Juan Arturo Brennan
Acercarse a Julián Carrillo

Hace más de 30 años que murió el compositor potosino Julián Carrillo (1875-1965) y hace más de cien que realizó sus primeros experimentos en la música microtonal. Todo ese tiempo no ha sido suficiente para terminar de calibrar el lugar real que Carrillo y su música ocupan en la historia de la cultura mexicana. La prolongada indefinición respecto a Carrillo y su obra está presente en todos los ámbitos de la actividad musical de México: ni compositores ni intérpretes ni críticos ni musicólogos se han puesto de acuerdo en una posición común sobre esta singular figura de la creación sonora. Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que éste u otros músicos debieran ser objeto de un solo criterio analítico, uniforme e invariable; a lo que me refiero es a la percepción profundamente polarizada y contradictoria que se tiene de Carrillo en nuestro ámbito cultural.

Por un lado están quienes lo consideran una especie de semidios de la música, el Cristóbal Colón del sonido, y por el otro quienes lo descartan (sin darle el beneficio de escuchar con atención su música) como un músico menor e, incluso, como un charlatán. Como suele ocurrir en la mayoría de estos casos, estoy convencido de que el verdadero Julián Carrillo se encuentra en algún punto intermedio entre estos dos extremos. Es cierto que la audición de su música microtonal no es fácil, como tampoco lo es su ejecución; también es cierto que su música tradicional casi nunca se ejecuta, y por aquí está lo que es el meollo del problema Carrillo. Mientras sus partituras sigan guardadas en polvosos cajones y los protagonistas de nuestro quehacer musical (incluyendo al público) no se pongan las pilas para dar vida con más frecuencia a la producción musical de Carrillo, será imposible resolver, al menos parcialmente, la aguda polémica que desde hace décadas existe alrededor suyo.

Ahora bien, un hecho que puede contribuir a aclarar algunas cosas respecto a la música de Julián Carrillo es la reciente aparición de un álbum de dos discos compactos que rescata algunas de las obras más importantes del compositor de Ahualulco, la mayoría de las cuales existían sólo en los inconseguibles y muy viejos discos LP que había producido de manera privada el propio Carrillo, o en pésimas transferencias al formato compacto, o peor aún, en versiones nuevas pero abominables, como el caso de la Primera sinfonía a cargo de la Sinfónica del IPN.

En este álbum se hizo un trabajo muy aceptable de transcripción de las viejas matrices al formato digital de manera que la audición es en general provechosa. Lo más importante de esta producción discográfica está en el hecho de que contiene una bien equilibrada combinación de obras microtonales (obras en Sonido 13, para utilizar el término acuñado por Carrillo) con piezas escritas en el estilo tradicional de la segunda mitad del siglo XIX. En este último ámbito, lo más notable es sin duda la Primera sinfonía (dirigida por Carrillo), atractiva y asombrosa obra de corte netamente germánico, habitada aquí y allá por las sombras de Bruckner, Brahms y otros compositores afines al gran sinfonismo decimonónico. De la misma inspiración, e igualmente ambicioso, es el Sexteto de cuerdas, amplio, denso, y técnicamente muy sólido.

De la producción microtonal de Julián Carrillo este álbum contiene cinco obras representativas de sus experimentos en esta área, entre las que destaca la que a mi juicio es la única obra en la que el compositor logró una feliz conjunción entre las técnicas microtonales y una expresión musical completa, de una notable carga emotiva: el Preludio a Colón para voz, cuarteto de cuerdas, flauta y arpa. Porque es un hecho también, a la luz de otras grabaciones de la vieja serie de discos, que en algunas de sus partituras Carrillo estuvo demasiado atento a los procesos constructivos de su sistema microtonal, olvidando aquello otro que es la música misma.

Sin embargo, la aparición de este disco en un sello comercial es una buena oportunidad para que aquellos melómanos a quienes la expresión Sonido 13 les produce terror automático se abran de oídos y se acerquen a una música que, precisamente por controvertida, merece la pena ser escuchada, analizada y debatida, en vez de ser ignorada. Este álbum, cuya audición me parece indispensable para cualquiera que esté interesado en nuestra música, puede resultar un buen instrumento para volver más real y menos contradictorio el perfil de Julián Carrillo, el ilustre y controvertido hijo predilecto de Ahualulco del Sonido 13, que así se llama en la actualidad su pueblo natal.