Alberto Aziz Nassif
Chihuahua: las tradiciones se imponen

El PAN, partido gobernante en Chihuahua, eligió el domingo 1¼ de febrero, en una convención de 5 mil 174 delegados, a su candidato, Ramón Galindo, panista con varias décadas de activa militancia. En este caso, el panismo histórico ganó a las posibilidades de renovación. Dos días antes, el PRD, un partido pequeño en esa entidad y actualmente dominado por un grupo de la vieja izquierda con hábitos democráticos raquíticos, eligió a puerta cerrada con el voto de sólo 60 personas a su candidata, Esther Orozco, una reconocida investigadora, con lo cual ganó el aparato y perdieron los movimientos sociales.

Por su parte el PRI, después de muchos jalones decidió hacer una elección abierta a todos los militantes y simpatizantes, fórmula que fortalece el precandidato que controla la maquinaria del partido, es decir, Artemio Iglesias; cambia la forma de elección, pero se quedan los contenidos.

Las formas democráticas están sustentadas en prácticas y reglas, pero su vigencia se mueve sobre niveles menos visibles de la cultura política, de esa gramática profunda que ordena y reproduce las filias y las fobias de la afectividad y las pasiones. Esa característica es decisiva para entender alianzas, discursos y proyectos políticos. Con dos escenarios muy diferentes, PAN y PRD de Chihuahua experimentaron en estos días un juego intenso de luchas políticas, que es necesario analizar.

El panismo tiene reglas claras y escrupulosos métodos democráticos en la elección de candidatos; prácticamente toda su vida lo ha hecho así. Sin embargo, esa dinámica de democracia interna no tiene las mismas implicaciones cuando se es un partido pequeño de oposición, como fue su situación durante 50 años, que siendo partido gobernante; las necesidades son otras y los grupos se contraponen. En preparación para la elección del próximo 5 de julio en Chihuahua, el panismo experimentó una situación muy novedosa: una campaña interna de casi tres meses. Se vio a un partido movilizado, no demasiado grande en cuanto a sus afiliados, pero sí organizado y con cobertura estatal. La convención del pasado domingo dejó muy claro que hay varios panismos en el estado y diferentes proyectos políticos.

En ese juego interno hubo al menos tres grupos identificados, no sólo con precandidatos, sino con propuestas y visiones. Una hipótesis del resultado puede ser la siguiente: los polos extremos se tocaron, se aliaron y prensaron a la posición de centro, al proyecto de continuación y reformas impulsadas por el gobierno de Francisco Barrio, es decir, una gama amplia de intereses que incluyó los dos extremos, pero que dominó el centro, hasta ahora. Hoy, en caso de que el PAN triunfe, la posibilidad de consolidar el actual proyecto y hacer las reformas necesarias en una propuesta muy articulada que renovó y alimentó los marcos tradicionales del panismo, como fue la de Eduardo Romero, ``un recién llegado'', ha quedado medio cancelada. La posición del tercer lugar definió el triunfo del panismo ``populista'' de Ramón Galindo. Los sectores más conservadores del PAN, cercanos a la organización derechista Desarrollo Humano Integral, que tenían como candidato a Enrique Terrazas, quien en la segunda ronda de votación decidió declinar y dejar solos a los dos primeros lugares. El panismo histórico se reconoció en la militancia añosa, como carta de legitimidad y decidió apoyar de forma clara al ex presidente municipal de Juárez, un candidato del afecto y de los efectos; este giro hizo posible el triunfo del carisma sobre la propuesta. Así, carisma de efectos y conservadurismo le cerraron la puerta a un renovador proyecto de centro.

En el PRD, mientras los partidos se abren a métodos de elección más incluyentes, la vieja izquierda habituada al manejo del aparato, decidió encerrarse y votar en familia. La opción fue entre un candidato externo ligado a los movimientos sociales, pero independiente, democrático y no controlable por la burocracia del partido, Víctor Quintana, y una candidata, también externa, pero cercana familiarmente a la dirigencia y desvinculada del estado, que finalmente ganó. Un partido que quiere crecer necesita vínculos amplios con la sociedad y no encerrarse con sus estatutos.

En este final de siglo, cuando la política se nutre de la tolerancia y los partidos están urgidos de propuestas renovadoras en Chihuahua perdieron los candidatos innovadores y ganaron las tradiciones, así es la paradoja...