La Jornada martes 20 de enero de 1998

Miguel León-Portilla
Chiapas en el destino de México

Chiapas formó parte de otra entidad política, la antigua capitanía de Guatemala, y eligió libremente ser mexicana. Ello ocurrió poco después de consumada la independencia nacional. Puede afirmarse así que Chiapas se unió libremente al destino de México.

El territorio chiapaneco es bastante extenso, cerca de 74 mil kilómetros cuadrados. En él existe una gran variedad de recursos naturales. Con Tabasco es uno de los estados más ricos desde el punto de vista hidrológico. Tiene abundantes lluvias y caudalosos ríos. En sus sierras, en los Altos de Chiapas y en la selva Lacandona hay grandes bosques. En sus mesetas y planicie costera prolifera la agricultura. La ganadería es otro importante recurso. En el subsuelo chiapaneco hay grandes yacimientos de petróleo y gas natural. Sus extensos litorales están abiertos a la pesca. En fin, sus bellezas naturales, zonas ar-queológicas y monumentos coloniales hacen de Chiapas entidad privilegiada.

Pero a pesar de tan abundantes recursos, perdura en Chiapas una lacerante situación de pobreza, marginación y aun miseria. Ello es sobre todo verdad entre los tzotziles, tzeltales, tojolabales, mames, choles, lacandones, zoques y otros. Las diferencias sociales y económicas respecto a los terratenientes y privilegiados se antojan inverosímiles.

Aislada Chiapas en muchos sentidos, aunque en ella se han construido grandes presas y su capacidad de producción de energía eléctrica es la más grande de México, esto y la explotación de otros recursos poco benefician a la mayoría de los chiapanecos. Corrupción, caciquismo, aislamiento, pobreza y miseria de muchos hacen recordar las lacras que denunció allí mismo hace siglos fray Bartolomé de las Casas. ¿Por qué la unión de Chiapas a México no ha hecho posible superar tantos males?

Sus pueblos originarios han alzado varias veces su voz para liberarse de la opresión en que han vivido. Así, durante el periodo colonial y luego en el siglo XIX, varias veces se levantaron en armas los tzotziles, tzeltales y otros. Vicente Pineda habla de esto en su libro Historia de las sublevaciones indígenas en el estado de Chiapas, publicado hace más de un siglo, en 1888. Condenando siempre a los indios, muestra cómo todos los levantamientos fueron sofocados a sangre y fuego. Nunca hubo diálogo. Prevalecieron la violencia y el desprecio.

En Chiapas, una vez más, sus pueblos originarios han levantado su voz y han tomado las armas. Son miles los tzotziles, tzeltales, tojolabales y otros que, como en tiempos pasados, se alzaron, no quedándoles, al parecer, otro camino para ser oídos. El gobierno federal ha sostenido conversaciones con los alzados. Se dijo que se habían logrado unos acuerdos, los de San Andrés Larráinzar, pero éstos no han sido reconocidos. Lo que los pueblos originarios demandan -autonomía en sus territorios ancestrales, representación en las cámaras, respeto a sus lenguas y costumbres, apoyo para su desarrollo sustentable- no es una quimera. Tan no lo es que, como lo he mostrado en varias ocasiones, el iniciador de la moderna antropología en México, el doctor Manuel Gamio, señaló todo esto como requerida respuesta nada menos que desde 1916.

¿Cuál va a ser el destino de Chiapas y su influencia en el de México entero? Veo dos posibles escenarios. Uno es muy sombrío y debe darnos pavor. ¿Se repetirán sucesos como la matanza de Acteal y la represión también sangrienta en Ocosingo, tan siniestros que han conmovido al mundo? ¿Será destino de Chiapas provocar que en otros muchos lugares de México proliferen los focos de rebelión? Los hay ya en Oaxaca y Guerrero.

Chiapas está haciendo una llamada de atención que concierne al destino de México. ¿Podrá reabrirse el diálogo? El mundo entero y millones de mexicanos esperamos, exigimos ya una respuesta.

Esto nos lleva al otro posible escenario, el que ojalá se convierta en realidad. Es decir que cuanto está ocurriendo en Chiapas desemboque en una transformación: al fin sean oídos los pueblos originarios y se reconozcan sus derechos. Autonomía no es soberanía. Los pueblos originarios tienen derecho a la autonomía y a ser atendidos en sus otras demandas. Esto en modo alguno fragmentará al país. Si el diálogo abre el camino al acuerdo -y debemos actuar en su apoyo- Chiapas habrá puesto un ejemplo a todo México y también al mundo entero.