La Jornada sábado 24 de enero de 1998

Jaime Martínez Veloz
¿Ausencia de estrategia?

Algo anda mal cuando las palabras pierden su significado y, a pesar de lo que se asegura, los hechos podrían indicar otras intenciones. Esto parece estar sucediendo en relación a la posición gubernamental hacia Chiapas. Nunca la falta de claridad ha sido tan dañina como ahora que se requiere de mensajes claros y hechos contundentes en favor de la paz.

Por un lado, el secretario de Gobernación ha anunciado que la estrategia gubernamental que se dé a conocer será consensada por la Conai, la Cocopa, el Legislativo y los partidos. Tal afirmación no es menor y se puede considerar positiva. Sin embargo, esta declaración es contradictoria con lo que había dado a entender días antes el coordinador para el diálogo, Emilio Rabasa, en el sentido de que dicha estrategia sería sólo elaborada por el Ejecutivo. Inclusive se ha llegado a decir que la mencionada estrategia podría no hacerse pública.

Por otra parte, después de días de silencio en relación a la postura del gobierno federal en cuanto a varios temas fundamentales, por fin se anuncia que se respetarán los Acuerdos de San Andrés; se ha accedido a reconocer públicamente que el estatus del EZLN se encuentra garantizado en la Ley para el Diálogo, y que los zapatistas no están incluidos entre los grupos a los que el Ejército mexicano procederá a desarmar.

Sin embargo, lo que está claro en las palabras no parece estarlo en los hechos. Sistemáticamente nos llegan noticias de que la presencia militar en las zonas consideradas zapatistas continúa. En contrario, no se tiene conocimiento de un solo grupo paramilitar que haya sido desarmado por el Ejército, el cual no tiene indicios de tales grupos, salvo los muertos. Sumado a esto, nuevamente se escuchan y leen opiniones que descalifican a la iniciativa de la Cocopa en materia de derechos y cultura de los pueblos indígenas y a los mismos Acuerdos de San Andrés. Esto no sería negativo en sí mismo. Al contrario, todo debate es enriquecedor. Lo preocupante es que se descalifique con base en elementos que no están en ninguno de los documentos. Maliciosamente diríamos que dichos críticos o no han leído los acuerdos, juristas incluidos, o tienen una segunda intención que no declaran.

Todos estos ejemplos y algunos más han sido prolijamente documentados por los medios de comunicación. Lo anterior está dejando la impresión de que estamos ante una gran descoordinación en los esfuerzos que se llevan a cabo, o bien que se carece de una política de fondo para la resolución pacífica de la problemática de Chiapas. En estos momentos, la ausencia de estrategia es ausencia de política, y el vacío que se deja está siendo llenado por grupos que se aventuran a la violencia.

La incertidumbre provoca posiciones extremas y causa en muchos sectores sociales una gran confusión y hasta indignación. Lo menos que se podía esperar en este momento es que hubiera posiciones claras en favor de una salida concertada, y plena congruencia entre los discursos y los hechos. A estas alturas, parece necesario que se adopte una postura de la dimensión que se requiere para allanar el camino de la paz. Por su investidura, el presidente de la República puede empujar decididamente en este sentido, sin detrimento de lo que hagan sus colaboradores.

A la fecha, se ha establecido una serie de medidas que por lo menos hablan de una reconsideración de la gravedad de los problemas chiapanecos. Se han cambiado hombres claves y se han retomado temas que parecían abandonados, como el de los Acuerdos de San Andrés, pero tal vez estas medidas tardaron demasiado y ahora no sean suficientes dado el ambiente de desconfianza que priva. Es conveniente recordar que las decisiones correctas adoptadas con dilación suelen ser insuficientes, por más buenas intenciones que se tengan.

Después de más de un año de empantanado el diálogo, después de Acteal, después de Ocosingo, después de la condena y las movilizaciones de organizaciones, instituciones internaciones y ciudadanos de un sinnúmero de países, es posible que el tiempo de las estrategias gubernamentales tomadas en la soledad del poder haya pasado. Para que alcance la credibilidad que se requiere, dicha estrategia necesita del consenso real al que se refirió el secretario de Gobernación, pero también de oportunidad y de un elemento más: que a las palabras las acompañen los hechos.

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