La Habana. La visita del Papa ha cambiado el aspecto de la ciudad. La Iglesia católica de Cuba reparte de puerta en puerta desde la pasada Navidad, que fue la primera en esta isla después de muchos años, folletos explicativos. El más reciente ejemplar de esta curiosa ofensiva mercadotécnica de altura tiene seis páginas, tres tintas con lujo de ilustraciones y explica, sin extender esta extensión imposible, con una prosa práctica y sintética, toda la historia de Cristo y de la Iglesia católica, de sus orígenes a nuestros días, con un final feliz alrededor de la relación entre Cuba y El Vaticano. Esta obra maestra del resumen circula hoy por todas las casas de La Habana y es atesorado por las familias que sienten por Wojtyla más curiosidad que devoción. Este folleto, que en otro país sería parte habitual de la propaganda religiosa, tiene el grado de pieza coleccionable que con el tiempo podría ser engrane importante de la historia de Cuba.
La visita del Papa cambió el aspecto de La Habana. La catedral acaba de ser remozada, se trabajó en las paredes, en las puertas, en los interiores, se le sacó brillo a las aldabas y se hermosearon los alrededores. Por esa zona circulan unas bicicletas, con capacidad para un cubano que pedalea y dos turistas jalados en un carro, que trae en la parte de atrás una fotografía del Papa, en plan sonriente, que aparece y desaparece por las calles todo el tiempo, según la ruta y los tiempos de los bicitaxis. Esta imagen intermitente del Papa, por las calles de La Habana, es en realidad la alegoría de su visita: todos lo quieren ver pasar, pero pocos están dispuestos, cuando menos ahora, a engancharse con su propuesta.
Una canción del músico Paulito, que se escucha en todos los antros de La Habana, sonó también el miércoles pasado mientras las personas esperaban al Papa, formadas en una valla que tendía al tumulto, en la Quinta Avenida. El estribillo, que no por casual deja de tener significado, dice así: ``Visita larga, pasos cortos, para que Dios te perdone''.
La valla empezó a formarse al medio día. Creyentes, turistas, espontáneos, curiosos y los que trataban de mantener el orden. Atrás, en la parte sombreada de un parque, un puesto de refrescos, ron, cerveza y demás bebidas, transmitía para esa zona de la calle, por medio de dos altavoces conectados a un aparato de radio, el programa especial de la llegada del Papa. A todo volumen oímos la historia de este encuentro histórico, luego vino el discurso de Fidel, que encontró eco en todos los aparatos de radio que, con un volumen más modesto, oían los asistentes en formato individual. Aplausos de toda la valla al final del discurso y el dueño del puesto de bebidas, sin suficiente paciencia para esperar la alocución del Papa, o quizá demasiado impaciente por no estar oyendo Tecnomerengue, puso a todo volumen la máxima de Paulito y borró el eco de los demás aparatos de radio: ``Vista larga, pasos cortos, para que Dios te perdone''.
Para ir de un lado a otro, en esta ciudad que según la televisión cubana ha recibido ahora más de 3 mil periodistas, se puede abordar un camello, que es un autobús con frente de tráiler, joroba en medio y capacidad para 400 viajantes. Según El Moro, nuestro guía y colega, con frecuencia viajan más de 600, en unas condiciones que no permiten, según él mismo, ir a bailar, porque llegas arrugado y con los zapatos pisados y desde luego completamente bailado.
De taxis hay dos clases: los particulares que prestan sus coches y por unos dólares te llevan a cualquier sitio, y los que se piden por teléfono y que con frecuencia son Mercedes Benz y le regalan al viajero la irrealidad de ir montado en su asiento de piel, circulando junto a los 400 que se van arrugando a bordo del camello.
El único transporte donde se siente el pulso de la ciudad son los bicitaxis que traen la fotografía del Papa. El pasajero se sienta a la intemperie y se desplaza a una velocidad que le permite ir contemplando las calles del centro. Quizá las apariciones y desapariciones de la fotografía, la imagen fugaz del Papa, acabe al final contrarrestándose, por ir montada en este transporte, que es la perfecta introducción a La Habana; o por las líneas sabias de Paulito, que son música y nunca sobra: ``Vista larga, pasos cortos, para que Dios te perdone''.