ASTILLERO Ť Julio Hernández López

En Chihuahua se venció, en primera instancia, el empuje jurásico que pretendía imponer a Artemio Iglesias como candidato priísta a gobernador mediante una linda careta de presunta democracia.

Que decidan las bases, decían los artemistas en un otrora impensable arranque democratizador que, sin embargo, tenía plena explicación al entender que la estructura presuntamente representativa del priísmo chihuahuense estaba copada por los simpatizantes de Iglesias.

Una consulta directa a la base militante, organizada en términos tradicionales, hubiera estado plenamente controlada por la gente de Artemio Iglesias, pues este personaje se dedicó con especial cuidado a tomar en sus manos todo el aparato formal del priísmo de aquella entidad, aprovechando su presencia en el Comité Ejecutivo Nacional, desde una de cuyas carteras se mantuvo maniobrando abiertamente a pesar del evidente conflicto de intereses que significaban su posición y sus acciones.

¿Democracia priísta?

Sin embargo, la única salida posible para evitar rupturas y escisiones fue la de abrir el proceso electoral interno a una fase avanzada, que retiró por lo pronto la tentación monopólica de Iglesias y redujo los temores de sus contrincantes internos, particularmente del diputado Patricio Martínez y del alcalde capitalino Gustavo Ramos Becerra.

Esa fase novedosa consiste en una elección abierta en al que podrán participar los ciudadanos inscritos en el padrón electoral, pero que antes de los comicios internos priístas decidan afiliarse o reafiliarse al tricolor. Como planteamiento genérico es interesante la apertura del PRI en aquella entidad, posibilidad alcanzable entre otras cosas debido a que no hay gobernador priísta sino panista.

Difícilmente un gobernador priísta permitiría que en su estado se aplicara un sistema similar, pero la condición de persistente oposición a la que ha sido reducido el priísmo allá, aderezado con el hecho cierto de que existen condiciones propicias para retomar el poder, dieron como resultado la aprobación de ese experimento que, no obstante (como antes ha sucedido en otras entidades), corre el riesgo de provocar divisiones y enconos si no se aplica con genuina vocación democrática y, por el contrario, se utiliza como mera mascarada para legitimar una decisión tomada de antemano.

Anteriores experiencias reflejan que los resultados de la simulación democrática suelen ser peores para los intereses del priísmo hegemónico que la aplicación cruda del dedazo. Cuando se alienta en los participantes una expectativa cierta de competencia, y luego la realidad muestra que el candidato predestinado es favorecido mediante apoyos económicos centrales e inducciones políticas similares, se producen también una desesperanza y una irritación que han colocado a quienes así han perdido (a la mala) en situación de alejamiento de su partido o de volcamiento de su fuerza hacia candidaturas no priístas.

En el caso de Chihuahua, los títulos políticos de Artemio Iglesias hacen difícil (la palabra correcta sería imposible) pensar en una genuina vocación democrática y en una disposición real al juego limpio. Por el contrario, los antecedentes de Iglesias (en una clara similitud con Angel Sergio Guerrero Mier, en Durango) son los de una exagerada concentración de los vicios de la ortodoxia priísta, y en especial de una recurrentemente denunciada vocación alquimista, no sólo frente a los partidos y candidatos opuestos al PRI sino, también, en el plano de los procesos electorales internos.

Bajo tales circunstancias, la gran apertura priísta a la democracia anunciada en Chihuahua está opacada de antemano por la enorme sombra dinosáurica allí presente.

Cabe señalar, por otra parte, que el priísmo chihuahuense tiene frente a sí una notable oportunidad: el restablecimiento en el poder gracias a las fisuras del panismo y de la figura rectora del gobernador Francisco Barrio Terrazas. Una muestra de la debilidad panista, y de sus previsibles convulsiones internas, la da el hecho de que la corriente del gobernador Barrio Terrazas perdió, a pesar de haberla peleado con toda energía, la candidatura a ese máximo cargo estatal, pues el ganador de la contienda, Ramón Galindo, pertenece aun grupo no sólo diferente sino enfrentado al del actual mandatario, que con tal pérdida de control interno difícilmente podrá continuar con su silenciosa esperanza de colarse en busca de la candidatura presidencial panista para el 2000.

Buenas noticias para el profesor

El triunfo del socialcristiano Miguel Angel Rodríguez en los comicios presidenciales de Costa Rica es de una gran importancia para los intereses políticos y económicos que representa el profesor Carlos Hank González.

Por principio de cuentas, debe recordarse que la victoria de Rodríguez se dio a pesar de la muy difundida visita que el ahora presidente electo y su principal equipo de trabajo hicieron en mayo del año pasado a la residencia del profesor Hank en Santiago Tianguistengo.

Sin embargo, poca mella hizo en el electorado la denuncia de la visita de los costarricenses y la presunción de que en ella se habrían realizado pactos políticos y económicos preocupantes (se habló de financiamiento del hankismo a la campaña socialcristiana a cambio de concesiones y permisividad en la aplicación de dinero mexicano en aquella tierra, y se llegó a estudiar en el ámbito legislativo de San José la vinculación del grupo mexiquense con el lavado de dinero y el narcotráfico).

Ahora, con un presidente amigo y las deudas (así sean las mínimas de la cortesía que obliga a la reciprocidad) que ello conlleva, el hankismo podrá ver con cierta indulgencia el desenvolvimiento de sus conflictos en México, pues siempre habrá de tener en cuenta todo ese grupo que, para lo que sea necesario, ahora cuenta con amigos e intereses instalados en la cúpula del poder de San José.

Astillas: Hay muchos otros temas que merecen espacio y atención, así es que nada más de pasada recordamos lo que aquí se planteó el viernes de la semana pasada: en tal fecha se sabría (durante una reunión del Consejo General del IFE) si era cierta o falsa la información dada a conocer días antes en esta columna respecto a las objeciones que habría contra la propuesta de José Woldenberg en favor de Alberto Begné para ocupar la Secretaría Ejecutiva de ese instituto. Ese viernes ni siquiera se planteó oficialmente el tema, pues en las pláticas previas entre los consejeros electorales quedó plenamente demostrado que no había consenso en favor de la propuesta. Recordando que la oficina de prensa del IFE había acusado a esta columna de elaborar simples conjeturas, vale la pena decir a propios y extraños que, por desgracia, en el raro mundo del IFE las conjeturas se vuelven realidad y los boletines de prensa meros desahogos viscerales... Roberto Madrazo Pintado no quiere perder paso frente a Manuel Bartlett en la búsqueda de la candidatura presidencial priísta, y ahora la nueva directiva tricolor en aquella entidad ha tomado la decisión de postularlo abiertamente como aspirante al 2000. ¿Qué tal si Carlos Cabal Peniche se destapa como candidato a la Secretaría de Hacienda en un eventual gabinete madracista?