La Jornada 23 de enero de 1998

Deplora el Papa la ``separación forzosa'' de familias en Cuba

David Aponte, enviado, Santa Clara, 22 de enero Ť En su primera misa en territorio cubano, celebrada hoy en la central ciudad de Santa Clara, el papa Juan Pablo II elevó el tono al condenar la ``mentalidad antinatalista'' de algunos gobiernos y deplorar la ``separación forzosa'' de las familias dentro de Cuba, al tiempo que hizo un llamado a que el sistema educativo y las familias cubanas permitan la entrada de los valores de la Iglesia católica, los que, aseguró, ``nunca son un peligro para ningún proyecto social. Ninguna ideología puede sustituir la sabiduría y el poder de la doctrina cristiana''.

Ante más de cien mil personas congregadas en el campo deportivo Manuel Fajardo, el máximo jerarca de la Iglesia católica arrancó prolongados aplausos cuando citó a uno de los padres de la patria: ``Quiero repetir las palabras de nuestro poeta José Martí. Las familias, las escuelas y la Iglesia deben formar una comunidad educativa donde los hijos de Cuba puedan crecer en humanidad''.

Los asistentes a la misa coreaban sólo de tanto en tanto algunas consignas, como la de ``Juan Pablo, hermano, te quieren los cubanos'', a pesar de que desde la tribuna, y hasta antes del comienzo de la misa, varios sacerdotes y una religiosa intentaron ``calentar'' el ambiente con cantos y arengas que no tuvieron el recibimiento esperado entre los asistentes.

Poco antes, la ciudad de Santa Clara, que alberga a 210 mil habitantes, había recibido a Juan Pablo II con acordes de música típica cubana como sones, contradanzas y danzones.

A las 10:30 hora local, el religioso polaco de 77 años inició su primera misa en Cuba dedicada a a la familia. Antes, recibió la bienvenida del obispo de Santa Clara, Fernando Prego, quien aseguró que los cubanos ``esperaron muchos años'' para escuchar las palabras del Papa.

``Esperamos su palabra, que oriente y conforte a todas las familias cubanas para que disminuyan los males que afectan gravemente los hogares, el excesivo número de divorcios, el crimen horrendo del aborto, el distanciamiento que se experimenta en muchas familias por motivos laborales, de estudios o penales, el sufrimiento a causa de quienes se han ido lejos en busca de otros horizontes, y el gran dolor ocasionado por quienes se han ido y no han vuelto a aparecer''.

Y el Papa habló. Protegido por un techo de hojas de palma similar a una palapa, dijo que ``son numerosos los miembros de familias que han luchado y dedicado su vida para conquistar una existencia mejor, en la que se vean garantizados los derechos humanos indispensables''.

Pero la familia sufre el embate de la declinación moral, ``cuando los matrimonios viven en sistemas económicos o culturales que, bajo la falsa apariencia de libertad y progreso, promueven o incluso defienden una mentalidad antinatalista''.

``Se llega --afirmó-- incluso al aborto, que es siempre, además de un crimen abominable, un absurdo empobrecimiento de la persona y de la misma sociedad''. El aborto es legal y gratuito en Cuba, que lo considera uno de los derechos fundamentales de la mujer, y sólo está penalizado si se realiza fuera de las instituciones de salud o sin consentimiento de la mujer a la que se le realiza la intervención. Sin embargo, el gobierno ha intentado desalentar esa práctica como medio de control de la natalidad, ya que la tasa está casi al mismo nivel de la de nacimientos, y el presidente Fidel Castro dijo tras su primera reunión con el Papa, en noviembre de 1996, que esa práctica ``no es saludable, ni recomendable ni deseable''.

Karol Wojtyla también defendió el matrimonio, en un país donde las cifras de separaciones alcanzan un 3.7 por 5.9 matrimonios: ``Con su carácter de unión exclusiva y permanente, es sagrado porque tiene su origen en Dios''.

En su homilía, la primera de un Papa en Cuba, Juan Pablo II continuó: ``La situación social que se ha vivido en este amado país ha acarreado también no pocas dificultades a la estabilidad familiar. Las carencias materiales, como cuando los salarios no son suficientes o tienen un poder adquisitivo muy limitado, las insatisfacciones por razones ideológicas, la atracción de la sociedad de consumo''.

El éxodo y la educación

``Estas, junto con ciertas medidas laborales o de otro género, han provocado un problema que se arrastra en Cuba desde hace años: la separación forzosa de las familias dentro del país y la inmigración, que ha desgarrado a familias enteras y ha sembrado dolor en una parte considerable de la población'', dijo, al tocar uno de los temas más sensibles, ya que se calcula que unos 2 millones de cubanos --nacidos en la isla y sus descendientes-- viven en el exterior, mientras esta nación cuenta actualmente con 11 millones de habitantes.

Agregó que ``todo esto deja huellas profundas y negativas en la juventud, que está llamada a encarnar los valores auténticos para la consolidación de una sociedad mejor''.

Juan Pablo II consideró que el camino no es otro que la ``práctica de los valores de Jesucristo, su doctrina y su ejemplo de amor total que nos salva''. ``Ninguna ideología puede sustituir su infinita sabiduría y poder. Por eso es necesario recuperar los valores religiosos en la familia'', señaló, antes de pedir: ``No tengan miedo, abran las familias y las escuelas a los valores del Evangelio de Jesucristo, que nunca son un peligro para ningún proyecto social''.

Y agregó que los padres de familia deben participar en la elección del sistema educativo, contenidos éticos y cívicos e inspiración religiosa, en alusión a la política escolar cubana, que incluyó el cierre de escuelas católicas. ``No esperen que todo les venga dado. Asuman su misión educativa, buscando y creando espacios y medios adecuados en la sociedad civil''.

Antes de concluir la misa, la primera de cuatro programadas, que despertó gran expectativa no sólo por ser la primera de su visita, sino porque en esta ciudad descansan los restos del legendario guerrillero Ernesto Che Guevara, el Papa dio la bendición a los habitantes de Santa Clara para luego expresar: ``He tenido la alegría de celebrar mi primera misa en Cuba''.

Los preparativos en Santa Clara habían comenzado desde temprana hora, cuando decenas de miles de fieles empezaron a llenar el recinto deportivo.

En la ceremonia estuvo presente el primer secretario del gobernante Partido Comunista en la provincia, Miguel Díaz Canel, junto a Concepción Campa, también integrante del buró político de dicho partido.

Uno de los carteles más vistos en esta ciudad fue un retrato del primer encuentro de Karol Wojtyla con Fidel Castro, en noviembre de 1996, con la siguiente leyenda como pie: ``Nos identifica el culto a la libertad y la dignidad del hombre''.

Luego de la ceremonia, que se extendió por más de dos horas bajo un sol radiante pero fresca temperatura, el Papa regresó a La Habana para reunirse más tarde con Castro en un encuentro privado,único que mantendrán durante la visita de cinco días que efectúa Juan Pablo II.


David Aponte, enviado, La Habana, 22 de enero Ť Con una permanente sonrisa, el presidente Fidel Castro mira a los reporteros gráficos mientras dice a Juan Pablo II: ``Nos explotan cantidad. Ellos no pagan nada'', y el máximo jerarca de la Iglesia católica responde a la broma con un discreto movimiento de cabeza.

Karol Wojtyla y Fidel Castro posan para los fotógrafos en un salón que luce las banderas de El Vaticano y Cuba, poco antes de iniciar la segunda reunión privada que ambos líderes sostienen en 14 meses y que durará poco menos de una hora.

Y aunque no hubo información oficial inmediata sobre los temas abordados durante la plática, con la que el Papa culminó la segunda jornada de su gira de cinco días en Cuba, su portavoz Joaquín Navarro informó más tarde que Juan Pablo II solicitó ``clemencia'' para prisioneros. Esa solicitud --sobre la cual no hubo más precisiones-- habría sido transmitida a las autoridades cubanas por intermedio del cardenal secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano, al vicepresidente cubano Carlos Lage, cuando las comitivas de Wojtyla y Castro también se reunieron en un encuentro privado en otros salones del Palacio de la Revolución.

Juan Pablo II, quien en la mañana ofició su primera de cuatro misas en tierra cubana, llegó poco antes de las 18 horas locales a una entrada posterior del edificio ubicado detrás del Memorial José Martí, para el recibimiento, transmitido en directo por la televisión local. Aunque lucía en buena forma, su estado de salud le impidió subir las escaleras del acceso principal. Lo acompañó su comitiva: el cardenal Sodano, el nuncio apostólico en Cuba, Beniamino Stella, y el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega.

Luego de estrecharse las manos, y en el trayecto al salón donde fueron presentadas las comitivas, Castro y el Papa hablaron de sus respectivos estados de salud; el primero --de 71 años-- no perdió la sonrisa ni los gestos amables, mientras el segundo --de 77 años-- caminó lentamente apoyado en un bastón. Juan Pablo II entregó entonces estuches con medallas de su pontificado a los funcionarios cubanos, entre los que se encontraban el presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón; el canciller Roberto Robaina, el vicepresidente Lage, y miembros del Partido Comunista.

Ambos personajes pasaron más tarde a otro recinto para su segundo encuentro privado, luego de aquel realizado en la biblioteca del Vaticano el 19 de noviembre de 1996.

A la salida de esa ``visita de cortesía'', como la definió El Vaticano, y de nuevo ante la prensa y la televisión, Castro y el Papa se dirigieron a un salón donde el mandatario le entregó un ejemplar de la edición príncipe de la biografía del padre Félix Varela, de la cual sólo existen unos diez ejemplares, así como de una medalla de la orden que lleva el nombre de ese sacerdote --considerado uno de los fundadores de la nación cubana--, la más alta condecoración que otorga Cuba en el campo de la cultura.

El invitado, a su vez, regaló al presidente un colorido mosaico con la imagen de Jesús. Juan Pablo II lo levanta, pero Castro le pide que lo deposite en la mesa: ``Usted ha trabajado más que yo en Santa Clara'', ciudad donde ofició su misa.

Luego se dirigieron hacia la entrada principal de la sede del Consejo de Estado, en cuyas escalinatas la guardia presidencial cubana rindió honores al jefe del Estado Vaticano.

El primer encuentro en Roma en 1996 duró 35 minutos. En esta ocasión, se alargó a 45 minutos. Todos salen contentos. Castro acompaña al Papa hasta la parte posterior del inmueble, donde se encuentra el automóvil que lo llevará a la nunciatura apostólica. El líder religioso, que mañana viajará a Camagüey para oficiar su segunda misa y regresará aquí para un encuentro con el mundo de la cultura en la Universidad de La Habana, se despide con la mano extendida, mientras el comandante no deja de sonreír.