La Jornada 5 de febrero de 1998

Al aprendiz de brujo siempre se le desborda el caldero: Pérez-Revert

César Güemes/ II y última Ť Tan sólo entre la novela que inició la saga del Capitán Alatriste y Limpieza de sangre, que la continúa, Arturo Pérez-Reverte se ha ganado la simpatía, a juzgar por las cifras, de 700 mil lectores. Visto de ese modo sería un fenómeno editorial, sin más. Pero sí hay más. Detrás de eso están el trabajo y muchos años de vivir entre guerras ajenas y otros tantos de escribir para ganar las propias. De ello hablamos con el prosista en este cierre de la conversación.

--En algún momento manejó que alguna de las novelas de la saga de Alatriste sucediera en México. ¿Se mantiene en ese propósito?

--No es seguro, aunque me gustaría que fuera así. Y si no ocurre aquí al menos va a tener que ver con América y con México y con el oro y los galeones.

--De modo que no toda la serie está planeada ya.

--Hay varios núcleos que son inmutables y un grupo de elementos exteriores, de circunstancias, que pueden cambiar. Puedo contar una historia determinada en Cádiz o en Sevilla, así que el galeón puede provenir de Veracruz o de La Habana, pero la historia central es la misma.

--Uno de los personajes tan atractivos como el propio capitán es Gualterio Malatesta, que casi merece novela aparte.

--En realidad no son muy diferentes y quizá por eso es atractivo. Es posible que Malatesta sea algún Alatriste que ha caído en otra parte. Creo que Alatriste reconoce en Malatesta a un hermano. Además he visto gente que podía haber sido lo mismo buena que mala, dependiendo de la suerte que haya tenido. Malatesta es el lado oscuro del héroe, como todos tenemos nuestro lado oscuro. Todos pudimos haber sido villanos, y al mismo tiempo los villanos pudieron haber sido diferentes. Y es que la vida gasta bromas muy a menudo, y Malatesta es consciente, como también lo es Alatriste, de que la existencia es una bromista con muy mala intención.

Bienvenida la Iglesia progresista

--¿A estas alturas en España es posible que se metiera en algunos líos por hablar de la Iglesia como lo hace?

--No. De hecho mi novela anterior a la serie, La piel del tambor, hablaba sobre la Iglesia bastante duro. Al principio el Opus Dei prohibió venderla, pero la obra se leyó mucho. Y es que no me meto con la Iglesia. Digo que mientras haya alguien a quien entrar a una iglesia le consuele, qué bueno que existan ese tipo de sitios. Mientras haya una pobre mujer sin consuelo porque le han matado a sus hijos en Chiapas y el entrar a un templo le auxilie, con eso me basta. Además, sabemos que hay una Iglesia progresista, que lucha y se compromete, y merece un gran respeto. De modo que hablo de un tipo determinado de entender la religiosidad: la Inquisición. Esa es una faceta de la Iglesia, el aspecto oscuro y negativo. Contra eso sí estoy. Y estoy en contra de todo lo que es fanatismo y represión, así como del integrismo islámico, también lo estoy del nazismo. Estoy en contra de los que leen toda la vida un solo libro, sea el que sea, Mi lucha, La Biblia, El Corán. El lector de un solo libro no es sano porque tiene anteojeras como los caballos. Y estoy harto de ver, por la vida que he llevado de reportero de guerra, las consecuencias de quienes leen un solo libro: el fanatismo, la intolerancia, la crueldad.

--¿Nunca veremos en futuras historias dentro de la saga que se incline más por el lado de Góngora que por el de Quevedo?

--No, por una cuestión de carácter. En cuanto a temperamento estoy más cerca de Quevedo. En mis novelas, Góngora arderá en el fuego eterno. Como lector puedo disfrutar con sus poemas, pero si he de elegir, y en la vida se tiene que elegir tarde o temprano, estaré con Quevedo. Hubiera podido ser amigo de él, emborracharnos juntos o ir a un burdel. Lo he puesto como amigo de Alatriste porque me hubiera gustado que lo fuese mío. La ventaja de vivir es que uno puede buscarse los amigos y los enemigos que uno quiere. Por carácter me descubro mucho más cerca de la carne, la sangre, la lucidez escéptica y agresiva de Quevedo, que del culteranismo gongorino. Cuando las palabras se vuelven objeto me molesta, en novela, en poesía o en todo. Además de que veo a Quevedo con sus defectos, que los tuvo y muchos, tampoco era perfecto.

--¿Qué sucede con las otras novelas, con el otro Pérez-Reverte que conocíamos y cuyas obras nuevas se extrañan?

--Ahora estoy con una novela extensa y distinta. Mi plan era hacer un Alatriste y uno de los otros trabajos, pero en vista del éxito de Alatriste, las cartas que recibo, el ánimo que la obra despierta por ejemplo en los colegios, pues decidí hacer otro Alatriste y sigo con mis novelas de siempre.

--Entonces sí piensa en el lector, en sentido opuesto de lo que decía antes, que era un autor egoísta.

--Ahora que lo dices, reconozco que es la primera vez que de verdad me pasa, y eso porque me ha sorprendido la reacción. Es la vez inicial en que el lector me ha hecho hacer algo o cambiar una idea. Pero es que cuando recibes en una semana 30 cartas de jóvenes que en su colegio están leyendo a Alatriste, que en su vida habían leído un libro, pero que están felices y que quieren más, evidentemente tienes que pensar en el lector. Cómo no.

--Poco antes de comenzar la entrevista me dijo que había observado como reportero de guerra un fenómeno parecido al de México en El Salvador, que así empezó la debacle. ¿Cómo es eso?

--Lo digo con las salvedades del caso, pero el tipo de sucesos en seguida me llamaron la atención. Hablo de la matanza de campesinos, de los grupos paramilitares que proliferan. Cuando en El Salvador el Ejército no estaba dispuesto a meter mano abiertamente, quienes aparecían eran los paramilitares. Y eso es muy peligroso, porque al final se pierde el control, el conflicto pasa a las ciudades. ¿Sabes qué hacíamos los reporteros en El Salvador? Cada mañana salíamos del hotel y caminábamos por los vertederos de basura, para ser testigos periodísticos de cuántos aparecían muertos. Cada mañana aparecían diez o doce, quemados con cigarrillos, con la nariz cortada, ahorcados con alambre. Eso que terminó en las ciudades y acabó convirtiéndose en guerra, empezó con la aparición de paramilitares en contra de campesinos. Y lo que pasa es que el ser humano es cruel por naturaleza, es muy fácil llevarlo al límite, en un momento te saltan todos los mecanismos que han creado siglos de civilización y se vuelve a la barbarie. Pero hay cosas con las que no se debe jugar, porque siempre al aprendiz de brujo se le salen las cosas de la caldera. No puedo evitar asociar las dos realidades, pero no me gusta. E insisto, salvando las diferencias. He visto empezar tantas cosas que ya conozco los síntomas, y me gustaría poder decir: mirar, escuchar, fijaros, pero la experiencia de uno no le sirve a la gente; nadie escarmienta en guerra ajena.

América Latina, ignorada por España

--¿Qué posición tiene como periodista que es, como escritor, como español, de lo que pasa con la ETA, de la cual las noticias que llegan a México son complejas?

--ETA es una aberración, es como un reducto prehistórico en una democracia. ETA es el fanatismo y la estupidez. Así de sencillo. Si juntas incultura, estupidez y fanatismo, aparece ETA. Es algo increíble que en un país que tiene una democracia europea establecida desde hace veintitantos años se dé algo así. Además hay que ver que el País Vasco tiene su gobierno autónomo, que gobierna con una autonomía mayor de la que tiene por ejemplo Francia en sus provincias; hay que ver que hasta la policía de ahí es vasca y la economía es vasca. Así que a estas alturas hablar de ETA es grotesco. Supongo que a México no siempre llega la información al respecto como tiene que llegar, pero defino al hecho como irracional por completo.

--Diga por último qué piensa del rumbo social que ha tomado España en los recientes meses y si eso le afecta como escritor.

--Escribo lo mismo si estuviera el Partido Socialista Obrero Español que si está el Partido Popular. No escribo sobre la actualidad española, sino sobre cosas del alma humana, del ser humano. Quizá por eso me lee igual un japonés, un mexicano o un danés, porque hablo de cosas que no tienen que ver con España en sí. Ahora, nunca hablo de política, pero tengo una postura clara. Hay una cosa que reprocho siempre como ciudadano, y es que con tanta Europa se ha dado la espalda a América. Somos tan estúpidos que por el esnobismo y el espejismo europeo, aunque seamos parte del club con muy buenas condiciones, le hemos dado la espalda a toda América Latina y a Cuba. En Cuba lo que pasa es una barbaridad, está abandonada. Y eso es un error histórico. Y no es de estos que ahora gobiernan España, sólo lo continúan. Me parece que es imperdonable. Cuando hace más falta la presencia de España, cuando debería estar jugando un papel de mediación en plan de igualdad, cuando podría ser puente entre Europa e Hispanoamérica, no se hace. Joder, si todos nos apellidamos Sánchez o Martínez o Fernández. A mí como español me parece que es intolerable. Mira lo que pasa con Cuba: a mí no me gusta Fidel Castro, pero de ahí a estar de acuerdo con que los gringos estrangulen a personas que se apellidan García, puesto a elegir a lo mejor me quedo con Castro.

``Creo que España está perdiendo la ocasión de mantener una política en América, que deja en manos de Estados Unidos las cosas de América Central y que se ha olvidado por completo de Sudamérica. Ese es un error grave. Y los errores, aunque se cometan por omisión, tarde o temprano se pagan y el precio siempre es alto. Siempre.'