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LA
GRANDE
¿Sabía usted que el arzobispo primado de México, monseñor Norberto Rivera Carrera, mandó 56 mil ejemplares de La Biblia a La Habana, para apoyar las celebraciones religiosas que se han llevado a cabo estos días, durante la histórica visita de Juan Pablo II a Cuba? El motivo aparente, claro está, era contribuir a subsanar las deficiencias materiales de la Iglesia católica en la isla. Pero Masiosare descubrió que en ese gesto hay también una cierta dosis de futurismo...
El que fuera obispo de Tehuacán hasta el 26 de julio de 1995 -fecha que había de ligarlo cabalísticamente a la Cuba donde hoy se juega su destino político- se convertirá el próximo 21 de febrero en el octavo cardenal en la historia de nuestro país, y pasará a formar parte del influyentísimo cuerpo cardenalicio de la curia romana, del cual habrá de surgir el futuro ocupante del trono de San Pedro.
Hoy por hoy, la Iglesia católica dispone de tres cardenales mexicanos -Juan Sandoval Iñiguez, de Guadalajara; Adolfo Suárez Rivera, de Monterrey, y Ernesto Corripio Ahumada, de la ciudad de México-, pero desde el mes que entra, cuando Norberto Rivera asuma su nueva investidura, tendrá cuatro purpurados que, si Dios no dispone otra cosa, intervendrán en el cónclave que será convocado a la muerte de Karol Wojtyla, y elegirá al nuevo pontífice.
En pleno futurismo en pos de la Grande, monseñor Rivera Carrera tiene en su haber tres declaraciones que los eclesiólogos más duchos barajan con detenimiento para anticipar qué podría esperarle al Vaticano:
``Qué bueno que en nuestro país las autoridades obliguen a que el alcohol tenga la leyenda este producto es nocivo para la salud, pero qué lástima que una leyenda semejante no se ponga en los preservativos que el mismo gobierno promueve'' (agosto de 1997).
``Creo que las agresiones que muchas veces realizan los medios son más violentas y de mayor trascendencia que la violencia que vivimos en nuestras calles, porque afectan a las personas, difamando, muchas veces diciendo mentiras, muchas veces inventando cosas que uno no ha dicho jamás'' ( septiembre de 1997).
``Cuando la autoridad se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar, no hay obligación de tributarle obediencia, y si se opone abiertamente a los derechos humanos fundamentales, entonces hay que negarle la obediencia'' (octubre de 1996).