La Jornada 28 de enero de 1998

``¡No queremos otro Chiapas!'', el grito en la Huasteca potosina

Rosa Elvira Vargas, enviada, Aquismón, SLP, 27 de enero Ť La diferencia entre las yermas tierras del altiplano potosino y la exhuberancia de la Huasteca no es tal cuando el reclamo por atención se escucha por todos lados: ``señor presidente, queremos una fábrica aquí; no tenemos trabajo'', lanzaron muchas voces en Matehuala. ``Señor presidente, no queremos otro Chiapas...'', clamó a su vez aquí, Pedro González, de la CIOAC.

``¿Verdad que con diálogo se pueden arreglar todos los problemas?'', le respondió de inmediato el presidente.

Ernesto Zedillo, que regresó después de un año a San Luis Potosí, no se dio abasto hoy para recibir tantas peticiones, escuchar tantas solicitudes y efrentar innumerables reclamos. ``Queremos que la autopista a Saltillo pase por nuestra ciudad'', le dijo directo el alcalde priísta de Matehuala, Raymundo García Olivares. Sólo así, aseguró, la región del altiplano y el municipio podrán desarrollarse, crear fuentes de empleo y motivar la inversión.

A su paso, también le pidieron atender con urgencia el problema de los productores de ixtle, ``pues hay mucha inquietud'' en los cinco estados que tienen ese cultivo. Le solicitaron ``aumento salarial para el magisterio y paz en Chiapas'' y pidieron que intervenga para resolver el problema de las estafas con las cajas de ahorro. Además, al menos en dos casos le suplicaron haga algo para que dos madres recuperen a los hijos que les han sido arrebatados.

El abandono y la pobreza seculares en San Luis Potosí llevaron a la decisión gubernamental de aplicar de inmediato la segunda etapa del Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa), que este año tendrá la meta de atender 96 mil 462 familias, más del doble de la cobertura de 1997.

Y no obstante que en su discurso aquí el Presidente insistió en que son infundados los temores de algunos porque el Progresa ``está funcionando y es un programa auténticamente social que no busca ningún fin político'', las mujeres de la comunidad San Pedro de las Anonas fueron directas. Dijeron a Zedillo que están ahorrando 20 pesos de lo que se les da por esa vía, ``para formar un poquito''.

Con realismo, Hilaria Edmundo Cruz señaló que ese ahorro es para impulsar algún proyecto productivo, porque ``sabemos que algún día Progresa se termina y queremos dejar algo en la comunidad, algo para el beneficio de nosotros''. También la doctora María de la Luz Aguirre, que atiende la clínica IMSS-Solidaridad, dejó de manifiesto la dimensión del rezago al indicar que por lo menos 50 por ciento de los 244 niños que viven en San Pedro de las Anonas, acusa algún grado de desnutrición.

Ahí mismo, Emilia Santos Rosa le aseguró que las mujeres reciben los recursos de ese programa (90 pesos mensuales) y ``ese dinero no lo podemos dar a nuestros esposos porque lo malgastan. Es mejor que nosotras lo administremos y si nuestro esposo necesita dinero, que trabaje...''.

Al despedirse, luego de prometer un ``estudio de gran visión'' y un plan de desarrollo para la Huasteca potosina, Zedillo encaró los primeros de cientos de reclamos que le hicieran en esta gira. Catalina Hernández, del ejido La Cuesta, le reprochó que no haya conseguido el terreno que solicita, pese a que sus peticiones por escrito han sido firmadas por los gobernantes. El Presidente le respondió que cuando se firma de recibido un documento, no quiere decir que se cumplirá.

-Pero cuando quieren los votos entonces sí necesitan a los pobres -reviró doña Catalina.

Pasos más adelante, el propio Zedillo, a una solicitud de regularización de placas de taxis y la consecuente profesión de militancia priísta, respondió a la demandante: ``eso no tiene nada que ver''.

En Matehuala, al inaugurar la carretera a la que llegó manejando una Suburban, el Presidente recibió la petición de no desviar la autopista. Ofreció que se estudiará el planteamiento ``porque no queremos una carretera que se convierta en un bulevar urbano''. Ahí, un hombre viejo con gran ternura le regaló un Cristo y unas casitas de madera que el Presidente, a su vez, le indicó que las entregará a su hija y a su esposa, ``porque les gustan mucho estas cosas''.

En la capital potosina, Zedillo llegó al palacio de gobierno caminando por la avenida Venustiano Carranza y el jardín Miguel Hidalgo. De nuevo -y sin que las porras preparadas los acallaran- surgieron los reclamos que inclusive ha- cían inaudible la primera parte del acto en que se firmó el Convenio de Desarrollo Social. Ahí, con el gobernador Fernando Silva Nieto, el Presidente aseguró que San Luis Potosí ha iniciado una nueva etapa de su vida republicana marcada por una genuina normalidad democrática.

Anunció que mediante el convenio, la Federación destinará al estado 617 millones de pesos, más los que se canalicen por otros programas, y pidió que las autoridades que gobiernen sin distingos partidistas ni ideológicas, pues ``queremos un nuevo federalismo en el que la conducción nacional de la política social se enriquezca con las iniciativas y experiencias de los gobiernos locales y sus comunidades''.

Luego del acto, Zedillo se encontró con quienes desde el municipio de San Juan Guadalupe denuncian invasión de sus tierras y el apoyo que reciben los paracaidistas del gobierno del Estado, a quienes inclusive ha llevado servicios públicos.

De pronto, ahí mismo, una mujer con una bebé en los brazos salta las vallas que la separan del mandatario. Cae al suelo y de inmediato se incorpora para, desafiando a la seguridad presidencial, con lágrimas y desesperación pedir la atención del Ejecutivo. Nada la disuade y cuando encara el presidente sólo atina a mostrar la foto de unos niños. El subsecretario Enrique del Val fue llamado para atenderla. Luego se comentó que a la mujer sus hijos le fueron arrebatados por sus suegros y fueron enviados a un orfanatorio.

En su último acto en esta ciudad, Zedillo asistió a la presentación del programa para 1998 de Comunicaciones y Transportes. Al leer su mensaje se atropelló y no logró pronunciar la palabra ``privilegiaremos''. Cambió el texto y el auditorio -empleados de la SCT- le aplaudieron.

-Es la primera vez que me aplauden por equivocarme, pero tampoco me aplauden cuando tengo razón -les agradeció.