La Jornada 10 de febrero de 1998

El de Claudia Rodríguez, un caso de todos: María Victoria Llamas

César Güemes Ť El Día de Muertos y aquel cuando se cumple un año más del ataque del que fuera víctima, Claudia Rodríguez Ferrando prende una vela en memoria del hombre que intentó violarla y que murió ante la resistencia ejercida. Hoy un libro, Claudia, una liberación (Plaza & Janés), escrito por María Victoria Llamas al alimón con la señora Rodríguez, da cuenta precisa, documentada y testimonial de los hechos. Ambas nos reciben para conversar al respecto.

--Un suceso de la realidad como el que se aborda en el volumen, que incluso para reflexionarse internamente puede ser muy complejo, ¿cómo dirían ustedes que se puede convertir en algo de todos y no sólo personal?

--María Victoria Llamas: Porque creo que sólo muy al principio fue de Claudia nada más y después se convirtió en una causa de todos y de todas. El hecho de que ella se encontrara sola, sin protección, sin que nadie la hubiera ayudado se volvió una cuestión pública cuando las mujeres de diferentes grupos decidieron que a ellas también les correspondía y que había que ventilar el caso, airearlo, que le diera el sol.

--Es muy claro que el aparato de justicia brilló por su ausencia durante más de un año en la persona de Claudia Rodríguez.

--María Victoria: Brilló por su ausencia en cuanto a las omisiones, pero respecto a las comisiones estaba muy presente tratando de convertirla en acusada, juzgándola, en lugar de considerarla una víctima. Así que la justicia brilló de dos maneras: porque no estuvo y porque cuando estuvo lo hizo mal. Hubo actos, deliberados o no, que convirtieron a Claudia en la pagana.

Leer poesía para salir del mundo

--Señora Rodríguez, ¿qué tan difícil le pareció luchar cuando todas las condiciones se veían en su contra?, ¿es posible que pensara en darse por vencida?

--En mi caso fue bastante duro, al grado de que intenté quitarme la vida, y eso da una idea de la situación en la que me encontraba antes y después de las injusticias que sufrí. Es algo que no le deseo a nadie.

--Pero tuvo los arrestos para continuar. En algún momento del texto se señala que acudió a la poesía como un refugio.

--Fue una forma de salir de esa depresión, de esa tristeza, de esa impotencia, de las presiones físicas, psicológicas y económicas. Leer poesía fue una manera de salir de ese mundo, me transportaba a algo hermoso a pesar de encontrarme en mi situación.

--Naturalmente el grado de involucramiento en este caso va más allá de lo profesional, no se vale ser fríos ante el hecho.

--María Victoria: Pienso que necesitamos un periodismo de mayor compromiso donde también nosotros nos la rifemos. No podemos ser sólo relatores indiferentes, distantes, impersonales, de lo que sucede a nuestro alrededor, tenemos que luchar por las cosas que creemos. El que firma sus artículos suele ganar más que quien transcribe boletines, porque implica un riesgo. Hacer algo siempre implicará que no le guste a alguien, que se generen amenazas, que exista la posibilidad de perder el trabajo. Pero si pensamos que nuestra labor no es nada más la de conservar la chamba, hay que jugárnosla por las cosas que consideramos que hay que corregir.

--¿En particular sintió alguna presión extra, corrió más riesgos de los usuales en su ejercicio periodístico?

--María Victoria: Los dos programas que Claudia hizo conmigo fueron un riesgo, porque en la misma estación, en los noticiarios, estaban en contra de Claudia. El caso es que yo tenía que señalar mi independencia. La primera ocasión tratamos de mantener la entrevista lo más calladamente posible hasta el momento mismo en que se realizara, cuando por cierto se descompuso el teléfono en la sección de mujeres y Claudia tuvo que hacer fila en la de hombres a lo largo de una hora, con las presiones que se pueden suponer. Aun así, veo que no puede uno vivir todo el tiempo con miedo porque se convierte en prisionero aunque no esté detrás de las rejas. Todos los días sabemos que nos vamos a morir. Lo mismo pasa con nuestro trabajo, que es sólo por hoy, pero eso no nos detiene de echar a andar proyectos ni a quedarnos con la puerta cerrada por dentro para no arriesgarnos.

--Señora Rodríguez, ¿en efecto es usted ahora otra mujer?

--Claro que sí, la experiencia que llevé me hizo más fuerte. Vivir en la prisión no es nada fácil, hay que luchar día con día en todos los aspectos. Así que te haces más fuerte pero en mi caso también más humana. Fue uno de los cambios más importantes en mi vida y creo que puede funcionar para que las personas tomen conciencia de que estamos todos y todas en el mismo juego y que cualquiera puede pasar por una situación de éstas.

--¿El entorno social cambió para usted?

--Sí, hay que modificar muchas cosas, prepararse para lo que sigue. Son muchos aspectos los que cambiaron mi vida.

Experimentar la realidad del otro

--De ninguna manera cuestionaríamos su proceder, pero hay una pregunta que forma parte de esta historia: ¿a qué obedecía que llevara usted un arma?

--La traía por un acuerdo entre mi esposo y yo, después de haber sido víctima de varios asaltos. Donde quiera está la violencia en nuestro país. En mi caso ya había sido marcada por una navaja, recibí amenazas, y por eso decidimos que portara esa arma. Si me dedicaba y me dedico al comercio, corro un peligro, como todos. Ahora, la finalidad de la pistola era aventar un tiro y echarme a correr, dar tiempo para escapar de una situación de peligro. Al ver que una persona tiene un arma, cualquiera, hasta un ratero, se hace a un lado.

--Parece que llegamos a un extremo en el que la defensa de los ciudadanos se parece mucho al ataque que recibimos. ¿Habría que estar en las mismas condiciones de armamento los asaltantes y los asaltados?

--María Victoria: Creo que en el país tendemos a generalizar por los hechos negativos. Pero veo que son muchos más los que hemos tenido la suerte de no ser asaltados y los asaltados mismos que los asaltantes; somos más los mexicanos que trabajamos todos los días que los bribones. Creo que los decentes somos muchísimo más numerosos que los indecentes. Sólo que se oye más hablar de los indecentes. No creo que estemos al mismo nivel, ni que numéricamente nos aproximemos.

--¿Cambió después de hacer este libro?

María Victoria: No todavía, porque está todo muy reciente. Fue como una especie de parto de ocho meses. Es muy difícil porque para poder transmitir las cosas hay que experimentar tanto como se pueda la realidad de otro. Así que por un lado quería ya que esto se acabara pronto, pero por otro creo que necesito tomar distancia. El libro se fue haciendo capítulo tras capítulo, y el último lo entregué hace muy poco. Me hace falta asimilarlo.

--¿Es posible sanar, señora Rodríguez, tras una vivencia como la que ha pasado?

--Hay huellas que jamás se curan. Pero estoy dentro del proceso de recuperación gracias a las personas que han estado conmigo, mi esposo, la señora Llamas, mis licenciadas que estuvieron siempre al pendiente, y a todas las personas que participan en el libro. Hay cosas que jamás se van a borrar, pero sé que me dedico a recuperar mi confianza y que el tiempo es el encargado de aliviar las heridas.

--¿Era Jaime Sabines a quien leía?

--Algunos poemas de él, sí. Eso me daba la fuerza para que el corazón no se me hiciera duro, para que pensara que aún había gente buena además de la que me estaba apoyando. Pensé que todos merecemos una oportunidad, que no por unos van a pagar otros. Esa fue la lucha interna para salir mejor como amiga, esposa, madre y ciudadana. La lectura y el ejercicio fueron terapias muy importantes para que pudiera soportar parte de ese sufrimiento.

--¿No le decepciona esta ciudad?

--Amo a mi país, y tengo la esperanza de que con este libro las autoridades y las personas tomen conciencia de que necesitamos una sociedad mejor. No albergo rencores.

(Claudia, una liberación, será presentado mañana a las 19 horas en la CDHDF, con los comentarios de Germán Dehesa, Luis de la Barreda y Amalia García.)