La Jornada 24 de enero de 1998

Un acto político impidió el diálogo entre dos arquitecturas en Cuicuilco: González de León

José Garza, especial para La Jornada,Monterrey, NL, 23 de enero Ť En su mejor momento, el arquitecto Teodoro González de León encontró la experiencia de un lamento para su carrera. Y es que, explica, el lenguaje arquitectónico se crea en el tiempo y en las circunstancias, por eso ``posiblemente ahora seré distinto, porque la obra de Cuicuilco no se hizo por un acto político de personas que atacaron al empresario más exitoso del país''.

González de León está convencido que el proyecto encargado por Carlos Slim en Cuicuilco favorecería a esta zona arqueológica atrapada dentro de la ciudad. ``Pensaba, honestamente, que dos arquitecturas, con 22 siglos de diferencia iban a dialogar'', dice en entrevista el ex discípulo de Le Corbusier, mientras recorre el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), que ayer inauguró la muestra Ensamblajes y excavaciones. La obra de Teodoro González de León 1968-1996.

Organizada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, por conducto del Instituto Nacional de Bellas Artes, con proyectos, planos, maquetas y pinturas realizadas en las pasadas tres décadas, presentada ya en la ciudad de México, Oaxaca y Guadalajara, la exposición, dice el curador y museógrafo Miguel Cervantes, llega a Monterrey para confirmar que ``González de León preside de muchas maneras lo más brillante de la arquitectura hacia fin de siglo. El tiempo lo ha hecho madurar. Además escribe y pinta con espíritu renacentista.''

Crear espacios y configuraciones

Estoy satisfecho, dice González de León. ``La arquitectura es un arte, no una ciencia. Es el arte de hacer espacios y configuraciones que deben servir a las personas, para ofrecer bienestar, para usarse, vivirse. La arquitectura, como todo arte, debe emocionar, de lo contrario no puede hablarse de arquitectura sino de construcción''.

--¿Qué lo llevó a la arquitectura?

--No lo recuerdo. Nunca tuve dudas vocacionales. Simplemente me veo estudiando pintura y arquitectura desde joven. Pintura desde los 12 años, y desde los 16 años ya quería ser arquitecto. Me entusiasmaba la idea de crear espacios, configurarlos.

--¿Algo providencial?

--No lo sé. Son llamados que cada uno atiende, y que luego confirma con alguien a quien se le pueda aprender, como Le Corbusier. La arquitectura es un oficio, y como tal se enseña de maestro a aprendiz. No se aprende en las escuelas, sólo trabajando.

--¿Qué le aprendió a Le Corbusier?

--No podría precisarlo. De Le Corbusier me impresionaban sus silencios, sus dudas...

--De sus inicios con Le Corbusier y del internacionalismo de entonces ha pasado usted a una serie de evoluciones siempre acordes con las más importantes tendencias. ¿Qué define el estilo cuando se está en constante evolución?

--El que programa una forma de crear puede advertirse como falso. Uno crea su lenguaje arquitectónico en el tiempo y en las circunstancias. Yo sería distinto si me hubieran encargado una obra grande. Pero posiblemente voy a ser distinto, porque la de Cuicuilco no se hizo. Me la pararon.

--¿Cómo conciliar, en un caso como el de Cuicuilco, la conservación de la zona arqueológica con un proyecto novedoso de desarrollo urbano?

--En el caso de Cuicuilco no hay reglas generales, no se trata de una zona arqueológica aislada, sino atrapada por la ciudad, incluso dentro del predio arqueológico está la Escuela Nacional de Antropología e Historia. No hablamos de una zona en abstracto sino de un sitio que ya está dentro de la ciudad. Creo que la única manera lógica y sana de que conviva la ciudad con un sitio arqueológico es la buena arquitectura. Como ya están cerca las ruinas de la zona urbana, lo conveniente es que haya buena arquitectura a su alrededor. En este caso diseñé un plan cuidadoso: un edificio, pensado más lejos que otros y bastante alto, con una parte curva ascendente del lado de la pirámide, para establecer un diálogo. Pensaba que dos arquitecturas con 22 siglos de diferencia iban a dialogar, enriqueciendo una zona que nadie visitaba. El nuevo edificio, con su diálogo centenario, le daría nueva identidad urbana a Cuicuilco.

--¿A qué atribuye que proyectos como éste, que usted plantea tan convincente, enfrenten rechazos y negativas?

--La cultura arquitectónica es baja en el mundo. El conocimiento de la arquitectura contemporánea no es popular en ningún lado. Claro, en México es menor. Cuicuilco no fue un caso de desconocimiento arquitectónico de la sociedad, sino de un grupo de personas que atacó al empresario más exitoso del país; fue un acto político de quienes atacan todo lo que tiene éxito. No se atacó al edificio sino a su dueño.

México debe ser plural y universal

--¿Podría hablarse de una arquitectura esencialmente mexicana?

--Esa es una gran mentira. No hay arquitectura mexicana ni francesa ni estadunidense. Hay muchas personas que trabajan en cada país de distintas maneras. Si en los años veinte y treinta la producción de los arquitectos fue similar, con un estilo muy parecido, ahora el arquitecto moderno tiene muchas maneras crear. En México conviven muchas maneras de hacer arquitectura, ninguna es mexicana, pero al mismo tiempo todas lo son. Cuando uno busca qué es lo mexicano, en el fondo se está pensando a quién discriminar. Y no es válido, porque nuestro país debe ser plural y universal como el arte, como la obra de Rufino Tamayo, que quería ser internacional, pero en el fondo le brotaban más raíces mexicanas que a los nacionalistas Rivera y Siqueiros, quienes querían ser mexicanos a fuerza.

--Esta exposición inicia con sus trabajos a finales de los sesenta, cuando se revelan sus definiciones estilísticas (identificadas por las secuencias espaciales y por el uso de elementos compositivos de la tradición histórica). Y cuando definió un concepto de tabajo en equipo con colegas como Abraham Zabludovsky y Francisco Serrano. Así surgió el Museo Tamayo.

--El trabajo del arquitecto es cada vez más complejo. A principios de siglo un edificio de 10 pisos se diseñaba con 20 planos. Ahora, se diseña con 500 planos. La complejidad del número de participantes técnicos es válido. Los talleres de artistas del Renacimiento admitían a Leonardo trabajando con Verrocchio en un mismo cuadro. El arte permite colaboraciones.

--¿Qué tanto influye la pintura en su trabajo arquitectónico?

--No tengo perspectiva. Son dos actividades que fatalmente tengo que hacer. Las necesito para sobrevivir.

--¿Qué ambiciona en estos momentos?

--Trabajar. El arquitecto vive el trabajo, no lo inventa. La arquitectura es por encargo. El arquitecto se hace en la práctica, no pensando.

--Y si Dios es el arquitecto del universo, ¿quién le encomendó tal proyecto?

--¡Ese es un gran problema metafísico!