Miguel Barbachano Ponce
Viaje al Potiomkin/ I

Conmemoremos el nacimiento de S.M. Eisenstein, ocurrido hace cien años, abordando el viejo acorazado Príncipe Potiomkin para surcar desde su alcázar de heroicas resonancias el mar de celuloide creado por aquel que aún hoy la crítica considera uno de los diez mejores cineastas del mundo. Recalemos en Riga, Letonia, el 23 de enero de 1898 para asistir al nacimiento de Serguei Mijailovich, hijo de Mijail, ingeniero-arquitecto y de Julia, burguesita de San Petersburgo; pero no nos detengamos en la cuna, levantemos anclas y vayamos a toda máquina al encuentro de su producción cinematográfica.

Primero, toquemos de refilón con la proa una peliculita intrascendente, El diario de Glumov, con la cual enriqueció su puesta en escena de Un juicioso, obra teatral de Ostrovski. Porque en aquellos años iniciales de la década de los veinte, el joven arquitecto Serguei Mijailovich, recién desmovilizado por el Ejército Rojo, dedicábase al teatro. Pero cubramos con el humo de las chimeneas aquellos trajines para ir a encontrar su primer gran filme: La huelga (estrenado en abril de 1925) y ahondar en la violencia que describe a partir de un movimiento huelguístico en una metalúrgica y su inmediata represión a manos de los soldados del zar. El filme es célebre a causa del montaje libre de atracciones recreado en su última secuencia: imágenes de obreros masacrados contrapuestas a otras que muestran a reses degolladas en el matadero.

Sigamos adelante para ir al encuentro de una de las mejores películas del mundo, El acorazado Potiomkin, filmada y editada entre julio y diciembre de 1925 y estrenada en el teatro Bolshoi de Moscú el 21 de ese último mes del año 25. Sobre Potiomkin se han escrito muchísimas páginas a propósito de su origen (media cuartilla del voluminoso guión ``El año 1905'' con el cual el Estado soviético deseaba conmemorar la primera llamarada revolucionaria) acerca de su estructura narrativa (cinco actos trágicos) de sus personajes (tipos que vienen a encarnar a la masa) de su fotografía a cargo de Eduard Tissé, de su montaje (combinación de Long-shots de soldados zaristas empuñando fusiles y close-up de ojos aterrados, labios crispados de la horrorizada multitud en la inmortal secuencia de la escalera de Odesa).

No nos engolfemos en Odesa, continuemos navegando para asistir a la génesis y presentación de ``la línea general'' o Lo viejo y lo nuevo y de Octubre. La segunda, Octubre, dedicada a rememorar los momentos culminantes de la gesta del 17 (el obrero Nikandrov encarnó a Lenin), estrenada el 14 de marzo de 1928 para celebrar el X aniversario de la revolución. Sobre ella se ha dicho que con sus imágenes los pueblos entenderán mejor los 10 días que conmocionaron al mundo, y también --lo decimos nosotros--, las posibilidades de reedición que poseyó la censura soviética.

Y para enfatizar el XI aniversario, las pantallas de la Unión se engalanaron con Lo viejo y lo nuevo, canto cinemático en honor a la colectivización de la tierra. Encadenemos momentáneamente al viejo acorazado en la costa de Sebastopol para acompañar a Eisenstein y a sus amigos Alexandrov y Tissé en su viaje al extranjero.

Arribemos en ferrocarril a La Sarraz, Suiza, donde el maestro realizó Tormenta sobre La Sarraz (no terminada y hoy perdida); después vayamos a la Francia del primer año de la tercera década; donde Alexandrov realizó Romance sentimental, cinta que Eisenstein acepta firmar como suya. En mayo, los tres cineastas hablan con Lasky de la Paramount, se contratan con él y parten hacia Hollywood. Allí sus proyectos (La guerra de los mundos, de Wells; El oro, de Cendrars; Una tragedia americana, de Dreiser; Majestad negra, con Paul Roberson) serán rechazados.

Finalmente concluye su estancia en el famoso suburbio san angelino, cuando el novelista Upton Sinclair acepta subsidiar la producción de una película en México. A finales de diciembre, Eisenstein y sus compañeros abandonan Hollywood para dirigirse a nuestro país.