Julio Boltvinik
Neoliberales contra el mercado

Se vinieron abajo los precios del petróleo. El secretario de Hacienda anunció un recorte en el apenas aprobado presupuesto, y algunas de las vulnerabilidades de la economía mexicana se hicieron evidentes (otras siguen ocultas). Casi al mismo tiempo se conoció el incremento de 108 por ciento en el déficit comercial en un mes al pasar de 347 en noviembre a 722 millones de dólares en diciembre. Las dos noticias muestran lo mismo: el modelo económico implantado en el país no tiene resuelto el equilibrio externo. Que, como mínimo, se requiere un cambio urgente en la política cambiaria. Además, pusieron en evidencia que el financiamiento de gasto público es sumamente dependiente de los impuestos petroleros. Que se requiere una reforma fiscal a fondo.

Las dos noticias pusieron también en evidencia la ``flexibilidad'' de principios con la que nuestros fundamentalistas economistas neoclásicos se manejan. En el gobierno de Miguel de la Madrid se empezó a esgrimir el argumento de que las gasolinas y la electricidad deberían venderse en México a precios internacionales para evitar los perniciosos subsidios que, según los libros de texto, distorsionan la asignación de recursos. Con base en ello se aumentaron los precios de los productos petrolíferos. Sin embargo, ese argumento se guardó en el cajón desde la abrupta caída de los precios del petróleo en 1986. La regla no escrita sería: los subsidios a los consumidores son negativos, pero los subsidios de los consumidores al gobierno son positivos. El IEPS (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios) a las gasolinas crece cuando baja el precio del crudo (que sirve para calcular los costos de producción), para ``lograr'' el precio predeterminado no por el mercado sino por la voluntad gubernamental. Es deir, al bajar los precios del crudo la captación por IEPS a la gasolina aumentará sustancialmente (podría pasar de 1.09 por ciento del PIB en 1997 a 1.57 por ciento según el Servicio de Administración Tributaria --SAT). Las gasolinas ya son más caras en México que en Estados Unidos, pero mientras en éste la baja en los precios del crudo se reflejará en el de las gasolinas, en México las autoridades han decidido que no sólo no bajará sino que se mantendrá el incremento programado, con lo cual acabaremos el año pagando por ellas alrededor del doble que en Estados Unidos.

Es la misma lógica que han venido aplicando a los salarios desde hace quince años. La determinación gubernamental de los niveles generales de salarios, no distorsiona la asignación de recursos si los salarios reales van a la baja, pero sería perniciosa, por sus efectos inflacionarios, se argumenta, si se tratara de aumentarlos. Por cierto que en este terreno el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas se ha anotado un éxito. Aumentó en 18 por ciento los sueldos de sus empleados de base, el mismo porcentaje que el PRD defendió como el aumento para toda la burocracia. Al parecer, esto influyó para que el gobierno federal que había ofrecido 12 por ciento de incremento salarial a su burocracia, acabó otorgando 14 por ciento al sueldo y 5 por ciento adicional en prestaciones, lo que suma un 19 por ciento de aumento. De ser auténtico el aumento en prestaciones, el aumento otorgado en el DF habría tenido un efecto de arrastre que podrá manifestarse después en otros ámbitos laborales.

Tanto funcionarios gubernamentales como muchos comentaristas de la prensa reiteraron la noción de que la economía nacional ya no es dependiente de las exportaciones petroleras, con lo cual han querido aislar una noticia mala de la otra también mala. Esto no es del todo cierto pero ha estado cubierto por un velo que lo ha hecho parecer así. A partir de 1992 los flujos brutos de importaciones y exportaciones de la industria maquiladora fueron incorporados en la balanza comercial. Antes su valor agregado se incluía en la balanza de servicios. Con ello se inflaron tanto las exportaciones como las importaciones, haciendo aparecer que el peso de las exportaciones petroleras es mínimo. Pero además, desde la apertura de la economía a finales de los ochenta, el Grado de Integración Nacional, GIN (proporción que el valor agregado representa del valor de las exportaciones) de la industria manufacturera no maquiladora (n.m.) ha venido disminuyendo dramáticamente (según Vázquez Tercero pasó del 91 por ciento en 1983 al 39 por ciento en 1994) haciendo de toda la industria nacional una maquiladora. Si se incluye a las maquiladoras el Gin total industrial en 1994 es de 32.6 por ciento. Si suponemos que el mismo GIN de 94 prevaleció en 97, de los casi 95 mil millones de dólares de exportaciones manufactureras totales (incluyendo maquiladoras), sólo la tercera parte habría sido aportación neta de divisas (31 mil millones). El GIN de la producción de petróleo crudo debe ser muy alta, por lo que es válido afirmar que los más de 11 mil millones de dólares de exportaciones de crudo representan alrededor de un tercio de la captación de divisas del exterior por exportaciones manufactureras. Una caída en los precios del petróleo sí afecta sustancialmente la balanza comercial. No se ha superado la dependencia petrolera.

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