Luis Javier Valero Flores
Tormenta blanquiazul

Las contundentes afirmaciones de Ramón Galindo, presidente municipal de Juárez y precandidato del PAN a la gubernatura, en las que aseveró no ser el ``candidato de los poderosos de Chihuahua'', servirán para realizar el balance del gobernante al que aspira suceder.

``Soy un hombre que ha realizado trabajo político solo; soy el candidato de la gente fregada. Sabe la cúpula económica y política que no me va a poder controlar; que actuaré directamente en relación con los intereses del estado de Chihuahua, no de las cúpulas''.

Al parecer, en la cerrada contienda panista por la gubernatura, se repite la disputa entre Galindo y el equipo del gobernador. Hace tres años, en la pelea por la presidencia municipal de Juárez, el alcalde juarense derrotó en la elección interna al candidato de Barrio, Gustavo Elizondo. Ahora, para impedir una nueva derrota han echado toda la leña al asador, pues según los sondeos entre los panistas, el candidato del gobernador, Eduardo Romero, ex secretario de Gobierno con Barrios, va abajo en las preferencias.

Y mientras éste intenta adquirir el ``carnet espiritual'' de panista: ``me los encontré a ustedes (a los panistas), en los cinco años de gobierno con Francisco Barrio y con eso ya gané''; Galindo hace gala de lustros de pertenecer al panismo.

Las críticas al gobierno que termina provienen ya no sólo de los sectores más democráticos de la entidad. Los señalamientos de que ha gobernado en provecho de una élite adquieren mayor peso ahora. Los escándalos de Salbárcar, del grupo Progreso; de la línea aérea Lone Star; del apoderamiento de la economía estatal por parte de ``los filósofos del Notariado y la Construcción'' al que pertenecen Romero y Federico Barrio, el hermano del gobernador, adquieren mayor relevancia.

Las críticas enderezadas en este artículo contra la administración panista no van dirigidas hacia las aspiraciones democráticas de los militantes del PAN, que suponemos poseen. Existimos chihuahuenses que nos ilusionamos con tener gobernantes sin compromisos políticos ni económicos con los más poderosos de Chihuahua o del país. Esa convicción nace de la certeza, plenamente razonada, de que hasta ahora se ha gobernado para favorecer aún más a quienes ya lo poseen todo y llevaron a la nación a la situación tan lamentable en que se encuentra.

Por eso protestamos y denunciamos que las élites económicas del país, al considerar que el PRI se desgastó y cercana ya su derrota, utilizan a otras opciones políticas para mantenerse en el poder.

Para quienes no lo recuerden, o traten de olvidarlo, debemos traerles a la memoria que el grupo de Francisco Barrio intentó que éste fuera postulado a la presidencia municipal de Juárez por el PRI, y que, del mismo modo, quien se ostenta como un panista de reciente cuño, Eduardo Romero, también militó en el PRI y hasta hace muy poco, cuando ya se perfilaba como el precandidato del mismo grupo económico del gobernador, se afilió al PAN.

Se podrá argumentar que otros priístas ingresaron al resto de partidos de oposición, particularmente al PRD, pero ningún panista ha actuado tan apegado a los ``principios'' del presidencialismo como Barrio.

Entre las evidencias recientes se encuentra el apoyo otorgado por el mandatario chihuahuense al presidente Zedillo para que fuera aprobado el presupuesto de egresos de la federación y, de esta manera, concretar nuevamente la alianza del PRI y del PAN a fin de dejarle al Presidente la discrecionalidad en el manejo del presupuesto de la nación y para que no disminuyera el IVA y, por el contrario, se aprobaran los aumentos a las gasolinas, a los combustibles, a los impuestos, al rescate bancario, al rescate carretero, al pago de la deuda externa y se respetara el manejo discrecional, arbitrario, del Presidente de la República, de carretadas de dinero sin la obligación de rendirle cuentas al Congreso de la Unión.

De tales magnitudes son las denuncias realizadas por Ramón Galindo. Pueden levantar marejadas en el panismo. Queda la duda de si las respalda una práctica gubernamental alejada de otros enriquecidos miembros de la iniciativa privada. Puede ser que no, y se trate, en realidad, de una disputa entre grupos económicos, a través de diversos precandidatos que se han gastado una millonada en sus campañas.

Los poderosos se ``modernizaron''. Ahora ya no se empeñan en un solo color partidario. Lo mismo les da si es uno u otro; lo fundamental es que al llegar al gobierno los favorezcan. ¡Qué tiempos!

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