Juan Arturo Brennan
Stravinski: un banquete

El pasado lunes, Canal 22 dedicó una parte sustancial de su programación a la obra y la figura de Igor Stravinski (1882-1971), creador indispensable en la historia de la música, uno de los compositores más lúcidos del siglo XX. Mediante diversas producciones europeas fue posible revivir algunos momentos estelares de la creación del músico ruso, en las áreas de su catálogo que se refieren al ballet, la ópera y las partituras sinfónicas. Así, Las bodas fue presentada con una sólida y bien delineada coreografía de Jiri Kylian, mientras que El pájaro de fuego fue bailado en una versión de Glen Tetley producida con notables valores escénicos.

Se transmitió también una estupenda versión de la ópera Edipo rey bajo la conducción de Bernard Haitink y una producción escénica tan austera como efectiva e inteligente. La Yocasta interpretada por Felicity Palmer tuvo momentos dramáticos estupendos. Más tarde, Pierre Boulez habló largo y tendido sobre Stravinski y su música, antes de hacer una soberbia interpretación de La consagración de la primavera al frente de la Sinfónica de Londres.

Otro gran músico de nuestro tiempo, Georg Solti, narró con su tradicional y cálido estilo sus encuentros con Stravinski y procedió a hacer una disección de la Sinfonía en tres movimientos al piano, para después ejecutarla conduciendo a la Sinfónica de la Radiodifusión Bávara. De particular atractivo visual resultó la versión televisiva de El diluvio, a través de una puesta en escena (y en video) que enfatiza los recursos técnicos de la posproducción de imagen, obteniendo resultados que, sin duda, hubieran divertido a Stravinski. La oportunidad de ver y oír a este músico durante casi seis horas es un privilegio; si los intérpretes son músicos de la talla de Haitink, Boulez y Solti, y los valores de producción son de primera, el banquete musical se vuelve aún más provechoso.

No faltaron, sin embargo, algunos pelos de grueso calibre en la sopa de este nutritivo banquete músico-visual. Como es costumbre desde hace años, la calidad del subtitulaje de los programas extranjeros que transmite Canal 22 deja mucho que desear. Es evidente que en temas como la música moderna (y muchos otros) se maneja una terminología especializada que no cualquier ignorante y mediocre aspirante a traductor conoce; malo que las empresas que subtitulan este tipo de programas lo hagan con tan poco profesionalismo, peor aún que la televisora no ejerza ninguna supervisión al respecto. Resultado: el público que no entiende la lengua extranjera de que se trate recibe información incompleta y errónea, cosa que debiera ser anatema en un canal cultural. Hace falta sólo un poco de rigor, por ejemplo, para saber que cuando Pierre Boulez habla de uno de sus colegas más ilustres, se está refiriendo a Messiaen y no a Mesaint, que fue lo que se puso en pantalla. Peor aún, la ópera Edipo rey se transmitió sin subtitular. El hecho de que el texto esté en latín no debiera ser excusa para semejante omisión: basta obtener alguna de las numerosas traducciones del libreto a algún idioma menos arcano, y proceder a partir de ahí.

Transmitir por televisión una ópera sin subtítulos resulta una clara falta de respeto al público: si se subtitula a Verdi y a Puccini, Stravinski no merece menos. Por otra parte, nadie pareció enterarse en la estación que la cinta que contenía La consagración... también incluía las Sinfonías para instrumentos de aliento, por lo que no se hizo mención alguna de esta obra. Más allá de todo esto, lo que resultó vergonzoso fue la falta de sensibilidad y sentido común en lo que se refiere a los cortes y la continuidad. Edipo rey es una ópera que no tiene pausas ni intermedios, lo cual no impidió que fuera groseramente interrumpida en puntos elegidos al azar, para transmitir esto:

1. Un pésimo comercial bancario protagonizado por un idiota y un Santa Claus.

2. Uno de esos mensajes moralizantes de dudosa ideología que produce el Consejo Nacional de la Publicidad.

3. Un torpe mensaje de la Presidencia de la República en el que, rodeado de nativos nayaritas, el Presidente descalifica, sin mucha sutileza, las preocupaciones básicas de nuestras comunidades indígenas: te lo digo huichol para que lo entiendas tzotzil.

Ni los televidentes ni Stravinski se merecen semejante desacato a las más elementales normas de continuidad y coherencia de una transmisión como ésta. Para evitar estas agresiones no hace falta más que un poco de sentido común, mismo que evidentemente no abunda en las oficinas de los responsables.