Carlos Bonfil
Mirada de mujer fundamentalista

¿Qué sucede con las telenovelas ``progresistas'' en México? Aquellas que no son ``ni Esmeralda ni Lucecita ni Rubíes'', con las telenovelas que navegan con bandera de feministas y anochecen trepadas en un púlpito señalando los abismos a los que conduce la promiscuidad. Véase un ejemplo a la vez de moda y ancestral. En declaraciones recientes (El Universal, 31 de enero), el libretista colombiano de 55 años Bernardo Romero, autor de Mirada de mujer, la exitosa telenovela que transmite Televisión Azteca, habla de uno de sus personajes, Paulina (``maravillosa como ser humano, siempre en contra de lo que ordenan los hombres''), y después de mencionar el número enorme de conflictos que lleva dentro, la revela como el personaje que en la telenovela terminará ``enfrentándose al sida''.

En opinión del señor Romero, en una sociedad latinoamericana ``hecha para y por los hombres'', muchas mujeres, como Paulina, desean liberarse. Paulina es pues una heroína, con un solo defecto, no tan menor, pues decide totalmente su destino. Paulina, señala su creador Romero, ``ha exagerado su forma de vivir, y el sida es una consecuencia lógica ante su promiscuidad'' (sic). Así, nuestra heroína de corte ``feminista'' no estuvo siempre ``en contra de lo que ordenaban los hombres'', sino sometida a ellos y al yugo de su propio desenfreno sexual. A nadie deberá sorprender que, en el capítulo menos pensado, la justiciera espada de los arcángeles caiga sobre la promiscua Paulina, y por extensión sobre las conductas ligeras que alguna lección podrán extraer de estos extravíos o de esta libertad que inadvertidamente se volvió libertinaje.

Es desalentador que una telenovela cuya intención manifiesta es la de romper con estereotipos sexistas y adoptar, en lo posible, una perspectiva de género, caiga --o no haga nada por evitar caer-- en las interpretaciones más reaccionarias de lo que es el sida (flagelo de pecadores, castigo divino, correctivo supremo de la conducta) y de quiénes son los (las) que lo padecen. ¿Acaso piensan seriamente los libretistas de Mirada de mujer que el sida en las amas de casa, en las mujeres campesinas, en los niños de la calle, en las personas que viven con hemofilia, o en los homosexuales es consecuencia lógica de su promiscuidad? ¿Ignoran que la desinformación y la difusión masiva del prejuicio son obstáculos mayúsculos para la prevención de la pandemia? Adoptar las posturas de grupos conservadores que no sólo sostienen la visión de la promiscuidad como madre de todos los virus, sino que también la utilizan como argumento máximo para luchar contra el uso del condón, es transformar la telenovela en panfleto de cuarta para satisfacción de Pro Vida y grupúsculos afines. Los espectadores que siguen con entusiasmo los capítulos de la telenovela que se propuso cambiar el panorama de este tipo de emisiones en México, merecen algo más que un regaño moralista. Quienes padecen hoy la enfermedad del sida no merecen tampoco otra mirada de desdén en sus televisores. Una sugerencia: ¿por qué no dejan los regaños moralistas para los comerciales?