José Agustín
Desde 1964, cuando yo tenía diecinueve años, empecé a oír a las Piedrucas Rodantes a través de su disco Meet the newest England Hitmakers: The Rolling Stones. Desde el nombre me habían interesado, pues me pasaba horrores el elefantiásico blues de Muddy Waters del mismo título y además no ignoraba que ''la piedra que rueda no hace moho``, lo cual representaba espíritus libres, alivianados, como el buen Dean Moriarty de En el camino. Desde el principio me cayeron de poca madre por gruesos. Cámara con el disquito: era puro rocanrol (pero me gustaba) y buen rhythm and blues. Definitivamente era un grupo negro, que podía reventarse covers de rolones como ''Little by little`` o ''Walking the dog``. Nomás había que oírlos para darse cuenta de que eran unos cabrones pachequérrimos, aunque la portada del disco los quisiera vender como muy monines, al estilo de los Beatles, los cuales sonaban fresísimas después de oír a las Piedras (como ya se sabe, cuando los Beatles pedían ''Quiero estrechar tu mano``, los Stones decían ''Yo sólo quiero hacer el amor contigo``).
Todo me parecía sensacional en ellos: la voz negroide, sensual o relajienta de Mick Jagger, los requintos blueseros y las segundas de Keith Richards, los riquísimos lireos de Brian Jones, el bajo muy cool pero super efectivo de Billy Wyman y los batacazos secos y mecos de Charlie Watts. Por otra parte, admiraba el hecho de que los Rolling Stones era el único grupo que podía darse el lujo de utilizar dos requintos, pues Brian Jones (después Mick Taylor y Ron Wood) podía tocar tan bien como Richards. Además, era gente que disfrutaba su trabajo porque, profesionalmente, seguía su llamado esencial y hacía justamente lo que le correspondía, sin ser marionetas de otros, a pesar de que, al principio, su productor Andrew Loog Oldham se esforzaba, sin lograrlo, por manejarlos como objetos de consumo.
Por esas fechas vi una película cotorrona, The TAMI show, en la que salían Donovan, los Animales con Eric Burdon y Alan Price, pero fundamentalmente los Rolling Stones, con todo el carisma de Jagger, quien por cierto en aquellas épocas no saltaba como Jumpin' Jack Flash, sino que se quedaba más bien tranquilón en medio de roncarolones huracanados. Era claro que pertenecían a una estirpe aparte; eran de la estatura de Bob Dylan y de la misma onda de Van Morrison y los Them, y de Eric Burdon y los Animales, otros grandes eruditos del blues y la onda prieta. Por eso podían echarse esos covers cojonudos o tocar en la mejor onda de Bo Diddley o Jimmy Reed. No paraba de oírlos, porque nunca un grupo me había gustado tanto, y lamentaba que casi nadie los conociera; por eso me hice gran cuaderno de Parménides García Saldaña, quien también le llegaba a los Estoncetes.
El primer disco me parecía sensacional, de esos debuts que se dan muy pocas veces, como el de Procol Harum o el de Led Zeppelin. Y a partir de ahí le llegué a sus discos tan pronto salieron, primero 12x5 y The Fucking Stones, now! Estos tres son de 1964 y componen el primer ciclo de estos maestros, en el que predomina el blues, el rhythm and blues y hay chorros de covers. En 1965 salió Out of our heads, casi al mismo tiempo de Highway 61 revisited, de Dylan, y ambos álbumes me dejaron estupendejo. El de los Stones traía ''Satisfacción``, ciertamente una rola fundadora y seminal, porque concentra la esencia de la contracultura, el espíritu de aquellos que no pueden integrarse al sistema porque su naturaleza y sus convicciones lo impiden. El cuarto disco de los Stones, por otra parte, es muy diferente a los tres primeros, cierra un ciclo y abre otro, e indica la voluntad de renovación del quinteto, que nunca se ha estancado en una onda por muy afortunada que sea. Por tanto, se puede hablar de distintos momentos creativos y estilísticos de los Stones: 1964-65, 66-79, 71-79, 81-85 y el de los noventa.
Nunca dejé de oír con gran gusto y atención a las Piedras Rodantes. Durante mucho tiempo fue mi grupo favorito, por encima de todos, y prácticamente todos sus discos me gustaron, en especial Aftermath, Beggars Banquet, Let it bleed, Sticky fingers, It's only rock and roll, Some girls, Tattoo you y Voodoo lounge. Los Stones, porque fueron fieles a sí mismos, lograron rebasar la muerte de Brian Jones, los peligros del superestrellato, del dinero y la crisis de los setenta, cuando muchos de los grandes grupos sesenteros tronaron horrible; curiosamente, la crisis les llegó en los años ochenta, cuando perdieron la brújula, entraron en las guerras de ego y estuvieron a punto de irse a la goma, sin embargo, contra todos los pronósticos, regresaron en los noventa más viejos, pero más fuertes y más sabios. Después de Steel wheels nos dieron un superdisco, Voodoo lounge, y ahora nos han ofrecido Los puentes de Babilonia, que si bien no es tan chingón como el anterior, es una obra excelente. Los críticos, que son unos ojetes, dijeron que era un disco ''fatal``, y yo casi se los creía. Pero de pronto, me sorprendí oyendo el nuevo disco a cada rato, lo cual, para mí, sigue siendo la mejor definición operacional de mis conceptos de calidad. Ahora, que soy un veterano de las guerras síquicas, ya no siento el mismo brío con que admiraba a los Rolling Stones en los sesenta, pero los aprecio y los admiro más, porque sé por experiencia cuán difícil es conservarse fiel a uno mismo y, como dice el I ching: saber cambiar sin perder la naturaleza esencial.