El próximo Congreso Nacional del PRD, a mediados de marzo, va a realizarse en circunstancias muy favorables para esta formación política, distintas a las que presidieron su anterior evento nacional en Oaxtepec, Morelos. En las elecciones de julio de 1997 dio un salto, precedido por avances significativos en los comicios estatales de Guerrero, estado de México e Hidalgo. Se ampliaron sus espacios y crecieron las responsabilidades de este partido como la principal organización democrática y de la izquierda política. Es cierto que necesita seguir creciendo electoralmente, obtener triunfos, aunque no a toda costa, pues éstos no son un objetivo en sí mismos sino el camino para construir nuevas relaciones políticas, de cara a los intereses de la sociedad y del país, esto es, un nuevo régimen de democracia y justicia.
De sus nuevas responsabilidades y de la situación de crisis y tránsito que vivimos, se deriva la importancia de las determinaciones y el rumbo que definirá el congreso próximo. De lo acertado de sus decisiones dependerán las posibilidades de ampliación de sus espacios y consolidación de su fuerza, y que pueda jugar un papel determinante en el impulso de la transición democrática. Por esas razones, la importancia de ese encuentro nacional del partido del sol azteca rebasa los marcos partidarios.
Entre los principales temas del congreso estará la redefinición de su línea política. Se ha creado un nuevo escenario, cambió la relación de las fuerzas, transcurre una crisis política real; están madurando a toda prisa las condiciones para cambios de fondo. En suma, la transición mexicana a la democracia se inició ya y las fuerzas políticas deben asumir su responsabilidad ante ese proceso y definir su táctica. El congreso del PRD dará una contribución importante a la política nacional si define con precisión su idea de la transición democrática y la agenda de ésta, en la cual sin duda ocupan un lugar principal la solución del conflicto indígena, la paz con dignidad en Chiapas, el regreso de los militares a sus cuarteles, el fin del control corporativo que ejerce el gobierno sobre una gran parte de las organizaciones obreras y campesinas, así como la reforma del Estado, que no será tal si no incluye con claridad el restablecimiento de su papel activo en la economía nacional. ¿O alguien piensa seriamente que los mecanismos de mercado van a funcionar para sacar de la pobreza, la marginación, a 50 millones de mexicanos y mexicanas, o van a propiciar una distribución menos injusta del ingreso?
Otro tema es el de la inaplazable necesidad de que el PRD se construya orgánicamente. Además de un enorme capital político, tiene decenas de miles de afiliados en su gran mayoría desorganizados, sin espacio para su actividad partidaria; en su interior sólo tienen vida y posibilidades de intervenir en decisiones y ocupar espacios las llamadas corrientes, muchos de ellos verdaderos grupos de interés sin proyecto político conocido; el militante individual no cuenta o debe hacer esfuerzos extraordinarios para abrirse paso y hacerse escuchar. La ausencia de organicidad, si no es superada -como lo propone Andrés Manuel López Obrador- creando comités perredistas en cada sección electoral, va a convertirse en un límite infranqueable a la expansión de esta organización y será un obstáculo para alcanzar sus grandes metas en el 2000. Ya ahora es notable esa debilidad en el DF, en donde el PRD no se siente como fuerza de apoyo político de masas en un sentido amplio, que incluye la iniciativa y la crítica, la búsqueda de nuevas formas de relación del gobierno de Cárdenas con la sociedad.
Y este es uno de los temas nuevos y muy importantes del congreso perredista: la definición de las relaciones y responsabilidades de este partido con los gobiernos ganados por él y con los funcionarios gubernamentales surgidos de sus filas. Algunos dirigentes de esta formación política sólo están convencidos de que no debe reeditarse la negra historia de las relaciones perversas entre gobiernos, prevaleciente durante el dominio priísta. En un encuentro en Oaxtepec organizado por la dirección perredista en el DF, se hizo una primera aproximación al examen de este asunto, pero no continuó la reflexión, aunque para este partido es necesario tener definiciones claras sobre el tema, antes de que se repitan formas indeseables y sumamente costosas para este partido. En todo caso, es un tema para un artículo próximo.