José Antonio Rojas Nieto
Gasolinas: los enredos de precios

Pocas veces como ahora urge atender la evolución del mercado petrolero mundial y analizar con detalle la evolución de los tres factores fundamentales que, en estos precisos momentos, mueven los precios: 1) cuotas y producción OPEP (especialmente de Arabia Saudita) y del grupo de productores independientes más importantes (Gran Bretaña, Noruega y México); 2) términos específicos de la autorización de exportaciones a Irak para su programa alimentario; 3) efectos de la crisis financiera asiática en el nivel de la actividad económica de los grandes consumidores de crudo. Por lo pronto hay que notar que pese a la severa caída de fines de la semana pasada, los futuros del crudo empiezan a elevarse. Y para resaltar la importancia de esto, conviene recordar que desde abril de 1991 el mercado estadunidense --específicamente el de la costa del Golfo de México-- opera como referencia de los precios domésticos, por lo que altas y bajas de precios en Houston representan, prácticamente, altas y bajas internas. Y hay que decir prácticamente, porque en dos casos hay excepciones que confirman la regla: 1) en el del combustóleo --el petrolífero de mayor uso industrial--, cuyo precio está acotado por el del gas natural, justamente para evitar que los usuarios del residual que pueden sustituirlo dejen de consumirlo cuando el gas natural sea más barato; 2) también en gasolinas y diesel, porque, en rigor, el precio interno antes de IVA es el externo más IEPS (impuesto especial sobre productos y servicios), cuyo monto depende del diferencial que se fija entre el precio al público sin IVA fijado antes y el referente internacional más unos pequeños cargos de transporte, servicio y logística.

La semana pasada, por cierto, se abrió un debate respecto a la posible baja de los precios de las gasolinas, la que, sin duda, podría darse si el gobierno federal estuviera dispuesto a no fiscalizar, es decir, a no convertir en impuesto (en este caso IEPS) el diferencial que surge entre el costo externo de la gasolina en Houston implícitamente presupuestado con un nivel dado de la mezcla mexicana de exportación de crudo, y el nuevo y más bajo nivel que supone el descenso de dos dólares en esa mezcla, que justificó la reducción del presupuesto de egresos.

Así, si el gobierno aceptara recibir sólo el monto absoluto de dinero presupuestado originalmente por concepto de IEPS de las gasolinas, el precio al público no sólo podría sino que debería descender, justamente en el nivel en el que descendió la cotización de la gasolina estadunidense de referencia. No aceptar la baja de precios significa, en buen romance, no ceder a los consumidores ese monto implícito en la baja señalada, y querer compensar con ello --así sea levemente-- el descenso de ingresos derivado de la caída de precios del crudo. Esto, por cierto, hay que explicarlo así.

Por ejemplo, este mes de enero, el precio de la gasolina Premium (la roja) en una ciudad como Aguascalientes es de 3.75 pesos por litro; descontando el IVA, este precio es de 3.26 pesos. Sin embargo, el precio spot de una gasolina de referencia en la costa del Golfo de México en Estados Unidos, se puede ubicar en 30 dólares por barril en los tres meses anteriores --eso para usar una referencia sin cambios bruscos--. Si a esta referencia realizamos los ajustes necesarios para tener la referencia que llamaremos interna, es decir, si sumamos los costos de transporte, servicio y logística (por ejemplo tres dólares por barril), llegaríamos a un referente interno de 33 dólares, que con un tipo de cambio de 8.30 pesos significaría cerca de 1.73 pesos por litro, lo que daría un IEPS de 1.53 pesos para alcanzar la cotización al público de este mes.

Ahora bien, si suponemos que de no haber caído el crudo, la cotización de referencia hubiera sido de 33 dólares, con cuentas similares llegaríamos a un referente interno de 36 dólares, es decir, 1.88 pesos por litro, con un IEPS de 1.38 pesos, justamente el del presupuesto. Así, el diferencial que podría transferirse a los consumidores sería de, al menos, 15 centavos por litro, lo que al precio sin IVA de enero representaría cerca de 5 por ciento.

No es cierto, entonces, que no se puede bajar el precio de las gasolinas. Sí se puede. Pero debiera explicarse que se considera necesario que el fisco --no el consumidor-- se apropie de ese excedente bajo la forma de IEPS, dejando a personas, familias y empresas sin ese ahorro. Claro que esto corre el riesgo de que no se esté de acuerdo con las razones que condujeron a esa decisión, las que, por cierto, hasta hoy no se han mencionado.