No se puede entender la regresiva reacción del gobierno respecto a los acuerdos de San Andrés Larráinzar, cuando en algunos aspectos las formulaciones alcanzadas parecen ir por detrás de la Constitución. Es el caso, si duda, del derecho a ``acceder de manera colectiva al uso y disfrute de los recursos naturales, salvo a aquellos cuyo dominio directo corresponde a la Nación'', pues lo que señala el artículo 4o. constitucional es, justamente, que la Ley ``protegerá y promoverá el desarrollo de ... los recursos (de los pueblos indígenas)...'', los que, atendiendo a los acuerdos de San Andrés, están íntimamente ligados al territorio, base material de la reproducción de las comunidades indígenas. Se podría pensar y esperar que se avanzara aún más en el sentido marcado ya por la Constitución, justamente para permitir esa base económica que garantice a las comunidades indígenas su libre autodeterminación, y no hacer depender ésta de vaivenes inexplicables. Sin recursos económicos que solventen el ejercicio pleno de la determinación indígena, ésta puede quedar en letra muerta o sometida al beneplácito gubernamental, como también puede quedar en letra muerta la afirmación según la cual ``el territorio es la base material de su reproducción como pueblo y expresa la unidad indsoluble hombre-tierra-naturaleza''. En Chiapas el hombre está vinculado a una tierra y una naturaleza que cuentan con una gran riqueza de hidrocarburos y fértiles cauces hidráulicos para la generación de electricidad. Y si bien es cierto que en la región petrolera del Sur (en particular en el distrito petrolero de Ocosingo), no se registran los costos de producción de crudo y de gas natural más bajos del país, éstos son sustancialmente inferiores a los de referencia del mercado internacional, por lo que de su explotación se genera una renta petrolera muy importante, hasta hoy totalmente recogida bajo la forma de impuesto. Algo similar puede señalarse en torno a la riqueza hidráulica del Grijalva; en él, a costos contables muy bajos, se produce la mitad de la energía hidroeléctrica nacional, tipo de energía que representa actualmente el 21 por ciento del total, por lo que sólo el estado de Chiapas proporciona poco más del 10 por ciento de la electricidad generada en el país; y sólo este estado produce rentas muy importantes cuyo monto depende de las horas y los días en que se turbina el agua en esta hermosa cuenca.¿No hay en estas incuestionables riquezas naturales, un fundamento irrenunciable e inalienable, para solventar el desarrollo sostenido, firme y continuo no sólo de las comunidades indígenas sino, más aún, de todos los pobladores del estado de Chiapas?
¿No debiera avanzarse -incluso dentro del marco de ese nuevo federalismo que se pregona- para que, sin renunciar a la propiedad originaria de la Nación de estos recursos naturales, su explotación -también nacional- considerara específicamente los distritos, zonas, regiones y entidades en los que están dichos recursos? Según algunos especialistas en la economía chiapaneca, también en los casos del café, de la explotación silvícola y del desarrollo ganadero se registran rentas económicas muy importantes, vinculadas a la alta fertilidad del suelo. ¿Por qué, entonces, no se formula una propuesta que en el más puro espíritu de los acuerdos de San Andrés -que parece ser que ya todo mundo suscribe-, permita romper el control centralizado, por una parte, y caciquil por la otra, de estos recursos, y con ello cumplir rigurosamente el artículo 4o. constitucional y dar impulso a un auténtico desarrollo social de la población chiapaneca (en este caso), que no pase por la dádiva ni el asistencialismo gubernamental ni privado, sino que exprese la más nítida solidaridad de todos los mexicanos con ese estado? Me parece, entonces, que además de suscribirse los acuerdos de San Andrés, para no caer en demagogias es preciso hacerlos viables con alternativas económicas que permitan revertir lo antes posible esa orientación vergonzosa de la economía chiapaneca, tan rica en recursos naturales pero tan llena de injusticias, oprobios y explotación.