A la comandante Ramona, a su salud.
Cuando se lean en el futuro las páginas de la historia de resistencia que están escribiendo en Chiapas los índigenas, no podrán pasar desapercibidos los capítulos encabezados hoy por las mujeres y los niños.
En los últimos cuatro años, desde el levantamiento del EZLN, tanto las mujeres como los pequeños indígenas del sureste mexicano han desempeñado un papel fundamental en la ruptura de los esquemas de contrainsurgencia. La táctica de hostigamiento a quienes con- sideran más débiles no parece estar dando resultados para alcanzar la estrategia de amedrentar y desmovilizar a comunidades enteras.
Además de los múltiples casos de tortura, secuestro y asesinato de hombres y mujeres reportados por organismos de derechos humanos en los últimos años en Chiapas, existe una lista de más de 300 violaciones sexuales a manos de elementos del Ejército Mexicano, la Seguridad Pública estatal y los grupos paramilitares. A pesar de esas tácticas de contrainsurgencia -bien conocidas en las comunidades indígenas-, las mujeres, los hombres y los niños que vivieron la masacre de Acteal se negaron a refugiarse, días antes, de los paramilitares que, a menos de 500 metros, mantenían secuestrados a sus familiares. ``No los dejaremos solos'', decían. Según testimonios de sobrevivientes, las mujeres no dudaron en detenerse a recoger a los niños cuando escucharon las primeras detonaciones aquel sanguinario 22 de diciembre (lo que, en boca de los propios sobrevivientes, explica el hecho de que, junto con los pequeños, hayan sido la mayoría masacrada).
Tan sólo unas semanas después, y a pesar de ésa y otras masacres, Guadalupe Méndez López, base de apoyo del EZLN, cargó a su niño la mañana del 12 de enero de 1998, como lo hicieron muchas mujeres más, para enfilarse a una marcha pacífica en contra de la violencia y de la muerte que los estaban esperando, como esperaban a muchos hombres, a otras mujeres, a muchos niños más.
Ante hechos como éstos, parece cada día más inútil el empecinamiento de un gobierno federal que apuesta al desgaste y al cansancio de las comunidades indígenas, chiapanecas, particularmente los zapatistas. ¿Cuántas Guadalupes más se necesitan para entender lo que es la decisión de resistir? En lugar de pretender ignorar que la formación de cercos vivos de mujeres y niños responde a una profunda disciplina de la que son parte integral, junto con los varones, y en lugar de subestimar la dignidad tanto de mujeres y niños como de hombres afirmando que aquéllos son utilizados como escudos humanos por éstos, las fuerzas armadas y su jefe supremo, el presidente Zedillo, debieran reconocer que es inútil apostar a la derrota -por desgaste o por plomo- de un ejército rebelde cuyas bases de apoyo están constituidas por comunidades indígenas organizadas desde y para la resistencia, y en más de 50 por ciento por mujeres capaces, por ejemplo, de caminar kilómetros con la matriz desprendida, sujeta firmemente por un trozo de tela.
Hace algunos días, en un comunicado interno del CCRI-CG del EZLN (13 de enero), el subcomandante Marcos afirmó: ``La compañera Guadalupe Méndez López comenzó a vivir el día 12 de enero de 1998''. Para que nadie más comience a vivir a partir de su muerte violenta, es preciso insistir en el respeto a una propuesta de solución pacífica a las causas que originaron el alzamiento zapatista; propuesta que es producto de un diálogo incluyente, que pretende erradicar la búsqueda de la derrota para arribar a consensos y que nace de los acuerdos firmados en la mesa sobre Derechos y Cultura Indígenas del diálogo de San Andrés.
Así como el presidente Zedillo es hoy el responsable de que se encuentre vetado el paquete de reformas constitucionales elaborado por la Comisión de Concordia y Pacificación, es corresponsabilidad de la sociedad civil, de las organizaciones políticas y de todos los actores comprometidos con la paz en México insistir en el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, en el desmantelamiento de los grupos paramilitares y en la salida del Ejército Mexicano de las comunidades indígenas, aquilatando en su justa dimensión el ejemplo de resistencia que encabezan hoy los pueblos indios y, en su seno, las mujeres y los niños.
* Integrante de la Convención de Mujeres y de la Asamblea Nacional de Mujeres por la Transición a la Democracia