Horacio Labastida
Amor y socialismo

En los Evangelios está el mensaje universal del Cristo hombre a la humanidad. ``Habéis oído que fue dicho ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: amaos los unos a los otros''; y también aseveró, según el testimonio de Marcos (Cap. XII, v.31), ``amarás a tu prójimo como a ti mismo''; y este mensaje de amor convertiríase en ideal supremo per secula seculurom. Sin embargo, el ojo por ojo, diente por diente parece haberse entronado y perfeccionado en el transcurso de los tiempos. La brutalidad del Santo Oficio inaugurado por Isabel y Fernando en Castilla y sus colonias, al menos admitía la redención del alma pecadora a cambio de cuerpos consumidos en las llamas. La compensación sería negada por el nazifascismo, el estalinismo o el macartismo de apenas hace unas décadas; su regla fue destrucción por destrucción, el aniquilamiento como trofeo supremo del triunfo de la muerte, emblemas trágicos estos que exigieron, para caer, el sacrificio de millones de hombres despedazados o mutilados en la Segunda Guerra Mundial, sin excluir naturalmente el genocidio de Hiroshima y Nagasaki, ordenado por un presidente norteamericano cuando Hirohito estaba completamente derrotado.

En ese enorme marco de dolor, en el cual los legendarios siete jinetes del Apocalipsis figuran pequeñas abispas entre reptiles jurásicos y cretásicos, hay que colocar las declaraciones que hizo en Monterrey un personaje harto en dinero y comodidades, sobre el problema de Chiapas. Este singular señor del dinero exigió acabar con los rebeldes a costa de las muertes que sean necesarias --en esta necesidad no hay límites--, a fin de evitar que los inversionistas se incomoden y lleven sus riquezas al extranjero. Las ganancias son las ganancias, y deben cuidarse sin importar vidas ni pobrezas. Ignoro si tal personaje cree en la predestinación calvinista: el rico es rico por elección de Dios; el pobre en cambio, está fuera de la mente divina, ¿qué puede importar entonces su muerte? Es claro que la añosa ley mosaica resulta ventajosamente cambiada para quien habita lujosas mansiones; el diente y el ojo son el ojo y el diente del otro, y no el ojo y el diente propios; que mi vecino pague lo que tendrá que pagarse mientras yo goce plácidamente de ricas viandas y miradas tentadoras. No recuerdo ni quiero recordar el nombre del dicho personaje; los datos y demás detalles de la nueva y neoleonesa tesis del mátalos en caliente pueden hallarse en La Jornada de días anteriores.

Nadie, absolutamente nadie niega que se ha levantado en La Habana un bello escenario donde el socialismo y el amor conversan sin dificultad alguna, hermanados en los afanes de reinstalar en la historia el paraíso perdido. Para lograrlo, proclamó Cristo el amaos los unos a los otros y la purgación de rencores, aborrecimientos, envidias y sentimientos que encarcelan al hombre en egoísmos y lo aislan de sus semejantes; y por su lado el socialismo demanda, para el florecimiento de la felicidad, que el hombre no se vea excluido de la comunidad humana. El amor es el camino, esto nadie lo duda, y al instante salta la hiriente interrogación, ¿por qué hay odio y no amor? En los últimos 20 siglos la doctrina del amor se ha reproducido constantemente, y el odio es el que reina en todos los niveles de la sociedad, desde el asalto que protagoniza un ladronzuelo y el asesinato del homicida, hasta las devastadoras guerras mundiales e intestinas entre los países, o las crisis económicas que acaudalan más a los acaudalados y arrebatan hasta la comida de los desamparados con devaluaciones monetarias, recortes en el gasto público y perturbaciones financieras, sin que pueda evitarse que las élites expolien a las masas; espantoso panorama que comprende por igual las matanzas de Aguas Blancas y Acteal, para no citar otras de nuestras angustias.

Tales ignominias suceden a pesar del amaos los unos a los otros, y por esto la aguda y persistente pregunta: ¿por qué el ideal del amor no es la realidad del amor? La respuesta ya fue dada. Mientras haya hombres excluidos de la comunidad humana, y otros que proclámanse dueños de tal comunidad, las llamadas de la Inquisición, la britzkrieg nazifascista, los kukusklanes de McCarthy y los gorilatos latinoamericanos, africanos y asiáticos gozarán de impunidades nacionales e inmunidades internacionales para encubrir masacres y diseminar los huevos de la serpiente.

En Latinoamérica Cuba es el único país independiente del monroísmo estadunidense; Cuba es un país socialista y simbólicamente el jefe del Vaticano se allega a la patria de Martí y predica el amaos los unos a los otros. El espectáculo es maravilloso. En La Habana el amor y el socialismo están juntos, sin odio alguno y alegres por mostrar al mundo sus esperanzadores ensueños.