Es impresionante la vitalidad del Centro Histórico, reflejada entre otros aspectos en el constante abrir y cerrar de negocios de toda índole; últimamente ha tomado auge la apertura de restaurantes. En varios casos ha conllevado la restauración de bellas y antiguas casonas, en ocasiones con muy buen gusto y respeto a lo original y en otras con todo esto disminuido, pero finalmente con una gran mejoría respecto al estado en que se encontraban.
Bastante afortunada es la restauración que llevó a cabo el arquitecto Antonio Jáuregui en una mansión del siglo XVII, ubicada en Venustiano Carranza 31, misma que adquirió su abuelo hace medio siglo y que había padecido abandono y maltrato. Por otro lado, esto la salvó de que le destruyeran elementos valiosos, como los marcos de cantera labrada que hermosean puertas y ventanas; también conservó su tezontle original y la herrería. Asimismo, con las obras de restauración salieron a la luz hermosos frescos y un nicho que hoy embellece uno de los comedores.
Allí se acaba de inaugurar el restaurante Los suspiros, especializado en cocina mexicana. Como es característico de esas casas, tiene un lindo patio, que en este caso luce una fuentecilla en el centro, adornada siempre con macetas de flores coloridas. Elegante escalera de recinto conduce al segundo piso, en donde generosos salones permiten disfrutar los alimentos bajo los altos techos envigados.
Justamente a la vuelta, en Bolívar 41, en la que fue una residencia señorial en el siglo XIX, ahora aparece La catedral del tequila, restaurante-bar que también ofrece comida nacional en un ámbito que pretende ser mexicano pero con poca suerte; eso sí, tiene una impresionante estantería en el bar, que ocupa la altura de los tres pisos, alcanzando 12 metros, y en la que muestra 130 diferentes marcas de tequila. Otro atractivo es la cocina, que está la vista de los comensales a través de un ventanal: moderna, bien organizada y muy limpia. La comida es aceptable y seguramente cada día será mejor, pues acaban de abrir hace un mes. Por la noche se convierte en lugar para jóvenes que van a escuchar su música estridente, tomar la copa y sentarse en banquitos altos como periquitos.
Casi enfrente, en el número 42, la tradicional cantina El gallo de oro, fundada como cervecería en 1847, está estrenando un ``anexo'' a unos pasos de su sede de Venustiano Carranza y Bolívar, en el que ofrece carnes a la parrilla, señalando que hay ``al estilo argentino y al mexicano''. La decoración del lugar es moderna y no tiene nada que ver con el ambiente de su progenitora, pero las carnes son sabrosas.
Unos pasos más adelante, en Bolívar 44, continúa El tupinamba, al que ahora le precede la palabra ``nuevo'', para destacar que lo remodelaron e innovaron servicio y menú. No se puede precisar qué tanto ganó con el cambio, pues ahora está decorado como un Vip's, pero en color azul. Su lujo: unos emplomados encima de la barra. Sin embargo conserva muy buenos precios, menú abundantísimo y al mediodía tiene al cantante Jorge, que interpreta canciones de la época cuando en el sitio se reunían intelectuales, bohemios y refugiados españoles que solían pertenecer a uno u otro grupo y con frecuencia a los dos.
Para continuar y acabar con la misma calle, hay que mencionar El 20 de Bolívar, agradable lugar, bien decorado en blancos y negros, estilo contemporáneo, con una comida sencilla, sabrosa y barata, que ofrece platillos como sesos rebozados, escalopas, tampiqueña y enchiladas con mole.
No hay que olvidar que la visita a estos lugares se puede enriquecer con la de los museos -que en el Centro Histórico son más de 50- para todos los gustos y edades, y que la mayoría constantemente tiene exposiciones temporales de gran calidad. Tal es el caso de la ofrecida por la excelente pintora Susana Sierra en el Museo José Luis Cuevas, situado en Academia 13, en lo que fue el convento de Santa Inés, majestuosa edificación original del siglo XVIII, remodelada por Manuel Tolsá en el XIX, y hace unos años restaurada para adaptarla a su uso actual, lo que permite el disfrute colectivo. Allí se muestra también la obra de Sergio Camporeale, y como siempre la Sala Erótica expone las magníficas obras de José Luis Cuevas sobre el tema.