar con precisión -mediante el programa prioritario de las pesquerías- el tamaño de nuestra riqueza pesquera y de la flota que puede aprovecharla. Hasta hace poco descubrimos científicamente que la riqueza de nuestros mares no es tan grande como se había venido diciendo en el discurso oficial y financiero -un potencial de extracción pesquera de 8 millones de toneladas, cuando la captura de peces se ha estabilizado en un millón 650 mil toneladas-: hay más barcos y plantas procesadoras que las que nuestros recursos pueden soportar. Nuestra riqueza es finita.

Otro mito es pensar que el mar es tan grande que podemos contaminarlo y ambientalmente no le va a pasar nada, una idea romántica que se manejó en la Europa del siglo XIX: es inagotable y los peces ponen tantos huevecillos que nunca les podremos hacer nada. Ambas son ideas falsas ya que el mar, aún el abierto, se contamina y a los peces más prolíficos los podemos acabar al sobrexplotarlos.

Estos son algunos de los problemas que, desde una perspectiva científica, aborda la investigación pesquera, una disciplina que a pesar de su importancia no es valorada por un Sistema Nacional de Investigadores que privilegia el desarrollo de la ciencia básica y menosprecia a quienes aplican sus conocimientos para resolver problemas inmediatos. El cuerpo directivo del Instituto Nacional de la Pesca (INP) de la Semarnap -Antonio Díaz de León, Pablo Arenas, Oscar M. Ramírez, Alfredo Sánchez Palafox y Porfirio Alvarez- se refirió en entrevista a los principales obstáculos que enfrentan quienes se dedican a la investigación pesquera en México, agrupados por la reportera Patricia Vega en cinco grandes rubros que se presentan aquí como las horas de un reloj que indica la secuencia de esos problemas pendientes.

1. Falta de vinculación de las universidades con los problemas nacionales. La disciplina aplicada en el área de ciencias del mar es la investigación pesquera. Tiene la relación más directa tanto con los recursos naturales como con la tecnología de la captura. Sin embargo, entre la veintena de instituciones de educación superior que se dedican a la investigación marina muy pocas ligan sus estudios con los fenómenos de extracción y captura de los recursos pesqueros.

El 95 por ciento de los que realizan investigación pesquera en el país son oceanólogos que hasta hace muy poco tenían una preparación más de tipo físico, o incluso químico, del estudio de los mares, y biólogos con una formación naturalista del siglo pasado.

En la mayoría de los institutos de ciencias del mar cuando mucho se imparte una materia de biología pesquera en el último año, pero en ninguna universidad del país existe una currícula orientada a formar a un científico en la materia específica; quizá la UAM tenga un buen intento en su área de hidrobiología, o en Veracruz, con los ingenieros pesqueros.

Los científicos que producen en el campo de las ciencias del mar están preparados para reproducir en un laboratorio experimentos que pueden llevarlos al SNI y con el fin de obtener puntos; pero existen generaciones enteras que, en el mejor de los casos, dan clases en secundaria, bachillerato o la universidad.

La ciencia pesquera sigue siendo algo muy secundario: es una actividad que no toma en cuenta el Sistema Nacional de Investigadores; sin embargo, México necesita que los conocimientos científicos se apliquen para ayudar a dar una respuesta rápida a los problemas que enfrentan la población y el país.

2. ¿Qué papel juega la ciencia en la tecnología pesquera? En México, el desarrollo de la investigación en materia de tecnología pesquera ha sido muy precario: poseemos la infraestructura para extraer los recursos pero no para procesar el producto y poder tener más competitividad a la hora de venderlo. Es otra parte que afecta a la explotación, lo cual también tiene que ver con el desarrollo tecnológico.

Actualmente se prepara el catálogo de artes de pesca permisibles en el país, buscando los métodos más amistosos con el medio ambiente y con el estado de salud de los ecosistemas marinos. El objetivo es generar líneas de acción que permitan elaborar políticas de intervención racional en la explotación de los recursos pesqueros.

Sin embargo, uno de los obstáculos más graves es el financiamiento de la investigación pesquera: se piensa que como el Instituto Nacional de la Pesca es una dependencia del gobierno, sus recursos deben provenir exclusivamente del presupuesto federal sin la participación del Conacyt. El reto es, entonces, abrirse a competir académicamente sin descuidar la vinculación con el sector productivo.

Justamente, la falta de capacitación y de desarrollo tecnológico en el sector pesquero se deriva de la rigidez de los sistemas curriculares de las universidades, cuando la investigación podría jugar un papel importantísimo en el desarrollo tecnológico de artes y métodos de pesca más compatibles con el medio ambiente.

3. Sobrexplotación. No hay una relación directamente proporcional entre la extensión de nuestro litoral y la abundancia de los recursos pesqueros del país. La crisis económica es el pretexto para generar mayor presión en dichos recursos: primero, por una necesidad propia de desarrollo, y segundo, porque a la vez necesitamos explotarlos.

Sin embargo, no sólo en México, sino a nivel internacional, es necesario hacer un uso racional de las riquezas del mar. Es aquí donde el INP juega un papel vital: proporcionar la información científica para que las autoridades cumplan sus funciones de orientación, planeación y regulación del sector pesquero.

El principal reto es tener que desarrollar una investigación de alta solidez académica y, por otro, de alta aplicabilidad para que el sector productivo pueda ponerla en práctica.

Mientras el sector académico de las diversas instituciones dedicadas al estudio de las ciencias del mar no tienen la responsabilidad de dar una opinión directa sobre el manejo de un recurso y sus investigaciones pueden tardar hasta cuatro o cinco años, en el INP los investigadores tienen que proporcionar información que permita impulsar la pesca de determinadas especies y restringir la de otras.

Es, en síntesis, decir: aquí sólo hay 100 toneladas de ésto y sólo caben 50 lanchas. El exceso de capacidad en la industria y en la flota pesquera producen sobrexplotación, agotamiento de bancos, impactos ecológicos. Ello y el sobredimensionamiento de la flota obedece a una política que existió durante muchos años y que ahora se trata de revertir.

4. Problemas de la actividad pesquera que la investigación no resuelve. Además de la sobrexplotación se enfrenta el gran problema de captura de fauna incidental, es decir, cuando se tira una red y se pesca lo que no se quiere, actividad que ocasiona perturbaciones ecológicas.

Tenemos el ejemplo del camarón o el problema del atún-delfín que nos metió en un embargo ante Estados Unidos del que acabamos de salir: las sanciones por matar delfines cuando lo que se quiere es capturar atunes. La pesca de fauna incidental es un problema internacional: 25 por ciento de la captura mundial se tira por la borda porque no tiene mercado y es un problema muy grave que produce daños ambientales en términos de ecosistemas.

Otra tarea para los investigadores pesqueros sería ofrecer sus conocimientos para evitar la destrucción y el deterioro del hábitat costero: una gran porción de las especies comerciales en México pasan parte de su ciclo vital en hábitats cerca de litorales que están siendo destruidos e impactados -como el caso del mangle- por desarrollos urbanos, turísticos, agrícolas y acuícolas. Hay una problemática ambiental que afecta a la pesca.

5. Derechos de propiedad. La indefinición en los derechos de propiedad de los recursos pesqueros genera sobrexplotación de los mismos, sobrecapacidad de extracción y, finalmente, disipación de la renta. El artículo 27 constitucional señala que los recursos son propiedad de la nación; y es a través de autorizaciones, permisos y concesiones que se pueden asignar semiderechos de propiedad.

En el país ha habido una práctica de promoción de la actividad pesquera tan grande que el esquema de autorizaciones de explotación se ve como derechos de propiedad. Y cuando el gobierno dice ``puedes entrar a donde quieras'' sin ninguna planeación, se le hace un mal favor tanto al inversionista como al recurso pesquero. Esta ha sido la historia, en general, de los últimos 60 años: una actividad ad infinitum de promoción y ahorita que empieza a haber fallas en la captura potencial se culpa a factores exógenos como El Niño, pero en realidad el problema de raíz es la falta de racionalidad en la explotación del recurso.

Cuando el general Lázaro Cárdenas dio por primera vez seis especies reservadas -las más importantes- a las cooperativas, creó un mecanismo de apoyo para los cooperativistas y sentó las bases de un desarrollo pesquero moderno en el país. Las políticas sociales de Cárdenas eran apropiadas en su momento, representaban el desarrollo reivindicatorio de la Revolución Mexicana, pero el problema es que no evolucionaron con el paso del tiempo.

Recientemente es cuando se empieza a decir: ``Cuidado, señores, los recursos no son infinitos''. En el Instituto Nacional de la Pesca tenemos datos científicos sobre el estado -hay poco, mucho o nada- de las principales pesquerías del país, con el propósito de orientar la actividad económica hacia unas y restringirla en otras, para hacer un uso racional de nuestros recursos pesqueros.