Luis González Souza
Nueva luz para la paz
Cada día es más claro: sólo con el empuje sostenido de la sociedad podrá lograrse una paz estructural en Chiapas. Es decir, una paz basada en la reconstrucción de México ya sin el pecado original (con una penitencia harto explosiva) de la marginación indígena.
Para ser exactos, la paz en México ahora también requiere del empuje internacional. Pese a la marcha histórica del 12 de enero, en la que todo tipo de mexicanos unió su voz a favor de la paz en Chiapas, lo cierto es que no se inmutó el clan guerrerista del país comandado... ¿desde Los Pinos y/o la Secretaría de la Defensa? Después de la marcha continúa la militarización de ésa y de muchas otras regiones del país, así como la impunidad de las bandas paramilitares.
Pero el empuje internacional también es ahora más importante por simples gajes de la globalización. De la globalización en su faceta positiva, ésa que las élites se empeñan en esconder: la mundialización de demandas justas y de las luchas correspondientes. Por si lo olvidamos, demandas como la de autonomía o la de su contraparte, una democracia desde abajo, están en el centro no sólo de la lucha en Chiapas sino en inimaginables regiones del mundo: desde la ex Unión Soviética (Chechenia) hasta el propio Estados Unidos (Puerto Rico y, acaso pronto, algo así como la Chicano Republic).
Otra razón que explica la mayor importancia del factor internacional, más bien es lamentable. Tanto se ha enganchado nuestra élite a la globalización (sólo en su faceta mercantilista) que sus reflejos ya sólo responden a lo extranjero. Así, es el propio gobierno mexicano quien obliga a la internacionalización de la lucha chiapaneca.
Por todo ello son muy valiosas las ayudas internacionales que hemos recibido para solucionar el conflicto (genocidio) en Chiapas; y para evitar, de esa forma, el incendio de todo el país. Primero fueron las ayudas de siembra a cargo de la propia sociedad civil, destacadamente a través de los encuentros por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Y ahora fructifican en positivas reacciones de la sociedad política, como la reciente resolución del Parlamento Europeo a favor de la paz en Chiapas. Nada de lo cual, por cierto, atenta contra la soberanía de México, digan lo que digan los esgrimistas de la soberanía-rollo.
Lo que la ayuda internacional sí pone en riesgo es la movilización de la sociedad mexicana, por creer ésta que su propio trabajo por la paz ya no es necesario. Y ciertamente, este es el trabajo decisivo. Si no se potencia, de poco servirá la ayuda internacional. La paz así lograda sería como un árbol sin raíces.
¿Qué es lo que impide el empuje sostenido de la sociedad mexicana a favor de la paz? Muchas cosas, pero una sin duda: la ausencia de un rumbo que estimule un accionar común y sostenido en un consenso lo más amplio y a la vez lo más incisivo posible. Un consenso que involucre no sólo a los convencidos de la causa zapatista, sino también a los que lisa y llanamente desean un país estable, no incendiado por la miopía del clan guerrerista.
Es aquí donde aparece una nueva luz de esperanza. A contracorriente de los empeños en fracturarlas, las dos principales instancias de pacificación con que hasta ahora cuenta el país, la Conai y la Cocopa (integrada por representantes de todos los partidos en las Cámaras), han llegado a un consenso sobre las medidas indispensables para reanudar el diálogo entre el EZLN y el gobierno.
Esas medidas podrían resumirse así: 1) concretar los Acuerdos de San Andrés; 2) respetar el marco jurídico ya alcanzado para la negociación; 3) reducir la presencia militar en las zonas más conflictivas de Chiapas; 4) desarmar a los grupos paramilitares y fincarles las responsabilidades del caso; 5) castigar a los responsables de la matanza de Acteal; 6) ayudar a los desplazados, incluyendo el regreso a sus comunidades; 7) indemnizar a los deudos de todas las víctimas del conflicto; 8) acelerar la excarcelación de presuntos zapatistas; 9) avanzar en la conciliación regional; y 10) reactivar a la Comisión de Seguimiento y Verificación de los Acuerdos de San Andrés.
He allí un rumbo para dar continuidad a la movilización por la paz. Es un rumbo de gran trascendencia, entre otras cosas por venir del acuerdo Conai-Cocopa, y por llegar en un momento de veras crítico para la salud del país. Esperemos que millones de firmas, y de acciones, lo confirmen como un rumbo luminoso.