Jaime Martínez Veloz
La marcha de Zacatecas
En el complejo panorama electoral del presente año, hasta hace unas semanas se preveía que los comicios de Zacatecas resultarían relativamente tranquilos para el PRI. Después de lo sucedido a raíz del destape del candidato a la gubernatura, aquella entidad se ha convertido en el primer contratiempo en el camino a las urnas en los 14 estados donde se celebrarán elecciones en este año.
A estas alturas ya no importa cómo la dirección partidaria intente recomponer la situación en aquel estado, el daño ya está hecho y es altamente probable que a la postre se convierta en un factor que influya en los demás procesos de selección. La falta de transparencia en la forma como se registró a un candidato, y el posterior manejo del problema creado, revelan el desgaste al que nos enfrentamos en el Partido Revolucionario Institucional.
Pese a las apariencias, el asunto de fondo en Zacatecas no está en el candidato, ni en la pugna entre un candidato bueno y con méritos, contra otro malo y desprovisto de cualidades. El problema central es el método de selección. A pesar de las evidencias de que la sociedad está harta del arreglo ``en lo oscurito'', se optó por el arreglo tras bambalinas, por el madruguete disfrazado de una consulta tan fast track que nadie notó.
Una y otra vez, los priístas nos hemos topado con el hecho de que hasta buenos candidatos seleccionados con métodos inadecuados puede derivar en descrédito y derrotas estrepitosas. Como lección a estudiar, Zacatecas revela: la inoperancia de los viejos métodos de ``acuerdo'' partidario; la inexistencia de canales internos que posibiliten resolver conflictos potenciales sin recurrir a la amenaza, abierta o encubierta, a la descalificación y al madruguete. Más todavía: el mensaje que se envía a los militantes priístas de todo el país es que no basta ser disciplinados y aun cercanos a la toma de decisiones. Muchos destacados cuadros del partido han sacrificado su autonomía, su capacidad e incluso su prestigio en aras de esa disciplina, con la esperanza de ser recompensados con creces en el futuro cercano.
Hoy Zacatecas les dice que han errado el camino y que, a cambio de esa actitud, pueden ser víctimas de una ``sorpresa''. En un sentido, lo sucedido en aquella entidad puede ser interpretado como una señal de que no importa la búsqueda de nuevos métodos de hacer política, sino tener los suficientes contactos y una gran dosis de audacia cínica para lanzarse al abordaje. Todo se vale. ¿Está preparada la dirección del partido para aguantar los males que salen de esta caja de Pandora que ha ayudado a abrir? Contra todo sentido de la más elemental lógica de la supervivencia política, ahora que el partido sufre un deterioro cada vez más serio se acentúan las tendencias al control y se cierran las puertas a los intentos de abrir al PRI a métodos democráticos. En el partido se ha intentado todo, menos aquello que puede ayudarnos a salir adelante: democratizar internamente al PRI para acercarse a la ciudadanía con un perfil nuevo.
Zacatecas nos dice de manera cruda que hemos asimilado poco los mensajes que la realidad nos ha enviado. Si hacemos memoria, la asamblea XVII mostró hasta qué punto se había extendido la inconformidad por la forma en que se han tomado diversas decisiones que tienen que ver con aspectos vitales, como la elección de dirigentes y candidatos. Los pronunciamientos de dicha Asamblea sobre la petroquímica, las críticas al modelo económico y los requisitos que deben llenar los militantes para ser elegibles y convertirse en candidatos del partido a puestos de elección popular, mostraron hasta qué punto ha calado la marginación de las bases y de las direcciones intermedias de los estados en la toma de decisiones.
En los últimos años fuimos testigos de hechos graves que han afectado al partido. Se han ido de nuestras filas una buena cantidad de militantes. En las elecciones de 1997 tuvimos derrotas que no fueron analizadas cabalmente y triunfos que se sobrestimaron. En este contexto, Zacatecas es la continuación de esa tendencia a juzgar los hechos como inconexos y fortuitos, en lugar de comenzar a remontar nuestra crisis con lo único que puede salvarnos: renovarnos democráticamente, para ofrecer a las mayorías del país un proyecto abierto y comprometido con sus intereses.
Después de Zacatecas, cabe la reflexión de que sí antes nos derrotaban en las urnas, ahora, por nuestro empecinamiento en los viejos métodos, tal vez nos estamos derrotando de antemano.