La Jornada viernes 30 de enero de 1998

José del Val
Cuba, el Papa, Clinton, la nena

La sospechosa simultaneidad entre la visita del papa a Cuba y la debacle erótica del presidente Clinton obliga a reflexionar en la posible relación de ambos acontecimientos.

Al margen de toda interpretación del significado y consecuencias de la visita del papa Juan Pablo II a Cuba, resulta evidente que su realización requirió de finas, largas y complicadas negociaciones.

Evidentemente el Papa no aceptaría limitar sus mensajes, ni sugerencia alguna para ellos. Por su parte, el Estado cubano aceptaría la visita papal y sus consecuencias siempre espectaculares, con la seguridad de que éstas en última instancia resultarían benéficas para la isla.

La sola realización de la visita del Papa, mostraría al mundo una voluntad de apertura y una confianza del Estado cubano en sí mismo desconocida. Si además de la visita, el Papa condenaba el soberbio bloqueo norteamericano en alguna de sus intervenciones públicas, la opinión pública mundial recogería el mensaje.

Y más que una opinión pública general, el mensaje emitido desde Cuba iría directamente al corazón de la opinión pública y el Estado norteamericano.

Las fuerzas que dentro de Estados Unidos luchan contra el bloque, encontrarían una fuerte palanca para presionar al presidente Clinton y al Congreso para modificar la política norteamericana.

El poderoso cuarto poder norteamericano, ávido de la espectacularidad que la visita implicaba, había montado un operativo gigantesco para cubrirla, y estaba llamado a ser el vehículo que difundiera y amplificara ese mensaje a Estados Unidos y al mundo entero.

Las estrellas informadoras de las grandes cadenas norteamericanas estaban en Cuba preparadas para el periplo caribeño.

De pronto, así como si nada, con una coincidencia sospechosa, aparecen en Washington unas cintas que una secretaria que trabaja en la Casa Blanca había grabado, de una conversación con una chica que había trabajado también en la Casa Blanca como pasante, en las cuales le confesaba a su amiga las relaciones que había mantenido con el presidente Clinton.

La nena en cuestión ya había sido interrogada por los abogados de Paula Jones, que lleva un largo pleito con Clinton arguyendo que una vez le enseñó la pirinola y le pidió que le diera unos besitos.

Al margen de la tontería y frivolidad que subyace en todas estas ``noticias'', debajo de las cuales se encuentran intereses del todo obscuros, las cintas grabadas, más que para demostrar el desenfreno erótico de Clinton, lo cual le tiene sin cuidado a los norteamericanos, sirven para fundamentar una acusación de perjurio y obstrucción de la justicia por parte de Clinton, y esto sí es grave, ya que si se comprueba, le cuesta la Presidencia.

La eclosión de la noticia se da un día antes de la llegada del Papa a Cuba, y deriva en la estampida de los informadores norteamericanos hacia su escándalo interno; desde ese momento, los periódicos norteamericanos no tienen más noticia que el asunto erótico.

Nada importa ya, ni la paz en el Medio Oriente, ni los sucesos en Bosnia, ni el narcotráfico; nada existe ya. El propio Yasser Arafat en la conferencia de prensa con Clinton se enrojece de escuchar sólo preguntas sobre la sexualidad de su anfitrión.

Una interpretación posible de la ofensiva erótica contra Clinton derivaría de encontrar su origen en el poderoso lobby judío norteamericano, que reacciona con dureza ante las fuertes presiones de Clinton a Netanyahu, y lo hace en el momento mismo de la visita de Arafat, aunque es plausible, esta misma interpretación podría ser parte de una cortina de humo en torno al significado real de las coincidentes y aparentemente desconectadas situaciones.

Otra línea de reflexión, a mi juicio más interesante de explorar, derivaría de la relación EU-Cuba, y es entonces cuando viene a la memoria la tristemente célebre mafia cubana y sus nexos y sistemática colaboración con el Buró Federal de Investigaciones (FBI) en múltiples planes para asesinar a Fidel Castro e impedir todo acercamiento entre Estados Unidos y Cuba al precio que sea.

Muchos norteamericanos están convencidos de que fue precisamente este asunto --las relaciones EU-Cuba-- lo que le costó la vida al presidente John F. Kennedy.

Parece plausible suponer entonces que ante la importancia y consecuencias que podría tener la visita del Papa a Cuba, la mafia cubana, el FBI y otras fuerzas oscuras en Estados Unidos, hayan diseñado un meticuloso plan que se basa en el inasible expediente de lo que pueda afirmar una nena, para destruir al mismo presidente estadunidense con tal de evitar un cambio en las relaciones, Cuba-EU.

Si desgraciadamente esto es posible y cierto, nos encontramos frente a una constatación más, otra, de la grave situación en que se encuentra la democracia norteamericana, a la que no dudaría en calificarla de ``democracia secuestrada'' por los más oscuros intereses que hoy azotan el planeta.

Si esta interpretación es correcta, resulta muy preocupante que el cuarto poder norteamericano se preste ingenuamente a ser una pieza central en esta operación político criminal --¿o acaso participa en el complot?-- lo que resultaría mucho más preocupante.

En este escenario, las grandes transnacionales norteamericanas, vinculadas a los negocios de la guerra, aparecerían como la infantería que acompaña a los cuatro jinetes del Apocalipsis que hoy montan cuatro briosos corceles llamados heroína, cocaína, mariguana y anfetamina, y ¡ay chico: hablan en cubano!.