Rogelio Pérez Padilla*
Medicamentos genéricos: entre el libertinaje y el control

Estamos siendo testigos de una lucha entre varias compañías farmacéuticas y la Secretaría de Salud. El motivo aparente es el uso de medicamentos genéricos, asunto sin novedad aun en países como Estados Unidos, no se diga en los de medicina socializada. Es decir, los medicamentos genéricos son comunes en toda sociedad organizada, por lo que habría que buscar el fondo de la discusión. El control de medicamentos en México es laxo, para beneplácito de las compañías farmacéuticas, y pretende hacerse más estricto, lo que las molesta.

La discusión es interesante, aunque algo demagógica. Los argumentos de las compañías farmacéuticas que trabajan en México son los mismos que han esgrimido previamente en otros países ante situaciones similares. Según ellas, los medicamentos genéricos arriesgan la investigación al evitar la recuperación de las inmensas inversiones que requiere el desarrollo de nuevo fármacos. Asimismo, arguyen que las medidas estimulan a las compañías copiadoras que no invierten en investigación.

Esos argumentos son sólo parcialmente veraces, ya que el poder económico de las compañías demuestra que recuperan con creces sus inversiones. Tampoco es difícil entender por qué se esgrimen. No olvidemos que las empresas farmacéuticas tienen un objetivo comercial y no la salud pública. El uso de genéricos en el mercado privado de México -porque en el público lleva décadas- no afecta significativamente a dichas compañías. Menos aun reconociendo que el mercado inicial involucrará sólo a unos 150 fármacos de mil 200 existentes.

Por otro lado, se dice que el uso de genéricos es un requerimiento para beneficiar a la sociedad y su fin último la salud pública. Eso también es impreciso, ya que la mayoría de los medicamentos comercializados son superfluos, sin impacto en la salud pública. No en balde la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha generado el concepto de medicamentos esenciales (alrededor de 300) y estimulado al máximo su uso y promoción. Por lo tanto, casi todos los miles de fármacos disponibles en México son combinaciones ilógicas, medicamentos inútiles o copias cercanas de los esenciales.

Los nuevos medicamentos que pasarán a considerarse esenciales serán muy pocos y sólo los que podrían beneficiar realmente a la población de países en desarrollo. Es por eso que el uso de genéricos no va a cambiar la situación de la salud en México. Lograrán abaratar un poco el costo de los que entren en el programa (sin protección de la patente), objetivo no despreciable pero pequeño, y en el ramo de los medicamentos se reduciría mucho más el gasto de la gente con una promoción intensa y una prescripción racional, no como la actual, determinada fuertemente por la publicidad de los laboratorios. Esa publicidad incrementa las ventas de medicamentos caros y nuevos, por lo que un cambio hacia la prescripción de los mejores reduciría el gasto en los protegidos o no por patente.

Esta campaña es mucho mas importante para México; difícil, pero alcanzable. La aprobación de nuevos medicamentos requiere ser más estricta que ahora, lo que evitará engrosar inútilmente el diccionario de especialidades farmacéuticas. La vigilancia de la publicidad y el posible retiro de medicamentos inútiles o perjudiciales debe ser una rutina.

La realidad es que se trata de limitar el libertinaje del mercado de medicamentos, medida que tendrá sin duda el apoyo social. Es inaceptable, pues, que las compañías farmacéuticas rasguen sus vestiduras por la promoción de genéricos, tanto como considerarlos panacea para los males del pueblo. Los amparos de esas empresas y otras actitudes parecen ser una demostración de fuerza para probar a la Secretaría de Salud.

Los laboratorios quieren ver si hay interés de luchar por disposiciones más relevantes de control que la muy menor de los genéricos sin protección de patente. Esperamos que la voluntad de mejorar el caos medicamentoso sea grande y rebase al asunto de los genéricos, convirtiéndose en una política nacional y sensata. El sueño es que se tuviera una política nacional de salud, no se diga un sistema único donde el tema de los genéricos y muchos más estarían resueltos.

* Jefe del Departamento de Fisiología del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias