La Jornada 27 de enero de 1998

ECONOMIA: SIGNOS OMINOSOS

El contexto económico internacional ha evolucionado de manera desfavorable para la incipiente recuperación que experimenta México: a la inestabilidad financiera y cambiaria que se originó hace unos meses en diversas naciones del sureste asiático se ha sumado la severa caída de los precios petroleros. El primero de esos fenómenos ha generado, como lo señaló ayer el presidente Ernesto Zedillo, una más fuerte competencia en los mercados mundiales, en la medida en que los países asiáticos que han pasado por devaluaciones bruscas están ahora en condiciones de ofrecer productos más baratos. El segundo ha obligado al gobierno mexicano a efectuar significativos recortes presupuestarios a fin de asimilar la reducción de ingresos públicos que provocará la disminución de los precios del crudo.

Este panorama, calificado de ``extremadamente adverso'' por el secretario de Energía, Luis Téllez, puede prefigurar incluso el inicio de una recesión mundial que impactaría con particular severidad a economías periféricas y en proceso de recuperación, como la nuestra.

Aparte de estos preocupantes signos externos, las finanzas nacionales enfrentan riesgos específicos y propios, como la drástica reducción del superávit en la balanza comercial -la cual podría llegar a fines de este año a una situación deficitaria-, la volatilidad del tipo de cambio, la astronómica cartera vencida bancaria y la fragilidad del mercado interno, el cual empieza apenas a salir de tres lustros de contracciones sucesivas.

En este contexto, es imperativo anticiparse a un posible empeoramiento del contexto económico global y contrarrestar las debilidades internas, a fin de evitar un brusco descarrilamiento económico como los que ha padecido la población en forma cíclica y casi periódica desde 1982.

En esta perspectiva, la actual tendencia a la recuperación, si bien modesta y precaria, constituye una oportunidad inapreciable para corregir en alguna medida las lacerantes desigualdades sociales, reactivar el mercado interno y propiciar la consolidación de las pequeñas y medianas empresas, las cuales resultaron gravemente diezmadas por la crisis que se originó en diciembre de 1994.

Asimismo, resulta crucial apurar el paso en lo que se refiere a capacitación y mejora de las condiciones de trabajo, a fin de elevar la productividad y la competitividad de la mano de obra mexicana, y procurar que la recuperación de los indicadores macroeconómicos se traduzca en una mejoría de las condiciones de vida de los sectores mayoritarios de la población.

Por otra parte, y habida cuenta de la incidencia que los problemas políticos no resueltos pueden tener en la marcha de la economía, es necesario intensificar los esfuerzos para concretar la hasta ahora postergada reforma del Estado, para resolver el conflicto chiapaneco y, en general, para forjar una relación justa y digna entre nación y pueblos indígenas.

De esta manera, si la economía global logra superar sus preocupantes fenómenos actuales, México estará en mejores condiciones para proseguir su inevitable integración a ese entorno; pero si tales tendencias empeoraran, nuestro país tendría mayores márgenes de acción para enfrentarlas.