Luis Linares Zapata
Golpe de timó

La presencia beligerante de una gran masa crítica formada por ciudadanos consternados por los acontecimientos chiapanecos finalmente fue captada por la élite gobernante. Aun si su lectura fuera todavía rudimentaria, los mensajes que de la protesta emanan, no dejan lugar a dudas en cuando menos dos puntos. Uno que expresa la exigencia sobre la búsqueda de soluciones por la vía de la negociación política y; el segundo, la prohibición a las salidas militares. Ambos aspectos han sido específicamente tocados por parte del Presidente (Kanasin, Yucatán) y la Segob que forman el meollo del viraje que ya se contempla en el horizonte para la buena ventura de la nación.

Claro que también los temblores que en el exterior causaron las matanzas, sobre todo la de Acteal, llegaron al país revestidos de condenaciones virulentas por los terribles hechos y a los que se ataron exigencias de diálogo y atención humana a los derechos conculcados a los indígenas.

Las marchas tumultuarias (Italia), la petición de la Unión Europea, los documentos con firmas de notables y de gente común no pueden ser ignoradas sobre todo en tiempos de variadas dificultades a nivel mundial. La imagen de enfrentamientos con Zedillo como los tenidos en París, no debe ser permitida en ocasión de la visita presidencial al foro de Davos, Suiza.

Cada paso y cada traspiés en Chiapas detonan las alarmas para anunciar, una y otra vez, que tal conflicto es una espina clavada en el cerebro de las cuestiones que afectan y determinan el acontecer nacional y que condicionan los planteamientos estructurales y de coyuntura. El crecimiento económico, la reforma del Estado y el desarrollo sustentable, son improcedentes si se pretenden fincar sobre un polvorín activado que incide, con variados tintes humanos, en el ser colectivo.

Menos aún pueden atenderse las posturas violentas que son imaginadas sobre los cadáveres de miles de mexicanos como desean algunos desalmados y rudimentarios patrones de Nuevo León.

Para darle viabilidad a las propuestas presidenciales, acotándolas con precisiones obligadas y completando sus ausencias, la Secretaría de Gobernación y su candidato priísta en formación (Labastida), ha lanzado lo que parece una viable estrategia para atender el caso de Chiapas en sus múltiples variables: locales, nacionales, externas, así como en sus matices de pobreza extrema y formas consensuales para tratar las discrepancias.

La exposición de Labastida ante los diputados de la Comisión de puntos constitucionales completa el intento gubernamental de corregir las imprecisiones, malos entendidos, los titubeos y errores de apreciación iniciales así como aplacar la protesta generalizada que se ha venido despertando como un muro infranqueable a los desplantes autoritarios, las acciones unilaterales o al abandono en el que se sumergió, desde las altas esferas decisorias, a la cuestión chiapaneca.

Los tiempos en que el gobierno podía determinar el contenido y modos de las leyes que nos rigen ya pasó. No es Zedillo o sus asesores los que determinarán la formulación legislativa final que rija las cuestiones y derechos indígenas, sino el Congreso de la Unión con su balance específico de fuerzas.

La iniciativa que había elaborado la Comisión de Concordia y Pacificación debe ser enviada de inmediato a las Cámaras para que cada partido adopte las posturas que juzgue convenientes. El entendido que aún prevalece es el de la búsqueda de consensos entre todas las partes.

Pero si tal cosa no fuera posible, la mayoría calificada que se requiere para las modificaciones a la Constitución debe incluir, necesariamente, a las fracciones de la izquierda (PRD) sin las cuales, la legitimidad entraría en una zona de turbulencias a pesar de la legalidad que pudiera haber obtenido.

El debate camaral despertará, con toda seguridad, la participación de todos los actores interesados en este drama que ya se prolongó y complicó por la torpeza e irresponsabilidad de unos cuantos mandones.

Al abrir las compuertas a la participación ciudadana se irán enriqueciendo los acuerdos y una nueva relación con los oprimidos empezará a surgir en la conciencia nacional.