En Zacatecas, con la salida de un grupo importante del PRI y la candidatura a gobernador --apoyada por varios partidos además de los ex priístas-- del principal dirigente de ese grupo, se ve una vez más la importancia del manejo político de las diferencias. La incapacidad de resolverlas, en este caso dentro del PRI, se tradujo en una situación muy desfavorable para este partido.
Aunque no se puede prejuzgar ahora cuál será el resultado de las elecciones en Zacatecas, es claro que las cosas cambiaron allí. Apenas hace unas semanas, casi cualquier persona hubiera considerado que esa gubernatura estaba asegurada para el PRI. Ahora, lo menos que se puede esperar es una competencia reñida.
Meses atrás, esa misma incapacidad de resolver las diferencias dentro del PRI dio lugar a una situación parecida en el estado de Veracruz. Hasta el momento, uno de los resultados ha sido la pérdida, por el PRI, de los principales municipios, en los que vive la gran mayoría de la población. En ese estado también hay elecciones para gobernador en este año.
Ya antes, en las elecciones de julio, le sucedió algo similar al PAN. Al no poder procesar políticamente sus diferencias internas, salió de ese instituto político un importante grupo del sur de Sonora, que participó en esas elecciones con el PRD; este partido obtuvo los principales triunfos en ésa región.
Este tipo de casos puede darse en otros estados, varios de los cuales tienen elecciones para gobernador en este 1998. Planteamos la posibilidad, porque a estas alturas no se ve que sólo problemas locales hayan dado lugar a tales situaciones.
Es más, en el caso del Revolucionario Institucional podrían estar relacionados con el fortalecimiento de los llamados duros de ese partido.
Las condiciones que vive nuestro país son tales, que si las diferencias internas de tal o cual partido no son procesadas políticamente y de una manera adecuada, el costo político podría ser alto. Por un lado, vivimos en una competencia política más intensa que la que pudo darse, tal vez incluso imaginarse, en épocas anteriores.
Por otro, nuestra sociedad se ha vuelto más compleja y diversificada tanto en lo político como en lo social.
Así, un partido que pueda captar un caudal importante de votos, que aparezca ante los electores como alternativa con posibilidades de triunfo, necesariamente debe abarcar una gama de posiciones, intereses y personalidades. Esto, sin perder su identidad ni confundirse con otros partidos, para mantener su razón de ser como tal.
La capacidad de procesar políticamente las diferencias es una necesidad para evitar escisiones y fraccionamientos. En la actual situación de gran competitividad, esas divisiones pueden llevar a derrotas electorales y a ulteriores crisis políticas.
Si este escenario se mantiene en 1999 --año en el que también hay elecciones importantes, por ejemplo la del estado de México--, va a tener un impacto muy importante en el proceso electoral nacional del año 2000.