Durante largo tiempo la simulación que ha prevalecido en muchos segmentos de la vida pública incluyó los asuntos electorales. Durante largo tiempo también, detrás de movimientos e instituciones pretendidamente independientes con frecuencia ha estado la mano de algún parcelario del gobierno. No es extraño, entonces, que en la actualidad se descrea de prácticamente todo y se insista en ver manipulación de instancias gubernamentales en órganos como el Instituto Federal Electoral (IFE).
Ello explica que al anterior secretario ejecutivo del IFE, Felipe Solís Acero, se le haya atribuido supeditación al hoy ex secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, y que al candidato a sucederlo en el cargo, Alberto Begné --quien no tiene aún consenso en el IFE-- se le quieran ver conexiones de subordinación con el actual subsecretario de Desarrollo Político, Jorge Alcocer. Es decir, no terminamos de aceptar que un órgano autónomo de Estado como el IFE lo sea realmente, y suponemos que forzosamente la mano gubernamental interviene y manipula. La mula se hizo arisca a fuerza de engaños y desengaños, de fraudes y simulaciones. El IFE tendrá que esforzarse para lograr credibilidad plena, pues la que actualmente posee no basta para evitar las distorsiones sobre su gente y su actuación.
Las presuntas subordinaciones de Solís Acero antes, y de Begné ahora, no resisten el análisis si partimos de un hecho evidente: las elecciones federales del 6 de julio de 1997 fueron las más transparentes de la época posrevolucionaria, tanto que en ellas el partido de Estado perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y el primer jefe de gobierno del Distrito Federal elegido por voto directo fue Cuauhtémoc Cárdenas, postulado por un partido de oposición. Con esta premisa, podemos formular estas conclusiones:
a) La labor de Solís Acero al frente de la vasta estructura operativa del IFE, fue encomiable en ese proceso electoral, como lo fue la de los consejeros y funcionarios electorales de todo nivel. Difícilmente, entonces, puede atribuirse válidamente al ex secretario ejecutivo --quien con su renuncia prestó su servicio postrero al Instituto-- vinculación alguna con maniobras ilícitas y antidemocráticas del gobierno, y si Emilio Chuayffet influyó en algún grado en la elección, esa influencia careció de repercusiones concretas, o bien éstas fueron provechosas a juzgar por la transparencia obtenida.
b) Objetar a Alberto Begné por su cercanía con Jorge Alcocer carece de solidez, más aún si se fundamenta en su pertenencia al consejo editorial de la revista Voz y voto, fundada por Alcocer. Quizá la mejor manera de ilustrar tal improcedencia sea recordar que al mismo órgano editorial pertenecen dos consejeros electorales, Mauricio Merino y Alonso Lujambio, y a nadie se le ocurre atribuir a éstos subordinación al hoy subsecretario. Rechazar a Begné con tan endeble fundamento equivaldría a aceptar las críticas injustas que sus malquerientes han hecho a varios consejeros por supuestos nexos partidarios.
Ahora bien, es posible que el rechazo a Begné por parte de la mayoría de los consejeros electorales se deba a razones ajenas a su presunta vinculación con Alcocer. Si fuere así, es claro que el consejero presidente, José Woldenberg, debe evaluarlas con serenidad. Si por ley a él le corresponde proponer al secretario ejecutivo y también por ley la aprobación es facultad del cuerpo colegiado por mayoría calificada, una decisión correcta sería presentar más de un candidato para facilitar el consenso que en otros casos le ha dado al IFE buenos y sólidos resultados.
Ahora que la seguridad de Cuauhtémoc Cárdenas y su rechazo a medidas precautorias preocupan a sus colaboradores, acaso sea oportuno reproducir el fragmento de una carta que el general Damián L. Rodríguez envió en 1934 al también general Pedro Rodríguez Triana: ``Son innumerables los borregos y versiones que han estado circulando diariamente, y algunos hasta con visos de verdad respecto a que se pretende asesinar al jefe (Lázaro) Cárdenas... prepare entre masones, trabajadores y campesinos, una verdadera defensa (en previsión) de cualquier atentado...''. El fragmento está contenido en el libro La visión agrarista del general Pedro V. Rodríguez Triana, de Roberto Martínez García, coeditado por la Universidad Iberoamericana Plantel Laguna y el gobierno de Durango, y que yo recibí por cortesía de Azucena Triana Martínez, sobrina del biografiado.