Mafia de la muerte en el Panteón de Dolores
Elia Baltazar Ť El panteón Dolores es tierra de vivales que comercian con la muerte y el luto. Exhumaciones ilícitas, robo de lápidas, capillas y ataúdes; ventas y traspasos irregulares de fosas; órdenes de defunción y cremaciones sin certificados, restos esparcidos entre basura y escombro; bandalismo y violencia, emergen de las investigaciones que realiza la actual administración de la delegación Miguel Hidalgo, en el camposanto de Constituyentes.
Los deudos, por su parte, enfrentan la voracidad y oportunismo de los coyotes y martuchas, mafia coludida con trabajadores de la sección 7 del sindicato del Distrito Federal, denominado de Panteones, Gobierno, Trabajo y Seguridad Social, cuyo líder es Maurilio Pérez Ramírez.
Son 104 empleados del DF, a los que se suman 200 más del autonombrado Sindicato de Trabajadores Auxiliares y No Asalariados y 100 meritorios que se ofrecen para las chambitas, entre otros, que rondan las tumbas para rescatar de los cuerpos lo que se pueda, hasta las incrustaciones de dientes, confiesan.
De la muerte todos ganan. Así, las funerarias, en complicidad con los trabajadores de los crematorios y sepultureros, rescatan los ataúdes para revenderlos más tarde. ``A veces ni siquiera cambian las fundas'', relata un testigo, cuyo nombre prefiere ocultar, ``porque aquí sí me truenan''.
No hay en el referido panteón un control sanitario sobre los servicios de las funerarias y, por lo pronto, la delegación investiga ya a aquellas que más servicios han otorgado.
Los auxiliares ofrecen cuidar su cripta por 30 pesos diarios, construir la capillita, la losa, la lápida o la cruz, a costos más altos que los ofrecidos en el exterior y que van de los 3 mil a los 5 mil pesos, aunque en la mayoría de los casos recurren a material robado de otras tumbas del panteón. ``Hasta las flores se roban'', dicen.
Si lo que requiere es un encortinado, como se le llama a la construcción profunda para seis fosas, el precio por cada una de ellas es de mil 500 pesos, más mil por la excavación, los cuales no se reportaban a la administración.
El panteón también sirvió para sectas y grupos que lo rentaban durante la noche para ritos satánicos, según relatan los sepultureros. ``Nos pagaban 40 pesos por dejarlos sacar cuerpos y hacer sus cosas''.
Nadie exigió en el pasado pago alguno por los permisos de contrucción, dijo el nuevo coordinador del panteón, Juan Manuel Barrera. ``Todo se hacía por abajo del agua, con los trabajadores administrativos, que revendía hasta los nichos''.
Así, mientras en la pasada administración del panteón percibía entre 50 mil y 60 mil pesos por sus servicios, a partir del cambio de coordinador y autoridades en la delegación Miguel Hidalgo, esta cifra pasó a 60 mil pesos en enero, por el pago de derechos, servicios de inhumación y exhumación y las cremaciones, según información oficial.
Actualmente, la Subdirección de Gobierno de esta demarcación espera el número exacto de denuncias levantadas ante la Procuraduría General de Justicia del DF, en contra del panteón Dolores, donde el año pasado fue violada una niña y hace apenas una semana robaron el área de archivos.
A pesar de que la Contraloría de la demarcación hizo una auditoría en el panteón, no fincó responsabilidades. Por esa razón, entre otras, la delegación decidió separar de su cargo a todo el personal de esta área''.
Corrupción de ultratumba
A mediados de enero, en la delegación regional de la PGJDF en la Miguel Hidalgo, se inició la averiguación previa número 11/5291/97-12, por el delito de robo en las criptas del panteón Dolores, luego que se detectó el saqueo de los mausoleos y nichos.
La denuncia fue presentada por Reina Godínez, quien al visitar la cripta de uno de sus familiares se dio cuenta de que habían desaparecido varios objetos. Señaló como presunto reponsable al jefe de seguridad del panteón, José Antonio Candelario Juárez, quien declaró: ``Yo no he cometido ningún saqueo, aunque sabía que esto se hacía en algunas tumbas. Pero yo no he cometido ningún robo''.
Según testimonio de los trabajadores y de Juan Manuel Barrera, esta práctica es común. ``Los llamados auxiliares ofrecen construir lápidas o cruces que roban de otras criptas. Y si se trata de imágenes construidas en algún material fundible, lo hurtan para venderlo por kilo''.
Es una mafia que tiene demarcado su territorio y aprovecha el material de las 265 mil fosas que existen en el panteón. La zona de fosas comúnes es tierra de un solo hombre. Un trabajador que se negó a dar su nombre, pero quien acepta: ``Pues la verdad, sí, yo sí saco una lanita, pero a cambio le ofrezco a la gente un lugar donde llorarle a sus muertitos.
¿Cómo? ``Mire, yo me quedo con las listas de los forenses que vienen a tirar los cuerpos. Y de vez en cuando caen los familiares que no los reclamaron. Yo les ofrezco construirles una lápida y su losa, aunque estén en la fosa común''. Los precios van entre los 3 mil y 5 mil pesos, según el trabajo.
Este hombre, asegura Juan Manuel Barrera, ya reclama abrir las fosas donde se encuentran las víctimas del temblor de 85, ya que cumplieron el término de siete años que exige la ley para realizar la exhumación y cremación de restos.
Aunque argumenta que ya no hay espacio para más fosas, en realidad quiere rescatar las pertenencias que no pudieron obtenerse de los cuerpos, por su estado. Y acepta: ``Pus sí. Si ya nadie viene a recordarlos, pues aunque sea que uno se quede con algo. Yo vivo de esto''.
Entre otras irregularidades que enfrentan las nuevas autoridades, está la falta del control en el registro de inhumaciones, las cuales se realizaban sin expedientes completos; la falta de camiones de limpiza, el mal estado de los crematorios y el descuido en que se encuentra el panteón, donde los restos ruedan entre tumbas descuidadas.
Además, dice Barrera, ``se lucró con los servicios a los que tiene derecho la gente de escasos recursos, para quienes el panteón tiene un área de fosas de corte, las cuales se vendían en 300 pesos''. Otro problema es la reventa de títulos de propiedad por parte de los coyotes, porque en las oficinas no hay archivos de los titulares, explica. Son lotes y fosas que se cotizan entre 5 mil y 10 mil pesos.
Los vivales
Conformado por 200 hectáreas, el panteón Dolores colinda al norte y al poniente con la tercera sección del Bosque de Chapultepec, al oriente con la segunda y al sur con la avenida Constituyentes y la colonia América. A pesar de sus dimensiones, sólo cuenta con 16 vigilantes en tres turnos de 24 por 48 horas. Así, la seguridad es responsabilidad de cuatro personas que viajan en pareja, a bordo de una motocicleta vieja.
Una barda inacabada lo limita con el bosque de Chapultepec y por ella cualquiera puede internarse. De este modo, el panteón se ha convertido en centro de delincuencia, donde se roba a los visitantes, se abandonan carros robados y hasta se trafica droga. ``Incluso, como nunca hubo control en el ingreso de autos, cualquiera pudo haber sacado o metido cuerpos, sin que nadie se diera cuenta'', acepta Juan Manuel Barrera.
El descuido en que se encuentra el camposanto es evidente. Basura en los caminos y junto a las tumbas, restos que se confunden entre troncos, piedras y arena. Fosas a medio terminar, lápidas abiertas y profanadas y crematorios inservibles donde se acaba la vida los trabajadores, que no gozan de sobresueldo o servicio médico especial. Y es que hasta el camposanto llegó la corrupción.