La Jornada 22 de enero de 1998

Cristianismo y revolución

David Aponte, enviado, La Habana, 21 de enero Ť La potencia económica, política y militar más poderosa de la historia intenta un nuevo genocidio ``pretendiendo rendir por hambre, enfermedad y asfixia económica'' a Cuba, pero como ``aquellos cristianos atrozmente calumniados para justificar los crímenes, nosotros, tan calumniados como ellos, preferiremos mil veces la muerte antes de renunciar a nuestras convicciones. Igual que la Iglesia, la revolución también tiene muchos mártires'', dijo el presidente Fidel Castro en el discurso con que recibió esta tarde al papa Juan Pablo II.

Y el visitante hizo votos para que ``Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo, y que el mundo se abra a Cuba, para que este pueblo, que como todo hombre y nación busca la verdad, que trabaja por salir adelante, que anhela la concordia y la paz, pueda mirar el futuro con esperanza''.

Desde horas tempranas, e incluso la víspera, miles de cubanos salieron a las calles para hacer una enorme valla humana desde el aeropuerto internacional José Martí, pasando por la Plaza de la Revolución y el tradicional Malecón, hasta la nunciatura apostólica, ubicada en el exclusivo barrio de Miramar, donde el jerarca de la Iglesia católica pasará las cuatro noches de su gira cubana.

A partir del mediodía, niños, jóvenes, hombres, mujeres y ancianos ocuparon las calles del recorrido provistos de sillas y botellas de agua, mientras camiones de la Brigada de Policía recorrían la ruta, camionetas con altavoces llamaban una y otra vez a la ``disciplina, el orden y la organización'', y agentes de la policía provistos de toletes se ubicaban en las principales esquinas de la ciudad.

La visita del Papa convocó también expresiones e imágenes jamás vistas durante las casi cuatro décadas de la revolución, como los carteles gigantescos de Jesucristo y la colocación de una bandera de Estados Unidos por parte de los administradores del famoso Hotel Habana Libre, prácticamente tomado por las cadenas de televisión de ese país.

Poco antes, el coordinador de Asuntos Cubanos del Departamento de Estado estadunidense, Michael Rannenberger, había declarado que su gobierno no sabía si la visita de Juan Pablo II provocaría cambios profundos en la isla. De ser así --reiteró durante una rueda de prensa celebrada en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en esta ciudad-- la administración de Bill Clinton responderá con ``reciprocidad''.

También momentos previos a la llegada, miles de cubanos invadieron las calles habaneras. Por la calle 23, seminaristas vestidos de negro caminaban acompañados de decenas de jóvenes que portaban banderas de Cuba y del Vaticano. Los futuros sacerdotes cargaban también mantas con diferentes leyendas, entre ellas ``Cuba, abre tus puertas a Cristo, a Juan Pablo II''. En las cercanías de la avenida Paseo, que lleva del malecón a la Plaza de la Revolución, pasaban camiones de carga con decenas de personas a bordo que gritaban: ``Se ve, se siente, el Papa está presente''.

En las calles, los habaneros comentaban: ``¡ñoó, esto es una verdadera burundanga¡'', cuando la única actividad en esta capital fue la llegada del Papa y la búsqueda de buena ubicación en los lugares que recorrería más tarde el papamóvil, y en las inmediaciones de la Plaza de la Revolución, que el domingo será escenario de una misa a la que Fidel Castro convocó al pueblo. Incluso algunas tiendas del Estado cerraron sus puertas minutos antes de la llegada del representante del Vaticano. Y quienes no salieron a las calles, siguieron el histórico acontecimiento frente a sus aparatos de televisión.

Del Puccini al guaguancó

Poco antes de las 16 horas locales, el avión Giacomo Puccini de Alitalia aterrizó en el aeropuerto internacional José Martí, preparado para una recepción de jefe de Estado. A las 16 horas en punto, la tripulación abrió la puerta de la nave para que el personal de la cancillería cubana y de la nunciatura subiera al aparato y diera inicio el acto protocolario.

Cuatro minutos después, el Papa de 77 años de edad apareció a la vista de los cubanos, del presidente Castro y de miembros del cuerpo diplomático. Castro --seis años menor que su invitado-- fue el primero en aplaudir y agitar la mano para saludar al Papa, que descendió sin demasiadas dificultades.

Wojtyla tocó suelo cubano para iniciar así su viaje pastoral número 81. Estrechó la mano a Castro, con quien se entrevistó en El Vaticano en 1996, y quien lo condujo junto a cuatro niños cubanos que le alcanzaron una urna con tierra de la provincia de Pinar del Río, que besó. Mientras, se escuchaban los gritos de ``Juan Pablo II, te espera todo el mundo''.

Apoyado en un bastón, caminó por una alfombra roja hasta una pequeña tarima, donde lo esperaban dos sillas y un atril con micrófono. En el trayecto, miró su reloj y preguntó a Castro la hora. Ambos sonrieron. El avión de Alitalia había llegado a Cuba sin demoras.

Después de los himnos, las 21 salvas de artillería y la presentación de honores militares, el mandatario cubano comenzó a leer su discurso, en el que recordó desde las matanzas de indígenas durante la conquista española y la esclavitud de millones de africanos hasta los peligros que acechan a la humanidad --hambre, tráfico de armas y ``consumismo'' desenfrenado-- y los intentos por llevar a cabo ``un nuevo genocidio'' contra Cuba .

``La conquista y colonización de todo el hemisferio se estima que costó la vida de 70 millones de indios y la esclavización de 12 millones de africanos. Fue mucha la sangre derramada y muchas las injusticias cometidas, gran parte de las cuales, bajo otras formas de dominación y explotación, después de siglos de sacrificios y de luchas, aún perduran'', dijo el veterano líder revolucionario.

De traje azul oscuro en lugar del tradicional uniforme verde olivo que siempre lució en los actos públicos en este país, y frente a una enorme imagen del Papa colocada en la fachada del aeropuerto, Castro denunció que la potencia más poderosa de la historia, ``mucho más que la antigua Roma'' --en alusión a Estados Unidos-- intenta un nuevo genocidio contra ``un pueblo que se niega a someterse'' a sus dictados.

El Papa lo escuchaba atentamente, con la mano derecha colocada en la sien, y recibiendo el sol en pleno rostro.

El líder cubano, quien recordó experiencias personales durante su estadía en colegios privados católicos --como la enseñanza de que otras creencias constituían ``una horrible falta'', y la ausencia de respuesta ante la pregunta de por qué no estudiaban allí ``niños negros''--, sostuvo luego: ``pensamos igual que usted en muchas importantes cuestiones del mundo de hoy, y ello nos satisface grandemente. En otras, nuestras opiniones difieren, pero rendimos culto respetuoso a la convicción profunda con que usted defiende sus ideas''.

También recordó que su país ``luchó solo con insuperable heroísmo por su independencia'', y se preguntó: ``¿Qué podemos ofrecerle en Cuba? Un pueblo con menos desigualdades, un pueblo instruido al cual puede hablarle con toda libertad''. ``No habrá ningún país mejor preparado para comprender su feliz idea, tal y como nosotros la entendemos y tan parecida a la que nosotros predicamos, de que la distribución equitativa de las riquezas y la solidaridad entre los hombres y los pueblos deben ser globalizadas'', concluyó.

Juan Pablo II, en cambio, leyó un mensaje protocolario, en el cual refirió algunas de las dificultades de la Iglesia católica en la isla, y deseó que ``esta visita que hoy comienza sirva para animarlos a todos en el empeño de poner su propio esfuerzo para alcanzar esas expec- tativas con el concurso de cada cubano y la ayuda del espíritu santo''.

A continuación, el Papa se despidió de Castro y se dirigió lentamente al papamóvil para iniciar un recorrido en el que el pueblo cubano fue protagonista. Miles --algunos creyentes y otros convencidos ateos que siguieron la convocatoria oficial-- ocuparon banquetas, bardas, balcones y hasta árboles para observar el paso del vehículo. Médicos enfundados en batas blancas, jóvenes de camiseta con la imagen del Papa, hombres maduros de playera con leyendas como ``Creo en el Socialismo'', niños con globos amarillos e incluso algunos militares. De todo hubo en el recibimiento al ilustre invitado, como mujeres que lloraron al paso del Papa polaco a quien aplaudían al grito de ``ahí viene, ahí viene''. Miles saludaron, a lo largo de 25 kilómetros, el primer día de cinco de la visita pastoral de Karol Wojtyla, quien este jueves oficiará su primera misa en Santa Clara.


Bernardo Barranco V., La Habana Ť El momento esperado se produjo. El reloj parecio detenerse a las 3:59 horas para recibir al papa Juan Pablo II, quien fue tratado con enorme entusiasmo y con la colaboración del gobierno, que ofreció el día a los trabajadores para que salieran y lo saludaran. Un porcentaje significativo de la población lo recibió y vitoreó; la inicial tensión de la espera cedió a la euforia de muchos sectores sociales que desde temprano tomaron las calles, desfilaron y gritaron: ``Juan Pablo II, te quiere todo el mundo'', ``Juan Pablo, Cuba está contigo'', y cantando ``Ya llegó, ya llegó... Juan Pablo II ya llegó'', ante la sorpresa de muchos escépticos que no sólo no imaginaban estas escenas, sino que estaban seguros de que el gobierno de Castro no las toleraría. Aunque con lógicas diferencias de ánimo, puede compararse al ofrecido a los restos del Che hace solo unos meses.

El mensaje de bienvenida de Fidel Castro se convirtió en un discurso vigoroso, una denuncia casi apocalíptica del ``modelo idílico'' de la modernidad neoliberal. ``Son miles de millones los que padecen hambre y sed de justicia'' advirtió. Su tono frente a la Iglesia construyó el principio del claroscuro, el de las luces y sombras dialécticas de una institución que para bien o para mal se ha imbricado en la historia de nuestros pueblos. Fidel Castro, con la maestría de la experiencia, elabora cuestionamientos a la intolerancia religiosa, ostracismo, clasismo y racismo de un catolicismo excluyente, y al mismo tiempo reconoce los avances: un Vaticano II correctivo, las rectificaciones del Papa ante los episodios sangrientos de las Cruzadas, el caso de Galileo, el reconocimiento de los excesos de la Inquisición; y aunque no podía faltar una segunda denuncia sobre el asfixiante embargo de Washington, sin nombrarlo directamente, al que comparó con el antiguo opresor, el Imperio Romano, Castro no dudó en exaltar los logros de una revolución acosada y aislada.

El Papa, con su dominio escénico, saludó al pueblo cubano festejando una visita largamento acariciada y esperada. Presentó un mensaje predecible pero no por ello menos interesante. ``Hoy vengo a compartir con ustedes mi convicción profunda de que el mensaje del Evangelio conduce al amor... de modo que si un pueblo recorre este camino, es un pueblo con esperanza de un futuro mejor''. En otras palabras, reafirma la centralidad de los valores cristianos como alternativa única frente a ideologías e incertidumbres contemporáneas, receta social, insistentemente expedida en sus 81 viajes.

Y sin empacho, remata con una proclama que toca las fibras más sensibles tanto del sistema político cubano como de la estructura económica: ``mis mejores votos para que esta tierra pueda ofrecer a todos una atmósfera de libertad, de confianza recíproca, justicia social y paz duradera. Que Cuba se abra con todas sus magnificas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba, para que este pueblo... pueda mirar el futuro con esperanza'', pareciera ser la oferta de Wojtyla a esta Cuba acosada por el aislamiento económico y el descrédito cultural.

Fue el principio, si bien tanto Fidel como el Papa fueron moderados y respetuosos, mantuvieron intactas posiciones e intereses; tendieron puentes simbólicos, mostraron una actitud de apertura conciliatoria. ¿Continuará el Papa con un tono conciliador? ¿Matizará su impetuosa intransigencia interna? Lo veremos en esta visita, que promete enseñanzas y cauces que pueden ser novedosos.


Afp, Reuters y Ap, 21 de enero Ť Antes de su llegada a Cuba, y en improvisada conferencia de prensa a bordo del avión que lo trasladaba al país caribeño, el papa Juan Pablo II, alguna vez llamado el Angel Exterminador del Comunismo, aseguró que durante su histórica visita de cinco días hablará de la ``revolución'', pero que ``a diferencia de la propuesta por Castro y Lenin, la revolución de Cristo quiere decir revolución del amor: la otra revolución es el odio, la venganza, las víctimas''.

Pero también recomendó a Estados Unidos ``cambiar'' de actitud acerca del embargo que hace casi cuatro décadas sostiene contra Cuba, estimó que el legendario guerrillero Ernesto Che Guevara buscó durante su vida ``ayudar'' a los desposeídos, y dijo que le gustaría escuchar ``sobre todo la verdad'' de su anfitrión, el presidente Fidel Castro.

Ya en tierra cubana, su mensaje tuvo un tono protocolar que se centró en la Iglesia católica y en la independencia política de la nación caribeña, al señalar que los cubanos ``son y deben ser los protagonistas de su propia historia personal y nacional''.

Antes, Karol Wojtyla había dicho a los periodistas que lo acompañaban en el trayecto de 12 horas entre Roma y La Habana: ``Saben bien lo que pienso de los derechos humanos: lo mismo que dije en Polo- nia y en tantos otros países desde 1979''.

Cuando volvió a Polonia en 1979, por primera vez después de resultar escogido en 1978, el primer Papa no italiano en 450 años, Wojtyla dio un renovado sentido de identidad a los polacos, mientras que su apoyo al sindicato Solidaridad fue la fuerza más sólida que mantuvo con vida a ese movimiento obrero que luego se transformaría en el primer gobierno no comunista del entonces llamado bloque soviético.

``Mirad que ha terminado la noche, el alba se acerca de nuevo'', dijo en 1990 durante una visita a Checoslovaquia, cuando ya tenía la reputación de ser un flagelo del comunismo por su influencia en el colapso del marxismo en Europa oriental.

Hoy, el Papa insistió en que ``los derechos humanos son derechos fundamentales, y la base de toda civilización para regular la comunicación social. Llevé esa creencia a Polonia en mi confrontación... con un sistema comunista totalitario''.

Al ser interrogado hoy sobre la situación de Cuba, admitió que con la revolución se lograron avances en la educación y la salud, pero dijo esperar que ``también haya avances en el orden de la libertad humana, la dignidad de la persona''; sobre el Che, si bien estimó que ``deseaba seguramente ayudar a los pobres'', pidió dejar ``la tarea de juzgarlo'' a los tribunales de Dios.

El máximo líder de la Iglesia católica --que aparecía en buena forma, disponible y de óptimo humor-- consideró además que su visita a la nación caribeña es histórica, aunque dijo no saber qué resultará de su gira de cinco días, pues ``no soy profeta''.

Pero sí espera que Castro le hable francamente, y escuchar ``toda la verdad de su país, de las relaciones Iglesia-Estado. El presidente cubano sabe muy bien quién es el Papa. Si lo invitó debe saber de antemano lo que querrá decir el Papa'', insistió. Cuando se le preguntó qué mensaje enviaría a Washington con respecto al embargo que le impuso a Cuba en 1962, respondió: ``Que cambie, que cambie''.

Al pisar suelo cubano, para iniciar su gira número 81 en sus casi 20 años de papado, Juan Pablo II demandó que ``Cuba se abra con todas sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba''.

Ante Fidel Castro, autoridades y miles de personas que se reunieron para recibirlo, subrayó lo que espera de su visita a la isla: ``un mayor espacio para seguir sirviendo a todos en conformidad con la misión y enseñanzas de Jesucristo''.