Estados Unidos está empeñado en lanzar un nuevo ataque contra Irak, a pesar de que sólo cuenta con el apoyo de Israel y de Tony Blair, el clon de Bill Clinton que dirige el gobierno inglés leyendo los faxes que le llegan de la Casa Blanca. Tres de los cinco miembros del Consejo de Seguridad (China, Rusia y Francia) han dejado en minoría al dúo dinámico Bill-Tony al rechazar terminantemente el ataque, la Asamblea General de Naciones Unidas tampoco lo respalda e inclusive la Liga Arabe y hasta los monarcas petroleros de la península arábiga y Turquía se niegan a apoyarlo.
En esta acción que prepara Estados Unidos somete pues a una prueba literalmente de fuego no sólo a la Alianza del Tratado del Atlántico Norte sino también a su difícil relación con sus aliados-vasallos (como Rusia) o sus aliados-competidores como los europeos. El momento en que la Casa Blanca planea el ataque, en pleno ``golpe de Estado blanco'' contra Clinton a quien la prensa opositora tiene agarrado de sus atributos presidenciales, no ayuda mucho a Estados Unidos en la tarea de ablandamiento de los gobiernos reticentes y tampoco lo hacen los argumentos según los cuales Irak podría suprimir con sus armas químicas a dos terceras partes de la humanidad (¡!).
Se imponen, pues, dos preguntas: ¿A qué responde este ataque que se prepara contra Irak? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias del mismo sobre la estructura política y económica del mundo actual?
La respuesta a la primera, en mi opinión, no deja dudas. La economía mundial tiene fibrilaciones y, aunque las ganancias empresariales lleguen a niveles récord, hay una sorda preocupación que se expresa en el alivio en Davos ante el anuncio chino de que no devaluará el yuan (lo cual muestra la dependencia de todos de lo que pueda suceder en China y, por consiguiente, en Japón y todo el sudeste asiático y la conciencia de la mundialización de la fragilidad). Además, hace rato que el Pentágono y la industria de guerra (esa industria altamente subvencionada por los contribu- yentes) no tienen oportunidad de recibir otra inyección masiva de recursos que se derramarán a otros sectores económicos. Y el poder militar, como los músculos, pierde su eficacia con la falta de uso y deja de atemorizar. Por otra parte, si Washington saca a Irak del mercado petrolero, las ganancias de las Siete Hermanas (y en particular de la Exxo y la Shell) aumentarán y si vuelve a golpear a Irak aliviará la presión sobre Benjamin Netanyahu, golpeará preventivamente a una posible alianza entre Irak e Irán al igual que a un posible frente árabe y musulmán contra el debilitado gobierno israelí. También, aunque esto no es decisivo, una guerra triunfante desviará la atención del pene del presidente de Estados Unidos. Por último, aunque no en orden de importancia, un ataque contra Irak es un ataque contra el comercio europeo con ese país y un disuadente para Rusia, que viola el bloqueo estadunidense a Irán en la venta de tecnología. Para quienes creen que la mundialización equivale a la reducción del papel del Estado, en absoluto, queda clara en esta alianza en Estados Unidos entre las grandes empresas, el capital financiero y el Estado que éste es indispensable para aquéllas y se opone a otros estados y el capital mundializado no puede llegar a una mundialización política y, por el contrario, exacerba las contradicciones internas entre los diferentes grupos y bloques capitalistas y, por consiguiente, presenta siempre el peligro de terribles guerras.
Esto nos lleva al segundo interrogante. Dado el aislamiento político de Washington (situación que ninguna otra potencia hegemónica previa conoció antes en la historia), ¿entra en crisis esa hegemonía y se va hacia un rearme generalizado, como en los años 30, para reducir el desempleo y estimular la economía? ¿Se va hacia una fase de economía mundial drogada por los gastos de guerra y de guerras locales estimuladas por la competencia intercapitalista? ¿Rusia, China y Europa podrán afirmar intereses comunes? ¿Japón podrá seguir siendo un gran importador de petróleo del golfo Pérsico, en las condiciones fijadas por Washington, y el principal proveedor de capitales para Estados Unidos y Europa? ¿Predominará su dependencia o su competencia con Estados Unidos? Quizás de eso hable Boris Yeltsin cuando menciona el peligro de una guerra mundial, impensable en lo inmediato dada la disparidad de fuerzas militares...