A don Arnaldo Orfila
Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal, ha estado en la mira del gobierno desde que se inició la rebelión en Chiapas. Desde enero de 1994 se le ha querido involucrar directamente con el EZLN, como lo probarían: 1) un documento atribuido a Inteligencia militar con fecha del 17 de enero de 1994, clave CID-25, CIO-02, titulado ``Grupos irregulares en Chiapas'', 2) los intentos de sacarlo de la diócesis con la complicidad activa de Prigione (embajador entonces del Vaticano en México), 3) los ataques de escritores a sueldo contra la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) y su presidente, 4) las recientes declaraciones (9/1/98) del general José Gómez Salazar, actual comandante de la VII Región militar en Chiapas, y 5) el artículo del vocero gubernamental Jorge Fernández Menéndez en El Financiero (19/1/98).
En el citado documento del 17 de enero de 1994 se incluyen copias de recibos telefónicos de Carlos Lenkersdorf y de la Misión de Guadalupe, con domicilios en Comitán, Chiapas, de octubre y mayo de 1993, con los que se intenta sugerir que hay involucramiento con el EZLN en combinación con la Diócesis de San Cristóbal, pues hay registro de llamadas de larga distancia con ésta. En la conferencia de prensa del general Gómez Salazar del 9 de enero de 1998 se presentan como ``pruebas'' de este involucramiento precisamente un libro en tojolabal escrito por Carlos Lenkersdorf y otros libros de Samuel Ruiz, supuestamente encontrados en un campamento zapatista en Yalchiptic, Altamirano junto con algunas armas y aparatos electrónicos.
Fernández Menéndez, por su lado, propone sacar a Samuel Ruiz de la intermediación ``porque es parte interesada en el conflicto''. La Conai, formada por Pablo González Casanova, Oscar Oliva, Juan Bañuelos, doña Conchita Calvillo de Nava, doña Juanita de García Robles y Raymundo Sánchez Barraza, entre otros, es para el columnista ``un parapeto para la labor política del obispo''.
¿Por qué esta saña contra Samuel Ruiz? En mi opinión, por una razón muy simple: porque el obispo significa una manera de ver la situación y el futuro de los indios que, en los hechos, resulta contraria a los intereses de quienes tienen y defienden el poder económico en Chiapas. En mi interpretación, el obispo Ruiz, quien por cierto no se inscribe en la Teología de la Liberación, se debe haber convencido por contacto con su diócesis (como supongo que le ocurrió al obispo Vera) de que había que rebasar las formas rituales tradicionales de la Iglesia católica para ``extender la palabra de Dios''. Esta forma peculiar se distingue de la tradicional en que, a diferencia de ésta que se encierra en una especie de círculo ritual, la que lleva a cabo el obispo es hacia el futuro, es decir hacia la emancipación de los indios a partir de los evangelios y de la filosofía implícita en el Exodo bíblico; esto es, que la miseria de los indios no es una fatalidad sino una consecuencia de la explotación y el despojo de que han sido víctimas por más de cinco siglos. En otros términos, crear conciencia de que la situación que viven los indios, en la lógica del cristianismo, no es algo inmanente o una fatalidad, sino algo que se podría superar sin romper con sus formas tradicionales de vida.
La guerra de contrainsurgencia que insiste en sostener el gobierno de la República, pese a las declaraciones y entrevistas de algunos de sus representantes (Labastida y Rabasa, por ejemplo), no sólo implica la presencia de militares y paramilitares en las acciones que están llevando a cabo y que son bien conocidas, sino también despojar de apoyos espirituales a los indios más pobres de Chiapas para sustituirlos por una dirección eclesial que les proponga el conformismo y el sufrimiento aquí en la Tierra para su salvación en la Eternidad.