Julio Frenk
Chiapas: las desigualdades internas

La compleja situación que prevalece en Chiapas ha dado lugar a múltiples análisis sobre las causas profundas del conflicto. Una de las que se señalan con mayor frecuencia se refiere al enorme retraso del estado de Chiapas con respecto al resto del país.

No hay duda que la mayoría de los indicadores sociales documentan este rezago. Por ejemplo, en 1995 Chiapas alcanzó la esperanza de vida que el país en su conjunto tenía en 1980, lo cual apunta a un retraso de 15 años en las condiciones de vida más básicas. De manera similar, la brecha en la mortalidad infantil es abismal: mientras que, en 1995, de cada mil nacidos vivos en Chiapas murieron 44.4 menores de un año, la cifra respectiva fue de 28.3 para el país y de 14.3 para Nuevo León (el estado con los niveles más bajos). En otras palabras, un niños chiapaneco tiene tres veces más probabilidades de morir en el primer año de vida que un niño neoleonés.

Debajo de estos promedios estatales se esconde, sin embargo, una heterogeneidad interna que es todavía más dramática. En muchos aspectos de calidad de la vida, las desigualdades dentro de Chiapas son aún mayores que entre el conjunto de Chiapas y el resto del país. El campo de la salud nos ofrece un mirador donde se revelan y se reflejan las condiciones económicas y sociales más amplias. Así se pone de manifiesto en un reciente análisis llevado a cabo como parte de un estudio mundial sobre la equidad por Rafael Lozano, investigador de la Fundación Mexicana para la Salud, análisis que se basa en cifras oficiales de la Secretaría de Salud y el INEGI.

Veamos tan sólo algunos ejemplos de las desigualdades que separan a los chiapanecos. Si, como señalamos antes, el rezago en esperanza de vida para el conjunto del estado es de 15 años, para los municipios con más de 70 por ciento de población indígena se eleva a casi 25 años. Al clasificar a los municipios chiapanecos según el índice de marginación desarrollado por el Consejo Nacional de Población, se observan contrastes muy serios.

La diferencia de mortalidad infantil entre los municipios de baja y de muy alta marginación es de hecho mayor que la que existe entre Chiapas y el resto del país.

Algo semejante se observa con respecto a la distribución de los recursos para atención médica. Si algo debería hacer un sistema de salud sería mitigar las desigualdades que surgen de los determinantes económicos y sociales más amplios. Sin embargo, el tipo de sistema que ha evolucionado en México por décadas no sólo no compensa sino que de hecho reproduce dichas desigualdades. Por ejemplo, la diferencia en la dotación de camas de hospitales públicos por persona es de aproximadamente la mitad en Chiapas que en el conjunto del país.

Esto es, de por sí, una inequidad grave, pero se queda chica ante la que se observa dentro de Chiapas. Mientras que en los municipios con menos de 40 por ciento de población indígena existe una cama de hospital para cada 2 mil 100 personas, en los municipios con más de 70 por ciento de población indígena la relación es de una cama para nada menos que 18 mil 900 personas, una diferencia de nueve veces.

La distribución de los médicos no mejora el panorama. Según información de la Secretaría de Salud, en el total de la República mexicana existe un médico por cada 897 personas, mientras que en el estado de Chiapas la cifra respectiva es de mil 216. Nuevamente, aquí se da ya un primer nivel de desigualdad. Pero esto es sólo el principio. Si ya Chiapas tiene una menor dotación de médicos, resulta que su concentración en las áreas urbanas del estado es aún mayor que la que se observa en el resto del país. Así, los cinco municipios chiapanecos con baja marginación tienen un médico por cada 557 personas, es decir, están aún mejor dotados que el promedio del país. En cambio, los municipios con más de 70 por ciento de población indígena deben conformarse con un médico para cada 3 mil 246 personas.

La conclusión de este breve análisis es inescapable: dentro del mosaico de desigualdades que es México, Chiapas tiene su propio mosaico aún más desigual. Dado que México es uno de los países del mundo con mayores contrastes regionales, cuesta trabajo creer que la inequidad del nivel nacional pueda ser superada. Pero lo es, y con creces, dentro de Chiapas, que sufre la desigualdad dentro de la desigualdad.

Las cifras anteriores no deben verse como un reflejo frío y distante de la realidad. Por su sentido concreto, ligado a la experiencia humana --al dolor y la enfermedad, a la vida y la muerte--, la salud nos permite mirar el grado de compromiso de una sociedad con el bienestar cotidiano y palpable de su gente. Resolver las desigualdades internas será la ú nica forma de terminar con el drama que desgarra a Chiapas